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Hay una nueva carrera para llegar a la Luna, pero… ¿vale la pena volver?

A 50 años de alunizaje, hay una nueva carrera espacial por volver a poner a un hombre en la Luna. ¿Quién llegará primero?

El alunizaje. Es muy probable que la gran mayoría de lectores de esta nota aún no nacían cuando el hombre pisó por primera vez la arenosa superficie lunar, o si todavía le tocó a usted, quizás era demasiado joven como para recordar que lo vio en televisión. Dicho sea esto, sería complicado para este redactor treintañero explicar los nervios que seguro atormentaron a la gente mientras el módulo lunar descendía sobre el Mar de la Tranquilidad, o la brutal emoción de ver a dos sujetos caminar (o “rebotar” mejor dicho) en el territorio más remoto que ha sido explorado por la especie humana. (Gracias a YouTube, hoy podemos experimentar un poco las reacciones de la audiencia hace 50 años; ¡incluso cuando sabemos cómo fue el desenlace de este suceso, éste sigue siendo emocionante!)

Mientras el mundo seguía los acontecimientos durante la transmisión en vivo de Walter Cronkite, a 384,400 kilómetros de distancia, las famosas palabras de Neil Armstrong al tocar “tierra” comunicaban con tono sublime la insignificancia del ser humano en la magnificencia del cosmos. Y aún así, ahí estaba el hombre, dando su primer paso sobro otro cuerpo celestial, no como representante de un país o de una ideología, sino como símbolo del potencial humano. (Aunque claro, el evento también estuvo marcado por un profundo orgullo nacionalista; después de todo, el alunizaje se desarrollaba en el contexto de la Guerra Fría.)

Muy de vez en cuando, la humanidad trasciende las fronteras de lo posible para invadir el campo de lo imaginable con las herramientas que tiene a la mano y el poder de su intelecto. A pesar de todas las guerras, las atrocidades y las tragedias que azotaron a la humanidad en el siglo XX, el alunizaje del 20-21 de julio de 1969 es uno de los muy pocos momentos que las generaciones del futuro recordarán sobre el periodo histórico de nuestros padres y abuelos. Lo cual tiene su lógica. Pocos pueden describir con algún detalle los numerosos conflictos bélicos que cimbraron al mundo en el siglo XV, pero más de 500 años después, hasta un niño de primaria te puede decir qué ocurrió el 12 de octubre de 1492.

Recordemos que España no permaneció quieta en su lado del Atlántico tras los viajes de Cristobal Colón. Treinta años después de “descubrir” otro continente, los españoles conquistaron a las civilizaciones más grandes del llamado Nuevo Mundo y colonizaron el territorio. Entonces, ¿por qué la humanidad no ha buscado regresar y asentarse en la Luna, el “sexto continente”? ¿Por qué Estados Unidos -una nación no menos ambiciosa que el Imperio Español en su momento- abandonó una oportunidad tan espectacular como colonizar el espacio?

En una palabra: Dinero.

Ah, pero dice Trump que ahora sí va en serio…

¿Por qué dejamos de ir a la Luna?

Entre 1969 y 1972, el Programa Apolo tuvo siete misiones a la Luna y seis de ellas tuvieron éxito. Doce hombres lograron pisar la superficie lunar en poco más de tres años. ¡Hasta un carro se llevaron! Los ingenieros y científicos de la NASA eran tan brillantes que daban la impresión de que ir a la Luna era tan sencillo como ir a la tortillería; así que, naturalmente, el público perdió interés. Pero nada que ver. Aquellos viajes a la Luna eran sumamente complicados, y sobretodo, caros. En 1973, el Program Apolo le costaba al erario 25.4 mil millones de dólares, (¡4% del presupuesto federal!) es decir, si ajustamos esta suma según la inflación, hoy estaría costando 264 mil millones de dólares. Para contrastar, en 2018 el presupuesto de la NASA fue de 20.7 mil millones de dólares… y eso que le fue bien. En otras palabras, el gobierno de Estados Unidos tendría que invertir diez veces más si realmente quiere volver a poner un pie sobre la corteza de nuestro satélite natural.

