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¿Cuál es el verdadero origen de los Reyes Magos?

Descifrar el misterioso origen de los Reyes Magos nos puede ayudar a descubrir el significado de la fiesta que celebra su llegada.

La noche del 5 de enero, millones de niños esperan emocionados la llegada de los tres Reyes Magos en varios países donde algunas tradiciones cristianas aún son celebradas por las masas. Así como los regalos que deja Santa Claus debajo del árbol de Navidad, los Reyes se apoyan en sus poderes mágicos para ingresar silenciosamente a las viviendas de los fieles y dejar un par de obsequios para el deleite de los pequeños, quienes deben estar en cama a estas horas muertas de la madrugada.

Algunos niños dejan su zapato bajo el árbol, otros todavía recurren a la bota colgada en la chimenea para escribirles una carta, y todavía los hay quienes sueltan sus misivas atadas a un globo (¡ya no hagan eso!, contaminan el ambiente). En lugar de las galletas y el vaso de leche que dejamos en la mesa para Papá Noel, algunas familias todavía llenan una cubeta de agua y la ponen afuera de la casa, para que los camellos de los Reyes puedan refrescarse. Simpáticos rituales como estos ayudan a fortalecer la esencia cultural de esta tradición frente al bombardeo de intereses capitales que solo quieren venderte juguetes.

Aunque la popularidad de la figura importada de Santa Claus a menudo opaca la regaliza de los Reyes (dichosos sean los niños que son consentidos con tantos obsequios entre el 25 de diciembre y el 6 de enero), el ritual del pan sigue siendo celebrado sin falta. Rosca de Reyes en México, Roscón en España, Galette des Rois en Francia, King Cake en Estados Unidos, Bolo Rei en Portugal… tenga el nombre que sea o el tamaño que adopte, la idea es la misma, reunir a la familia y seres queridos alrededor de un pan con forma de corona, adornado con varias confituras, todo sea para honrar el nacimiento del Niño Dios, Rey de Reyes.

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Esta enorme fiesta global que gira en torno a la llegada de los Reyes Magos -la llamada Epifanía, es decir, la revelación de Jesús al mundo pagano- tiene su origen en un puñado de versículos de Mateo, el único de los evangelistas que narra la visita de los Sabios de Oriente. De hecho, el Nuevo Testamento nos ofrece pocas pistas sobre la verdadera identidad de estos sujetos que de alguna manera terminaron con los nombres de Melchor, Gaspar y Baltazar. Lo que cede a la pregunta…

¿Quiénes eran en realidad estos “Reyes Magos”?

Muy bien. Saquen su Biblia y ábranla en el capítulo 2 del Evangelio según San Mateo y lean conmigo.

Después de que Jesús nació en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes, llegaron a Jerusalén unos sabios procedentes del Oriente.

Aquí surgen las primera interrogantes. Mateo nunca menciona la cantidad de sabios que visitan Jerusalén. Por “unos sabios” podemos inferir que son tres, cuatro, ocho o doce sabios, de acuerdo a las creencias de los armenios. Por lo menos sabemos que son “procedentes del Oriente”, lo que descarta el mito de un rey africano y otro europeo. Al oriente de Judea en los tiempos del emperador romano César Augusto estaba la potencia iraní del imperio parto, razón por la cual los Reyes Magos visten atuendos tradicionales de Persia en las primeras representaciones de las que se tiene registro. También cabe resaltar que al norte del territorio controlado por el imperio parto estaba Armenia y al sur estaba Arabia y Yemen.

Pero sigamos con la lectura…

-¿Dónde está el que ha nacido rey de los judíos? -preguntaron-. Vimos levantarse su estrella y hemos venido a adorarlo.

Aquí hay otra pista que nos indica que los sabios vienen de Persia. Mateo nunca se refiere a estos personajes como reyes, sino como “sabios” o “magos”. Aquí debo abrir un paréntesis para explicar la principal religión que se practicaba en Partia, el zoroastrismo, una religión que se basa en las enseñanzas del profeta iraní Zoroastro, también conocido como Zaratustra. Así como el judaísmo, el zoroastrismo es una religión monoteísta que idolatra a un dios creador de todo, al que llaman Ahura Mazda.

