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¿Por qué Cristóbal Colón no descubrió América? La invención, según O’Gorman

América no fue descubierta, fue inventada: la perspectiva presentada por el historiador Edmundo O'Gorman.

¿Quién descubrió América?

Esta suele ser una de las preguntas sobre cultura general más comunes entre los mexicanos. “Cristóbal Colón” es la respuesta automática; la que se ha dado por generaciones desde el segundo año de primaria, la obvia, pero no necesariamente la precisa.

Según Edmundo O’Gorman, uno de los grandes promotores del revisionismo histórico, América es una invención y su descubrimiento, una idea infundada que se da a la luz del etnocentrismo europeo.

“Americae Retectio”, circa 1615. La escena muestra a Americo Vespucci despertando a una indígena americana contra un trasfondo de la flora y fauna. (Imagen: De Según Stradanus – 1638, Speculum diuersarum imaginum speculatiuarum, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=47102936)

Desde la perspectiva del historiador y filósofo mexicano, ni el supuesto descubrimiento ni el descubridor se corresponden con la serie de sucesos que comenzaron el 12 octubre de 1492, cuando Colón arribó a San Salvador (Guanahani), una de las islas que pasarían a formar parte de las Antillas españolas.

Las crónicas e investigaciones sobre estas expediciones indican que, hasta su tercer viaje al misterioso territorio, el navegante genovés seguía intentando demostrar que había llegado a un extremo de las Indias, basado en la idea de un globo terráqueo pequeño que planteaba una relativa proximidad entre las costas de Europa y de Asia. Era eso lo que buscaba y esa “ocurrencia”, dice O’Gorman, no tenía nada de novedosa.

En la búsqueda de pruebas de aquel supuesto logro, el explorador navegó hacia las costas del sur, exploró, supuso e interpretó… Imaginó tanto que creyó haber llegado a una tierra mágica bañada por cuatro generosos caudales, el mismísimo Paraíso Terrenal, nunca una América “imprevista e imprevisible” y, de facto, inexistente.

Según el historiador, no era América lo que estaba a la vista de Colón, sino el vacío “de un todavía no-existe América”, una posibilidad que nunca estuvo en la cabeza del almirante y para la cual ni siquiera se concedió el beneficio de la duda, pese a tener indicios suficientes para hacerlo.

El autor de El proceso de la invención de América refiere que el cuento del primer viaje de Colón no ha sido relatado aún como es debido: “No solo se ha admirado la osadía, la inmensa habilidad y tesón del célebre navegante, sino que el inesperado desenlace le ha añadido tanto lustre a aquel legítimo asombro, que la hazaña se ha convertido en el más espectacular de los acontecimientos históricos. Un buen día, así se acostumbra relatar el suceso, por obra de inexplicada e inexplicable premonición profética, de magia o milagro o lo que sea, el rival de Ulises en la fama, el príncipe de navegantes y descubridor por antonomasia, reveló a un mundo atónito la existencia de un inmenso e imprevisible continente llamado América, pero acerca del cual, por otra parte, se admite que ni Colón ni nadie sabían que era eso. Probablemente es una desgracia, pero en la historia las cosas no acontecen de esa manera”.

Lo que años después Américo Vespucio identificó como una enorme masa terrestre donde se hallaba un “Nuevo Mundo”, era en realidad un continente que ya tenía vida, historia y civilización propia. La cuarta parte del mundo que había permanecido fuera de la visión de Europa, pero que ya existía e incluso había sido vista por extraños, desde los asiáticos que cruzaron por el estrecho de Bering y los vikingos que dejaron huella en Canadá, hasta los chinos que, según algunas versiones, llegaron a la región del Orinoco varias décadas antes que Colón.

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América fue inventada después, reitera O’Gorman. “Los viajes de Colón no fueron, no podían ser ‘viajes a América’, porque la interpretación del pasado no tiene, no puede tener, como las leyes justas, efectos retroactivos”. Así no funciona la historia.

El avistamiento ocurrido entre el 11 y el 12 de octubre de 1492 tiene tintes de mito, de leyenda y hasta de mentira. Sin embargo, lo real e incuestionable es que esa madrugada comenzó a abrirse un camino de contactos, encuentros y desencuentros que transformaron concepciones en los ámbitos de la etnografía, la geografía, la cultura, la ciencia, la teología y la cosmogonía. Al menos una parte importante de la historia universal sí puede explicarse antes y después de aquel grito de “¡Tierra a la vista!”.

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