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La Familia Manson y el día que murió la ideología ‘hippie’

Hace 50 años, la Familia Manson asesinó a Sharon Tate en su casa. ¿Por qué este crimen simboliza la muerte de la ideología hippie?

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Los Angeles, California. 9 de agosto de 1969. Como si fuera una secuencia extraída de una película de Tarantino, un vehículo se detiene a pocos metros de la lujosa residencia en 10050 Cielo Drive. Son las horas muertas de la noche, y el vecindario da la impresión de haber concluido todas sus actividades. No hay fiestas, ni discusiones, ni música pop. Las luces en la propiedad están apagadas y parece que no hay nadie despierto. Del Ford Galaxie ’59 descienden cuatro personas. Las primeras que brincan a la vista son tres mujeres jóvenes, risueñas y atractivas. No deben tener más de 20 años cada una. Ellas son Linda Kasabian, Patricia Krenwinkel y Susan ‘Sadie’ Atkins. Las acompaña un solo hombre, alto y robusto, al que le dicen ‘Tex’. Su nombre real es Charles Watson, originario de un pequeño poblado de Texas, y en su mano carga una pistola calibre 22.

Por la manera en que los jóvenes de apariencia hippiosa se mueven por el perímetro del jardín, es evidente que nadie en la residencia los espera. Tex se sube a un poste y corta el cable del teléfono con un cuchillo grande. Luego se desplazan entre los arbustos y hablan en secreto entre ellos. Buscan por dónde entrar a la casa. A los pocos segundos, los faros de otro coche sorprenden a los intrusos. Las chicas se esconden en el jardín, pero Tex se queda en su sitio. Un AMC Ambassador se acerca y se estaciona frente a la cochera. De este vehículo intenta descender un muchacho, todavía más joven que ellos, pero Tex camina hacia él y lo amaga con la pistola. El conductor se asusta e intenta regresar al coche, pero Tex le corta la mano con el cuchillo y luego le dispara cuatro veces en el pecho. Esta es la primera víctima de la noche, Steven Parent, de 18 años de edad. (La policía se enteraría luego que el occiso no tenía relación alguna con los residentes de la casa. Simplemente quería visitar al vigilante de la propiedad, un sujeto que vivía en la parte posterior del inmueble y que prefirió esconderse en su habitación cuando escuchó los disparos y los gritos de terror en el jardín.)

Ya no hay vuelta atrás. Tex y las chicas proceden con la tarea que les encomendó su líder. Linda, sin embargo, luce alterada por lo sucedido. Así que Tex le ordena que permanezca en la entrada de la cochera, haciendo guardia, mientras sus cómplices buscan alguna ventana abierta. Tex encuentra una ventana que puede abrir sin mucho problema y por fin logra ingresar al inmueble. Todo está oscuro y no escucha voces en el interior. Tex se abre camino entre las sombras y abre la puerta principal, dejando pasar a Susan y Patricia. Pero no están solos. En la sala, un sujeto se levanta del sofá y les pregunta qué quieren, a quién buscan. Tex responde propinándole una patada en la cabeza y le dice, “Yo soy el diablo y estoy aquí para hacer el trabajo del diablo.” Los intrusos amarran sus manos con una toalla y lo dejan en la sala, bocabajo. (Horas más tarde, la policía identificaría a este sujeto como Wojciech Frykowski, de 32 años de edad, un guionista polaco y amigo cercano de Roman Polanski y su esposa, inquilinos de la casa.)

10050 Cielo Drive (AP Photo/Reed Saxon, File)

Susan y Patricia se encargan de buscar a todas las personas que permanecen escondidas en el resto de las habitaciones. Las primeras en ser descubiertas por las hippies son una mujer embarazada y un hombre que la acompañaba. Las chicas se sorprenden al ver el tamaño de la panza de la mujer rubia, así que el hombre les ruega que tengan consideración por su amiga que podría dar a luz en cualquier momento. Susan y Patricia amenazan a estos dos con los cuchillos y los obligan a caminar hacia la sala, donde se encuentra el guionista. Sus víctimas obedecen con tal de que no les hagan daño. Ya en la sala, los intrusos amarran con una soga a la mujer embarazada y a su amigo por el cuello. El hombre vuelve a rogar por la vida de su amiga y les pide a sus agresores que tomen en cuenta su condición. Harto de las súplicas, Tex le dispara a este hombre, le patea en la cara y le entierra un cuchillo siete veces en el cuerpo. (Esta segunda víctima de la noche resultó ser Jay Sebring, estilista de Hollywood y expareja de Sharon Tate. Tenía 35 años de edad.)