A la cabeza de esta religión estaba una clase de sacerdotes-hechiceros conocidos como Magi. Uno de los principales campos de estudio de estos sacerdotes eruditos era la astrología, por lo que no debe ser sorpresa que estos sabios hayan llegado a Jerusalén guiados por una estrella (curiosamente, lo que entendemos hoy por la palabra “mago”, como un ilusionista o un prestidigitador, tiene su raíz etimológica en estos sabios guardianes del legado de Zaratustra). Para un magus, las estrellas eran como su GPS, y para moverse por el mundo, debía saber leer su posicionamiento en el firmamento nocturno. Para estos lectores del cosmos, la estrella que siguieron hasta Judea debió de estar gritándoles con mayúsculas YA NACIÓ EL REY DE LOS JUDÍOS, HOY EMPIEZA LA ERA ANNO DOMINI.

Cuando lo oyó el rey Herodes, se turbó y todo Jerusalén con él. Así que convocó de entre el pueblo a todos los jefes de los sacerdotes y maestros de la ley, y les preguntó dónde había de nacer el Cristo.

Resulta irónico que Herodes I el Grande, rey de Judea y vasallo de Roma, se enterara del nacimiento de Jesús a través de los sabio de Oriente. Es evidente que los magos de Persia tenían que gozar de cierta credibilidad y prestigio, incluso entre los judíos, de lo contrario, Herodes no le hubiera dado crédito a sus palabras. Los nobles de Israel debieron alterarse con la posibilidad de que existiera otro “rey de los judíos”, sobre todo si fueron alertados por un grupo de hechiceros extranjeros. Al final de su vida, Herodes tenía fama de tirano y paranoico. A pesar de su edad, no iba a arriesgar el futuro de su dinastía frente a la posibilidad de un usurpador, por más remota que sea.

-En Belén de Judea -le respondieron-, porque esto es lo que ha escrito el profeta: “Pero tú, Belén, en la tierra de Judá, de ninguna manera eres la menor entre los principales de Judá; porque de ti saldrá un príncipe que será el pastor de mi pueblo Israel.”

Mateo está citando al profeta Miqueas de Moréset en Miqueas 5:2, Viejo Testamento. Lo que nos indica que la llamada Estrella de Belén pudo guiar a los sabios de Oriente hasta Judea, pero no hasta Belén, un pueblo que se ubica a 10 kilómetros al sur de Jerusalén. El GPS estelar no resultó ser tan preciso. Por consiguiente, las intenciones ingenuas de los magos, al consultar a Herodes, pudieron ser indirectamente responsables del sangriento episodio conocido como la Matanza de los Inocentes.

Representación del siglo III de los sabios (Public Domain, https://en.wikipedia.org/w/index.php?curid=10537078)

Luego Herodes llamó en secreto a los sabios y se enteró por ellos del tiempo exacto en que había aparecido la estrella. Los envió a Belén y les dijo: -Vayan e infórmense bien de ese niño y, tan pronto como lo encuentren, avísenme para que yo también vaya y lo adore.

Aquí Mateo nos señala que, si bien la estrella no indicaba el lugar exacto del nacimiento de Cristo, sí les indicó el tiempo exacto. De esta manera, Herodes supo que todo varón menor de dos años de edad representaba una amenaza a su reinado, un dato crucial cuando ordenó la ejecución de todos los niños que cumplían estas características en Belén y sus alrededores, tal como se narra en Mateo 2:16. Hasta la fecha se desconoce si la llamada Matanza de los Inocentes fue un acto que realmente ocurrió en la historia (aunque tampoco sería una orden inverosímil viniendo de él). El mismo Herodes murió poco tiempo después.

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Hay otro dato interesante que nos revela este par de versículos. Por lo menos ya había transcurrido un año desde que los magos detectaron la estrella, es decir, desde que nació Jesús, hasta el encuentro de los sabios con Herodes. Sería absurdo pensar que los sabios lograron hacer el recorrido en camello desde Persia hasta Judea en tan solo doce días, ya sin mencionar todos los preparativos que un viaje de esta magnitud implicaba en el siglo I.

Después de oír al rey, siguieron su camino, y sucedió que la estrella que habían visto levantarse iba delante de ellos hasta que se detuvo sobre el lugar donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de alegría.

Bueno, los sabios ya tenían las direcciones para llegar a Belén gracias a Herodes. Encima de esto, Belén era un pueblito de cerca de 300 habitantes por aquella época, según los cálculos del arqueólogo William Foxwell Albright. Cualquiera diría que la reaparición tardía de la estrella debió de ser de poca ayuda, aunque si me permiten salir en defensa del astro, los habitantes de Belén tendrían que mirar con sospecha a un grupo de extranjeros provenientes de un imperio enemigo preguntando de puerta en puerta si vivía un niño de un año en su morada.

