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¿El fin de la pandemia? Qué puede seguir después de ómicron

Ante la fase descendiente de la ola global de ómicron, el mundo se pregunta si al fin hemos llegado al final de la pandemia.

Este 28 de febrero llegamos al segundo aniversario del primer caso detectado en México de COVID-19, en aquel entonces conocido como “nuevo coronavirus”. Hasta la fecha, más de 5 millones de personas han muerto de covid en el mundo, de las cuales, 318 mil defunciones han sido reportadas por las autoridades mexicanas; la cifra real de defunciones probablemente sea mucho más elevada, la cantidad de afectados (por secuelas, por salud mental, por desempleo, etcétera) es prácticamente incontable. Muchas cosas han pasado en estos dos años, pero pocas cosas han cambiado en realidad. Todavía existen tapetes sanitizantes en la entrada de tiendas, todavía hay restaurantes que ponen sus cubiertos en envolturas de plástico, todavía hay lugares que desinfectan el dinero, todavía le ponen bolsas de plástico al pan en las reposterías, todavía hay negocios que rocían de desinfectante a sus clientes. Ni el “baño de químicos”, ni los tapetes de bienvenida, entre otras medidas que datan de inicios de la pandemia, han demostrado ser eficientes para frenar la propagación del coronavirus SARS-CoV-2, y aún así continúa esta simulación que confunde a la gente.

La rutina de la pandemia se ha convertido en un teatro del absurdo. La gente se toma la temperatura en la muñeca cuando ingresa al supermercado sin que nadie cheque los registros; usa cubrebocas en la calle, al aire libre, pero se lo quita en espacios cerrados, como restaurantes y cines, para comer y beber; las autoridades mantienen cerradas las bibliotecas públicas pero los antros, bares y foros para conciertos operan con normalidad. A lo largo del país, las clases se siguen llevando a cabo de manera virtual al mismo tiempo que estudiantes se reúnen para exigir el regreso a clases presenciales. En la fase actual de la pandemia, hay un sinfín de contradicciones que nos hace suponer que la crisis sanitaria ya terminó, pero nadie nos ha avisado. ¿Qué es lo que está pasando en realidad entonces?

Es un hecho que la pandemia de COVID-19 continúa. En la actualidad hay más de un millón de contagios globales al día. La variante ómicron representó la propagación más rápida que se ha visto en la historia de un virus. Pero también es un hecho comprobado que esta versión del coronavirus SARS-CoV-2 es menos virulenta que todas las variantes previas de covid. Sumado a la protección que brindan las vacunas, el registro de defunciones fue proporcionalmente menor que en los picos anteriores. Según varios especialistas, la ola provocada por la variante ómicron podría significar el fin de la emergencia sanitaria, aunque el virus pasaría a ser una enfermedad endémica, ajustada a un ciclo estacional como la influenza.

En este segundo aniversario del COVID-19 en México, las cifras más recientes nos indican que el país está saliendo de la ola ómicron. La mayoría de la población ya cuenta con el esquema completo de vacunación, y en estos momentos, la campaña de aplicación de la dosis de refuerzo está haciendo las rondas por toda la república. Varias escuelas y empresa ya están implementando un regreso a las aulas y a las oficinas, respectivamente. ¿Podemos decir que el covid está en retirada? ¿Habrá un regreso a la anhelada “vieja normalidad” después de ómicron? ¿Podemos decir con total confianza que esta tragedia que ha provocado más de 5 millones de muertes en el mundo está por terminar? Aunque hay varios rumbos que puede tomar la pandemia, la comunidad científica contempla dos panoramas generales.

El panorama positivo

Bajo la lógica de que un virus está programado para replicarse con el fin de sobrevivir, es muy posible que el coronavirus SARS-CoV-2 haya encontrado el equilibrio que necesita para coexistir con la humanidad. Un virus no se reproduce por su cuenta, necesita infectar las células de un ser vivo para cumplir este objetivo, pero en ese proceso, el huésped se enferma y corre el riesgo de morir. En caso de muerte, el virus ya no puede replicarse y propagarse entre las células de otros organismos vivos. Cuando un virus tiene la capacidad de propagarse con la facilidad del covid, con el tiempo, la secuencia genética del virus cambia para adaptarse a su ambiente; estas son las llamadas mutaciones. En el caso de ómicron, es probable que el virus haya sacrificado su virulencia a cambio de transmisibilidad. Dicha variante, por ejemplo, ya no afecta tanto los pulmones, optando por atacar las vías aéreas, síntomas que difícilmente conducen a la muerte del huésped.

“Así es exactamente como terminaron la mayoría de las otras pandemias con patógenos respiratorios”, dijo a la revista Time el investigador Shangxin Yang, de la Universidad de California en Los Ángeles. “Se propagaron como el fuego y luego, finalmente, la mayoría de las personas se vacunaron o se infectaron y cuando la población alcanzó la inmunidad colectiva, la pandemia terminó”. Añadió:

“El virus ya ha logrado su objetivo de establecer un equilibrio con su huésped: los humanos. Puede propagarse fácilmente entre los organismos huéspedes, pero no matarlos, por lo que vive entre sus cuerpos. El virus ha mutado hasta el punto en que simplemente elige vivir entre nosotros sin causar demasiados problemas. Y a cambio, tenemos que aprender a vivir con el virus como si fuera otro resfriado común”.