Al mismo tiempo que el homicidio del señor Sebring ocurre en la sala, Patricia se encuentra lidiando con otra mujer en una de las habitaciones para invitados. Su víctima intenta darle dinero a Patricia para que la deje en paz, pero solo tiene 70 dólares en su bolso. Asustada por los gritos que vienen de la sala, esta mujer intenta escapar pero Patricia le corta el paso con su cuchillo. A pesar de las heridas, la víctima logra escapar y cruza la puerta que da al jardín. La joven grita por ayuda pero no por mucho tiempo, ya que Patricia la alcanza y procede a apuñalarla en repetidas ocasiones. “Detente, ya estoy muerta”, le dice su víctima, y Patricia le pide a Tex que termine de rematarla. (Esta persona que la policía halló muerta en el jardín fue identificada como Abigail Folger, de 25 años de edad, pareja del señor Frykowski y heredera de la empresa de café que lleva su apellido).

El guionista polaco aprovecha la distracción en el jardín para desatarse la toalla que sus agresores amarraron con torpeza y corre hacia una de las puertas. Susan, la única de los intrusos que estaba vigilando a los cautivos, intenta detenerlo, pero Frykowski la empuja a un lado. Susan alcanza a herirlo en las piernas y esto es suficiente para que Tex pueda derribarlo en el patio. Como la pistola se le atora cuando intenta disparar, el hippie de Texas le pega en la cabeza con el arma de fuego, luego le entierra el cuchillo en repetidas ocasiones, una y otra vez, como si se tratara de su peor enemigo. Ahora la única que queda con vida en la casa de Cielo Drive es la mujer embarazada. Los intrusos, incluyendo Linda, regresan a la sala para lidiar con su última víctima. Entre los hippies se respira un aire de euforia y adrenalina. Hay risas, carcajadas, gritos y llantos. La mujer embarazada le ruega a las personas que mataron a sus amigos que la tomen como rehén, el tiempo suficiente para que nazca su bebé. La mujer ruega y ruega hasta que alguien toma uno de los cuchillos y le quita la vida. (El cuerpo semidesnudo de Sharon Tate, actriz, de 26 años de edad, fue hallado en la sala, a pocos metros del cadáver de Jay Sebring, con 16 heridas producidas por un arma punzocortante. Al momento de su muerte, la esposa de Roman Polanski tenía ocho meses y medio de embarazo. El feto no sobrevivió).

Una vez cometido el asesinato de la mujer, los intrusos recuerdan las instrucciones de su líder. Éste les pidió que dejaran algún mensaje en el lugar de los hechos, algo que detonara su profecía de una guerra racial. Así que Susan toma la toalla que sujetó las manos del guionista, la embarra de sangre y escribe la palabra “cerdo” en la puerta principal. (Nadie escribió en las paredes de la residencia de Cielo Drive el infame término “Healter Skelter” [sic] con la sangre de sus víctimas. Eso ocurriría al día siguiente, cuando el mismo grupo de asesinos llevaría a cabo actos similares en la casa de Leno y Rosemary LaBianca.)

Sharon Tate en 1968 (AP Photo/Frank Tewkesbury)

¿Quiénes eran los integrantes de la Familia Manson?

El multihomicidio perpetrado hace 50 años por la llamada Familia Manson conmocionó tremendamente al país, no solo por el número de víctimas o el estatus económico y social de éstas; trascendieron los detalles de la violencia con que se ejecutó el delito, como la ausencia de misericordia por una mujer embarazada o el número de heridas en cada cuerpo. Cuando los presuntos asesinos fueron detenidos meses después, la sociedad quedó pasmada. Los responsables de apuñalar a Sharon Tate en dieciséis ocasiones y usar su sangre para dejar mensajes crípticos en la puerta eran casi unos niños, ejemplares de la generación del amor, la paz y la revolución sexual.