¿Pero para qué volver?

A inicios de los 70, la NASA ya estaba formulando planes para alcanzar su siguiente objetivo: Marte. La Luna iba a servir como punto de escala para impulsar al hombre a explorar el cuarto planeta en el Sistema Solar. Sin embargo, a la NASA se le dificultaba cada vez más justificar su enorme presupuesto al Congreso de Estados Unidos. Cierto, la tecnología que empleaba el programa espacial podía ser replicada y aprovechada en otros ámbitos de la industria y la vida privada, pero al mismo tiempo, Estados Unidos estaba perdiendo una guerra en Vietnam y se aproximaba otra elección presidencial. El gobierno no podía decirle a los estadounidenses que no había dinero para combatir la pobreza cuando al mismo tiempo estaba enviando gente a la Luna a recolectar piedras. Porque eso es lo único que había en la Luna, ¡piedras! Cuando los españoles llegaron a América, éstos quedaron impresionados con el maíz, el tabaco, el cacao, pero sobre todo, el oro. En la Luna no había nada. Cierto, por su composición mineral las rocas lunares ofrecían algunas pistas sobre el origen del mundo, pero no había nada que se pudiera explotar. Por eso no eran pocos lo que ironizaban que si hubieran encontrado yacimientos de petróleo en la Luna, ya habría ciudades por allá.

Soldados de Estados Unidos se enteran del alunizaje desde Saigon, Vietnam. (AP Photo/Hugh Van Es)

Así que el Congreso le recortó el presupuesto a la NASA y cancelaron Apolo. Al fin y al cabo, ya existía la percepción en la opinión pública de haber cumplido la meta de ganarle la carrera espacial a la Unión Soviética. Así que, con un presupuesto mucho más modesto, la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio (la NASA pues) se enfocó en una meta más modesta, la investigación del espacio exterior. Tanta fue la prisa por llegar a la Luna y plantar su bandera, que no se habían detenido a estudiar con profundidad todo lo que había en el trayecto. Así que la NASA se quitó su gorra de explorador y se puso su gorra de científico; fue así como nació el muy menospreciado Programa del transbordador espacial (entre muchos otros proyectos menores), el cual mantuvo ocupado a la NASA desde finales de los 70 hasta 2011.

¿Por qué renació el interés por regresar a la Luna?

A 50 años del primer alunizaje, es evidente que hay un nuevo interés político por volver a transportar a un hombre (y a una mujer) a la Luna. ¿Pero se trata de un simple capricho nostálgico o existe algún incentivo real?

Por supuesto que hay un incentivo, y esto se debe a que NASA no es la única interesada en regresar a sus viejos lares. Otros países, como Rusia y China, están invirtiendo en proyectos espaciales con vehículos exploradores, como el Chang’e 4, el primer rover que pudo aterrizar en el lado oculto de la Luna; pero no se trata únicamente de los viejos rivales ideológicos de EE.UU. También la iniciativa privada tiene sus miras puestas en la Luna, y empresarios como Jeff Bezos y Elon Musk cabildean con el gobierno para que invierta más en sus programas espaciales, y claro, lance las licitaciones correspondientes y asigne jugosos contratos multimillonarios.

Jeff Bezos frente a un modelo del módulo lunar de Blue Origin (AP Photo/Patrick Semansky)

Aparte de esta nueva carrera espacial, trasciende la recién confirmación del descubrimiento de agua congelada en los polos lunares. A mediados de 2018, la NASA explicó que este hielo se encuentra escondido en algunos cráteres ubicados en la zona de sombra permanente de los polos norte y sur de la Luna, donde la temperatura máxima es de -120ºC. Pero hay que manejar esta información con cautela, ya que sólo el 3.5% de la superficie de dichos cráteres ofrecen rastros de agua.