Si esto fuera una guerra, el ser humano fue derrotado en su intento por erradicar el virus, primero por la vía de la mitigación, y luego por la vía de la inmunidad de rebaño. Ahora toca firmar “los acuerdos de paz” con el virus. Según este panorama, el ser humano le permite al covid sumarse al amplio catálogo de enfermedades con las que debemos de lidiar, y a cambio, el covid debe reducirse a los síntomas de un resfriado común (tos, dolor de cabeza, fiebre a lo mucho). Existe el precedente con otros coronavirus que no provocan más de una gripa y hay como un 50 por ciento de probabilidades de que así suceda. ¿Cómo luce el otro 50 por ciento?

El panorama negativo

Bajo el otro panorama, la “guerra” continúa. El virus sigue mutando y produciendo variantes que nadie imaginaba. Cuando la variante delta estaba arrasando por el mundo a mediados del 2021, ningún virólogo podía predecir que el SARS-CoV-2 fuera a pasar por 50 mutaciones de una manera tan rápida. Eso fue lo que ocurrió con ómicron, una variante tan impredecible que resultó capaz de burlar la inmunidad desarrollada por las vacunas, obligando a las farmacéuticas a correr de regreso a los laboratorios para actualizar su fórmula. ¿Puede ocurrir algo así de nuevo? ¿Puede el covid sorprendernos con otra variante que sea más transmisible como ómicron y más letal que delta? El COVID-19 no es una enfermedad respiratoria cualquiera. Además de los pulmones, se ha documentado ampliamente los daños que provoca el covid en secuelas neurológicas, así como complicaciones cardiovasculares.

“La próxima variante de preocupación será más hábil, y lo que queremos decir con eso es que será más transmisible porque tendrá que superar lo que circula actualmente”, dijo Maria Van Kerkhove, epidemióloga de enfermedades infecciosas y vocera de la Organización Mundial de la Salud. La subvariante ómicron BA.2 parece cumplir con ese perfil por ahora, aunque no parece ser más virulenta que la cepa original. La especialista de la OMS no descarta la posibilidad de que el covid sea cada vez menos severo. “Esperamos que ese sea el caso, pero no hay garantía de eso y no podemos confiar en eso”, dijo.

La amenaza más grande es que surja una nueva cepa que sea resistente a la inmunidad que hemos desarrollado gracias a la infección natural y a las vacunas. En el peor de los casos, una variante de este tipo tendría el potencial de arrojarnos de vuelta a la primera casilla. “Lo que me quita el sueño es pensar en cuáles serán las propiedades de la próxima variante”, dijo Paul Bieniasz, director del laboratorio de retrovirología de la Universidad Rockefeller, al Boston Globe. “La noción de si habrá otra variante, eso no está en duda. Sí la habrá. Lo que está en duda es cuáles serán sus propiedades y la eficacia con la que nuestro sistema inmunitario podrá hacerle frente”.

La idea de que la pandemia nos sorprenda con otra variante que tenga el potencial de saturar hospitales y aumentar la demanda de tanques de oxígeno puede ser abrumadora. No hace falta una encuesta para medir que la gente está fastidiada con la pandemia, pero el hecho de que el mundo prefiera ignorar la existencia del virus no quiere decir que el virus haya concluido sus asuntos con nosotros.

Pruebas covid (Fiona Goodall/Getty Images))

¿Quién sigue en riesgo?

Vale la pena reiterar que un virus no tiene el objetivo de matar a su huésped sino el de multiplicarse. La muerte del paciente es contraproducente, así que ómicron puede darle al covid el equilibrio perfecto para seguir propagándose en tiempos adecuados sin tener que poner en peligro la vida del paciente. Sin embargo, mucha gente sigue siendo vulnerable a los efectos de ómicron. Entre estos destacan las personas no vacunadas, así como las personas de cualquier edad que presenten deficiencias inmunitarias, estén vacunadas o no. Pero esto es lo que la mayoría de expertos anticipa de la evolución del covid: una enfermedad endémica que exhiba cada año la misma mortandad que la influenza estacional, la cual ya sabemos combatir para reducir los riesgos.

A la vez que el mundo está ansioso por dejar el covid en el espejo retrovisor, sería un error también menospreciar los efectos a largo plazo que va a dejar la pandemia: la crisis de salud mental, el abandono de personas de la tercera edad, el rezago educativo provocado por la educación a distancia, el golpe a las comunidades por el cierre de negocios y la pérdida de empleo, la contaminación ambiental provocada por el desecho de cubrebocas, caretas, frascos de gel, guantes y demás; entre otras consecuencias que no hemos empezado dimensionar.

La pandemia de covid nos ha dejado múltiples traumas que cualquiera preferiría olvidar. Pero después de esta tragedia colectiva, es importante extraer algunas lecciones que nos sirvan para defendernos de la próxima pandemia (porque claro que habrá otra igual o peor que la que hemos sobrevivido y quizás no tengamos que esperar al siguiente siglo para enfrentarla). La crisis sanitaria actual nos demostró nuestra increíble capacidad de reacción en algunos ámbitos, como en el científico (la rapidez con la que fueron desarrolladas las vacunas), pero también exhibió nuestra falta de preparación ante una emergencia masiva. ¿Aprenderemos algo de esta pandemia o caeremos de nuevo en las trampas de la inercia? El hecho de que no podamos deshacernos de unos tapetes nos ofrece pocos indicios de aprendizaje social.

Texto: Javier Carbajal

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