Entonces surgió la pregunta: ¿cómo fue posible que estos muchachos se prestaran a cometer crímenes tan atroces como apuñalar a unos desconocidos con tanta brutalidad que el cuchillo se doblaba al tocar hueso? ¿Qué fue lo que impulsó a unos chavitos a recurrir a la barbarie? Al analizar los perfiles de los detenidos, como Patricia Krenwinkel o Leslie Van Houten (quien participó en los asesinatos de la segunda noche), las autoridades encargadas del caso se toparon con unos jóvenes ordinarios, sin antecedentes criminales, provenientes de familias de clase media y barrios suburbanos. Antes de integrarse a la sucia y denigrante rutina de la Familia Manson, las mujeres (y cabe resaltar que la mayoría de los integrantes de la Familia Manson eran mujeres) iban a la escuela y llevaban una vida relativamente normal. Tenían los problemas típicos de cualquier adolescente y experimentaban con drogas, pero nada fuera de lo ordinario en el contexto del “verano del amor”.

Para explicar la violencia brutal del caso Tate-LaBianca, la psicología ha tenido que examinar la figura de Charles Manson, líder de la secta hippie que llevaba su nombre. Recordemos que el señor Manson no se manchó las manos de sangre, literalmente, entre el 9 y 10 de agosto de 1969, pero sí fue acusado y hallado culpable de ser el autor intelectual del multihomicidio.

Primero veamos quién fue este personaje y por qué su historia ha fascinado a tanta gente, desde criminólogos a cineastas.

Para empezar, Charles Manson cumplía con los ingredientes básicos en la formación de un asesino serial: padre ausente, madre abusiva, personalidad antisocial y manipuladora desde la infancia, varios arrestos por robo, iba y salía de una correccional tras otra, tuvo sus primeras experiencias sexuales por medio del abuso, etc. Cuando el señor Manson fue liberado de la cárcel en el verano del ’67, ya había pasado la mitad de su vida en prisión. En aquel entonces tenía 32 años de edad. Pero el mundo con el que se topó tras su liberación era muy distinto al de la década de los cincuenta. Aquella nación tan apegada a los valores morales de la familia y la responsabilidad se había escapado de sus cadenas autoritarias y había descubierto una nueva libertad, una libertad de sensaciones, de probar nuevas experiencias, ya sea a través de las artes, las drogas o las relaciones sexuales. Manson vio muchas oportunidades en este nuevo clima de rebeldía juvenil, y se mudó al corazón de este nuevo movimiento: Berkeley, California.

El típico asesino serial en la historia reciente de Estados Unidos es un psicópata que pretende llevar una vida normal, un poco aislado del mundo, como Jeffrey Dahmer, John Wayne Gacy o Dennis Rader. Pero Manson era distinto, un narcisista que buscaba lanzar su carrera como músico y que construía relaciones de amistad con estrellas como los Beach Boys. La personalidad carismática de Manson le permitía acercarse a la gente y tenía una facilidad de contacto que se reflejaba sobre todo entre las mujeres que reclutaba en las fiestas de San Francisco. Las drogas, por supuesto, fortalecían el vínculo de dependencia con sus nuevos seguidores, que veían en Manson una figura mesiánica que les brindaba una sensación de pertenecer a un grupo, o mejor dicho, de pertenecer a una entidad que superaba su vida tediosa y burguesa, así como los principios y valores que regían sobre esas conductas.

En este contexto, el comportamiento del integrante de una secta es ajeno a la lógica de un mundo objetivo y racional, porque su manera de entender y abordar una situación ha sido distorsionada por la lógica propia del gurú. Este gurú les ofrece un propósito, llamémosle un “Helter Skelter”, y les dice que solo los iluminados podrán salvarse de la destrucción que caerá sobre todos los demás seres de la Tierra. Bajo esta premisa, los seguidores adquieren una dirección espiritual, una razón de ser y cuentan además con el respaldo emocional de sus compañeros. No están solos. Y eso es lo más importante, ya que el terror de quedar fuera del círculo, de perderlo todo, es intolerable. Manson tenía una facilidad para comunicar estos elementos, lo que permitía que se adueñara de los cuerpos, las mentes y los espíritus de sus seguidores. Solo una persona así se prestaría a ser manipulada hasta llegar al punto de privarle la vida a un desconocido.

Por supuesto, los crímenes de la Familia Manson no son casos excepcionales. Otras tragedias como el asedio de Waco o el suicidio colectivo en Jonestown son muestras de los riesgos que implica la mentalidad cerrada de un culto.