Aunque la noción de que esta agua congelada pueda ser transportada a la Tierra no es muy descabellada, este recurso también sería necesario para que la humanidad pueda construir una base, ya sea en la Luna o en órbita lunar. Pero un momento, ¿una base lunar? ¿Y en la década entrante? Parece que ya estamos hablando de historias de ciencia-ficción, aunque cabe resaltar que esta es la nueva meta de la NASA. Quedarse en la Luna. Así es como lo venden en sus más recientes videos promocionales.

Suena emocionante, ¿no? ¿Pero qué tan factible es?

Ok, ya en serio. ¿Hay un plan de verdad para ir a la Luna?

En su primer discurso de campaña por la reelección como presidente de Estados Unidos, Donald Trump se comprometió a invertir en un programa espacial que conduciría a la exploración de Marte (además de curar el sida y el cáncer). Pero antes de invadir el planeta rojo, es prácticamente obligatorio que los astronautas regresen a la Luna. ¿O no?

Desde hace varios meses, el vicepresidente Mike Pence y el administrador de la NASA, Jim Bridenstine, han querido vender la idea al Congreso de emprender misiones tripuladas a la Luna para el 2028, pero gracias al nuevo entusiasmo de la Casa Blanca, en mayo de este año, la NASA anunció planes de regresar a la Luna para el 2024. Lo cual suena francamente ridículo, no solo por la falta de tiempo, sino también por el hecho de que 2024 resultaría ser el último año de Trump en el poder, por lo que el presidente busca que su legado político sea acentuado por un logro científico extraordinario.

Sea un capricho de Trump o no, la NASA tiene luz verde para trabajar en el Proyecto Artemisa, bautizado así porque Artemisa era la hermana gemela de Apolo en la mitología griega, y también porque el proyecto incluye el objetivo de llevar a la primera mujer a la Luna. En la estrategia original que contemplaba misiones para 2028, la NASA iba a construir un gateway en el espacio con el apoyo del Sistema de lanzamiento espacial (SLS, por sus siglas en inglés), un cohete de tamaño titánico que ha estado en los hangares de NASA desde hace años. El cohete transportaría las misiones de Artemisa con la nave espacial Orión al gateway, y una vez construido, éste serviría de plataforma en órbita lunar para que los módulos puedan descender a la superficie.

Mike Pence frente a un modelo de la SLS (NASA/Bill Ingalls)

Sin embargo, el plazo de 2024 obliga al Proyecto Artemisa a modificar de manera radical su calendario. Bajo el nuevo esquema, la construcción del gateway se pospone, pero sí se construye una versión más pequeña, como un módulo con capacidades especiales, el cual debe estar listo para 2022. Éste artefacto serviría de plataforma para que los módulos lunares puedan hacer sus primeros descensos en 2024. Con el fin de llegar a este punto, la NASA se apoyará más que nunca en las agencias espaciales de otros países y en el sector privado, no solo en viejos aliados como Boeing y Lockheed Martin; también hay posibles alianzas de trabajo con SpaceX, creadores del impresionante cohete Falcon Heavy, y Blue Origin, una iniciativa de Amazon, entre otras empresas.

La NASA ya pidió un incremento de 1.6 mil millones de dólares a su presupuesto de 2020, el cual se colocaba en 21 mil millones de dólares. Igualmente, advirtió que va a necesitar todavía más recursos en los años sucesivos para poder llegar a la Luna antes de 2024. No obstante, los especialistas estiman que la NASA va a requerir, al menos, 4 o 5 mil millones de dólares adicionales cada año, y es poco probable que el Congreso le suelte un cheque en blanco a NASA. Sobra decir que la comunidad científica mantiene un alto nivel de escepticismo sobre todos los aspectos del proyecto.

A todas luces, el gobierno de Estados Unidos debería evaluar otros objetivos más apegados a su realidad económica y política. Vamos, hallar una solución al cambio climático suena más factible que regresar a la Luna en cinco años y el calentamiento global es un problema que entra bajo la jurisdicción de la NASA. En lo que respecta a los intereses del sector privado, quizás Jeff Bezos y Elon Musk deban buscar otros clientes para sus juguetes espaciales. Quizás China esté interesada…

Ilustración principal: @esepe1

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