El Greco (Public Domain, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=35846297)

Cuando llegaron a la casa, vieron al niño con María, su madre; y postrándose lo adoraron. Abrieron los cofres y le presentaron como regalos oro, incienso y mirra.

Este versículo es el más importante en la evolución de las interpretaciones que terminaron por darnos las imágenes modernas que tenemos de Melchor, Gaspar y Baltazar. Según los exégetas, la única señal que nos ofrece Mateo sobre la cantidad de magos que llegaron a Belén, es que éstos ofrecieron tres regalos a los pies de Cristo. ¿Por qué habrían de ser cuatro, siete o doce sabios si solo presentaron tres regalos? ¿Qué tan grande sería la vergüenza del mago que llega ante un rey anunciado por las estrellas con las manos vacías? Ante esta lógica irrefutable, vemos que son tres.

Este versículo también sería la semilla de por qué nos referimos a estos personajes como “Reyes Magos” y no simplemente como “Magos”. Cabe mencionar que los sacerdotes-hechiceros de Partia pertenecían a una clase sumamente temida y respetada, pero no eran monarcas. Aquel título de “Reyes” se les pegó por lo que dictan las Sagradas Escrituras, en específico Isaías 60:3, así como Salmo 68:29 y Salmo 72:10, versículos que señalan que los reyes de las naciones del mundo “se inclinarán” para adorar a Dios en la Tierra y “ofrecerán presentes”, tal como lo hicieron los sabios. Ante esta lógica adicional y también irrefutable, vemos que son tres, son Reyes y, lo que ya sabíamos, son Magos. Ergo, tres Reyes Magos.

Por supuesto, el dato de que los sabios ofrecieron oro, incienso y mirra carga con su propio peso simbólico. Estos significados fueron explicados por uno de los padres fundadores de la Iglesia, Origenes Adamantius, en su tratado del siglo III, Contra Celsum: “Oro, como a un rey; mirra, en cuanto a uno que era mortal; e incienso, como a un Dios.” ¿Qué pensaría Mateo si supiera que este detalle de las ofrendas se convertiría, un par de milenios después, en un ritual multimillonario, más materialista que cristiano?

Entonces, advertidos en sueños de que no volvieran a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.

Mira qué conveniente.

Y esa es la, digamos, verdadera historia de los tres o cuatro o doce Reyes o, mejor dicho, Sacerdotes Magos, o más bien, Sacerdotes Astrólogos.

Estos personajes no serían reconocidos bajo los nombres de Melchior, Caspar y Balthassar sino hasta 500 años después del nacimiento de Cristo, en Alejandría, en una crónica escrita en griego y traducida al latín bajo el título Excerpta Latina Barbari.

Desde entonces, la leyenda de los tres Reyes Magos creció con el paso de los siglos, y cómo nunca hubo alguna certidumbre sobre las identidades o los orígenes de estos personajes marginales de los evangelios, cada pueblo se tomó la libertad de modificar la historia de acuerdo a sus necesidades culturales.

En algunas partes del mundo, Melchor se transformó en el viejo con rasgos caucásicos que ofrecía el oro a Jesús, mientras que Gaspar era un rey oriental de mediana edad que traía incienso. A veces los papeles se invertían: Gaspar era el rubio europeo y Melchor era un hindú o un chino. Más peculiar fue la evolución de Baltazar, quien se convirtió en un rey de procedencia africana o árabe. En países de Europa, como en Alemania o España, no es raro que los niños todavía se pinten la cara de negro para representar a este Rey Mago en su versión de la Epifanía.

La verdadera identidad de los Reyes Magos, así como la evolución de su leyenda y los rituales que se incorporaron a la celebración de su llegada, no dejan de ser temas fascinantes, tanto por su misterioso origen bíblico como por los efectos sociológicos de las tradiciones cristianas en la modernidad. Pero investigar los orígenes de una costumbre no debe ser percibido como un intento de desmitificar la esencia espiritual de una tradición, sobre todo si está apegada a una creencia religiosa, sino al contrario, de volver a descubrir el poder de los símbolos inherentes al mito.

Imagen principal: Valentina Avilés

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