Charles Manson 1970 © 1978 Gunther

La comuna hippie: ¿sueño anarquista?

No debe ser sorpresa que jóvenes como Susan Atkins o Linda Kasabian, con sus problemas típicos de adolescentes alienados, encontraran un guía parental, espiritual y sensual en las palabras placenteras de Charles Manson. Lo cual no era raro en esta época de los sesenta; varios colectivos y comunas nacieron de aquella liberación hedonista y del consumo excesivo de drogas, y había miles de chicos por todo el país -vaya, por todo el mundo- que querían formar parte de este nuevo movimiento. La gente que tenía las respuestas, o mejor dicho, la gente que presumía tener las respuestas, se abría paso entre la muchedumbre como líderes o gurús. A menudo, estos charlatanes solo querían vender droga o abusar de personas (véase, el mismo Manson), pero también surgieron grupos creados por excéntricos que vivían “el carpe diem del ideal hippie”, como el escritor Ken Kesey y sus Merry Pranksters, quienes recorrieron buena parte de Estados Unidos en un autobús de escuela bajo la influencia de sustancias como LSD. Otra comuna relativamente famosa era el Black Bear Ranch, ubicado en las montañas californianas de Siskiyou, fundado por hippies bajo la consigna “tierra libre para gente libre”.

Estas comunas siguen formando parte del panorama actual en varias partes del mundo, incluyendo Estados Unidos, donde hay más de mil comunidades de autogestión relativa. Estas comunas suelen ser confundidas como parte de un proyecto anarquista a partir de los objetivos libertarios de autogestión. En efecto, los elementos libertarios están más o menos presentes: los comuneros cultivan su propia comida, incluyendo sus plantas de mariguana para consumo colectivo, comparten los ingresos entre ellos y pagan una cantidad mínima de impuestos al gobierno. Pero los hippies de los sesenta no leían a Bakunin; cierto, simpatizaban con figuras como el Che Guevara o Mao Zedong, se manifestaban contra la guerra en Vietnam y rechazaban los símbolos de autoridad, desde la paternal a la política, pero la gran mayoría de hippies eran estudiantes, no trabajadores. Es decir, su dizque revolución era más libertina que libertaria; una revolución sexual, más no proletaria; por lo que no había intención alguna de adueñarse de los medios de producción. A final de cuentas, la influencia política y filosófica de las comunas hippies no era Bakunin sino era alguien más cercano a casa: Henry David Thoreau.

Estatua de Thoreau cerca de una réplica de la cabaña en el lago Walden (AP Photo/Michael Dwyer)

Thoreau era un escritor estadounidense de mediados del siglo XIX cuya noción de rebeldía marcó la formación intelectual de luchadores sociales como Martin Luther King o Mahatma Gandhi. Bajo la inspiración de Ralph Waldo Emerson, Thoreau puso en práctica las ideas del trascendentalismo, corriente filosófica que buscaba la purificación del espíritu a través de la naturaleza, tras ser corrompido por las instituciones sociales del hombre. En su ensayo de 1854, Walden, el escritor reflexiona sobre su experiencia en el bosque de Massachusetts, donde vivió solo, por poco más de dos años, en una pequeña cabaña que él mismo construyó, cercana al lago Walden. El texto nos enseña que no necesitamos de bienes materiales para llenar los huecos en nuestras vidas y nos demuestra los beneficios de aprender a vivir apoyándose en las capacidades de uno mismo.

Quise vivir profundamente y extraer toda la médula de la vida, vivir en forma tan dura y espartana como para derrotar todo lo que no fuera vida.

Las comunas hippies son reflejos de las acciones de Thoreau, más no tanto de sus ideales de independencia individual. Los hippies mezclaron la vida en el exilio, lejos de la mano opresora del Estado, con elementos del socialismo clásico: bienes compartidos para el beneficio común del grupo. Algunos estudiantes leyeron Walden en sus clases de literatura y lo adoptaron como guía para formar comunas en el bosque o en el desierto, ya que aquello de arrojarse por su cuenta a la naturaleza sonaba muy romántico pero también era como un acto de suicidio (solo basta con mirar cómo acabó Chris McCandless).

En la película Easy Rider, el director Dennis Hopper retrata la vida de estos jóvenes que intentan vivir en el autoexilio con sus propios medios, alejados del sistema capitalista que había explotado a sus padres, y el estado que había permitido la esclavitud de la mayor parte de la población. Plantan sus semillas para crecer frijol y tomate, montan sus obras de teatro para entretenerse, y son evidentes los problemas de higiene. Sobra decir que la experiencia no es nada groovy para muchos de los involucrados. En la película (y sobre todo en el libro del mismo título) no son pocos los hippies que expresan su desilusión con este peculiar ambiente de libertad política y trabajo duro, y que anhelan la tranquilidad de sus escuelas y la seguridad del techo familiar. “No lo van a lograr,” dice el personaje de Hopper. “No van a cultivar nada aquí.”

Aquella comuna que fue la fuente de inspiración en Easy Rider ahora es un pueblito turista en Taos, Nuevo México, con sus airbnbs que cobran 60 dólares la noche…

Peter Fonda en ‘Easy Rider’ (Captura de pantalla)

El fracaso de la ideología hippie

¿Cuáles eran los ideales del movimiento hippie? ¿Sexo, drogas y rock n’ roll? Toda generación de jóvenes busca divertirse un poco antes de asumir las responsabilidades de la vida adulta. Pero la generación baby boomer daba la impresión de querer algo más. Estos jóvenes vivían bajo la sombra de los enormes logros de sus padres, quienes prácticamente salvaron al mundo de los nazis. Ante el juicio de la historia, los jóvenes estadounidenses de los sesenta estaban destinados a ser una generación de fracasados. Dejaron matar a un presidente, se dejaron involucrar en otra guerra, dejaron que el racismo mantuviera su puño firme en los estados sureños, incluso dejaron que los rusos llegaran primero al espacio. ¿Le estaban fallando a su país, o acaso su país le estaba fallando a ellos?

Ante la dureza de las realidades que tenían en frente, la juventud encontró un camino para escaparse a través de algo nuevo, los alucinógenos. Parecía que las drogas estaban abriendo “las puertas de la percepción” y del otro lado descubrían una nueva racionalidad, otra manera de ver, valorar, juzgar, evaluar los problemas. La guerra de Vietnam se volvió inaceptable. El reclutamiento militar aleatorio se volvió inaceptable. La ausencia de derechos para las mujeres y las minorías se volvió inaceptable. A partir de 1967, los jóvenes por fin estaban levantando la voz contra las políticas del gobierno y contra el sistema de valores de las generaciones pasadas, impulsados por nuevas expresiones artísticas que simbolizaban el cambio drástico de posturas. En 1968, no solo los estudiantes de Estados Unidos, sino buena parte del mundo, había entrado en sincronía con el espíritu de rebeldía de Thoreau, y las fuerzas políticas del mundo temblaron en sus palacios de gobierno… al menos por unos días. En 1969, el movimiento hippie se había desmoronado, víctima de sus propios excesos.

Hay muchos motivos por los cuales el mundo se desencantó con los ideales de la generación hippie, pero a la gente le gusta tener un momento que sirva de símbolo, un día que se pueda marcar como el final de todo lo que el hippie representaba: amor, paz y sexo libre. Para muchos, fue el terrible desenlace de la presentación de los Rolling Stones en el Altamont Speedway Free Festival, 6 de diciembre de 1969, cuando uno de los Hell’s Angels mató a un fan entre el público. Para otros, la muerte de la ideología hippie ocurrió hasta el 7 de noviembre de 1972, cuando Richard Nixon ganó sin problemas la reelección como presidente de los Estados Unidos, reflejo de la voluntad popular; la llamada “mayoría silenciosa” estaba harta de las quejas de los hippies. Pero para este redactor (y muchos otros) el símbolo perfecto es el caso Tate-LaBianca, el día en que los ideales hippies de amor, paz y sexo libre se transformaron en violencia, brutalidad y muerte. La última puerta que abrieron las drogas que suministraba gente como Charles Manson fue la puerta de la casa de Sharon Tate, la misma en la que escribieron con sangre la palabra “cerdo”.

Fuente: Los sucesos ocurridos en los asesinatos en 10050 Cielo Drive son documentados en el libro Helter Skelter, escrito por el fiscal Vincent Bugliosi, aunque los testimonios de los participantes han variado a lo largo de los años.

Ilustración principal: Cuemanche!

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