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Redefinir éxito

En el entorno que crecí, se califica de exitoso a quien que ha logrado ciertas metas exógenas, visibles ante terceros.

Crecí con una idea clara del significado de la palabra éxito; un típico niño de clase media bombardeado por los medios y personas que le rodeaban de la suficiente información como para poder formar un criterio claro al respecto.

En el entorno que crecí, se califica de exitoso a quien que ha logrado ciertas metas exógenas, visibles ante terceros, como ocupar buenos puestos laborales, ser un político reconocido, comerciante o prestador de servicios profesionales y además aglutinar una buena cantidad de dinero por ello, en síntesis, destacar, separarte de la masa. Ese consenso parece que se repite por doquier, así que tienes que echarle todas las ganas para entrar en una de esas casillas si quieres ponerte la estrellita en la frente (que se vea pues), para ser considerado exitoso algún día.

Foto: Alfonso Cuarón sosteniendo sus premios Oscar. (Reuters)`

Fueron privadas las escuelas a las que fui y conforme íbamos creciendo los chamacos, íbamos entrando a la “difícil” tarea de elegir quién demonios ser en esa carrera al éxito. Elegir porque todos sabíamos que recorreríamos las aulas universitarias y muy probablemente a nivel posgrado. Esa es la certeza de un joven como yo, afortunado, de clase media, que a pesar de que mis padres en algunas ocasiones tuvieron que hacer malabares para sortear el pago de las colegiaturas, siempre estuvieron apoyándonos a mí y a mis hermanos en todo, presentes y gestionando nuestras vidas en entornos predominantemente afectivos, fuera de peligro, cerca de actividades deportivas, estudio y esparcimiento; eso sí, pagar mi carrera en una universidad privada ya no fue viable y mi única alternativa (con la cual yo estaba fascinado), era estudiar en la universidad pública, Derecho en la UNAM precisamente. Fui admitido después de varios intentos, siendo aquello de la gratuidad, en mi caso, un apoyo indispensable para poder continuar con mis estudios.

Tuve suerte de tener buenos maestros, en su calidad de jefes, socios, clientes, contrapartes, jueces, secretarios de acuerdos, colaboradores, de todos iba aprendiendo y mejorando en el ejercicio de la profesión, y en ese supuesto ascenso profesional, que en gran medida se debe a que conozcas gente que pueda requerir de tus servicios o bien, gente que conozca gente que te acerque a un buen asunto, sabía que lo único que tenía que hacer era poner todo mi empeño, ser responsable y diligente. Nunca llegué a dudar de que eso me traería tarde o temprano grandes satisfacciones y así fue.

En esta certeza en la que yo me pude colar, es donde están las oportunidades. La verdad, no es nada del otro mundo, simplemente hay ciertas oportunidades que, con estar un poco despierto, como yo lo estaba, vas encontrándote con ellas.

Estudiantes descansan en un jardín junto a la Biblioteca de la UNAM (GettyImages/Archivo)

En estos últimos años se ha hecho mas amplio mi espectro visual y he estado viendo a partir de la mirada de otros, quizás sea cuestión de madurez, o que cuando eres padre te salen otros ojos y no tienes más remedio que mirar mas allá de tus narices. Vivo entre San Diego y Tijuana y acá se ha hecho muy evidente que aquella ruta que me fue facilitada por mis padres y mi entorno, es prácticamente inexistente en la gran mayoría del país. Solo un 15% de los mexicanos logra graduarse de una carrera universitaria. Millones de Mexicanos cruzan la frontera norte para colarse en una cierta densidad de oportunidades que no existe en su lugar de origen, eso es lo que ofrece los Estados Unidos: jale, trabajo, oportunidades. Muchos no lo logran y quedan en las ciudades fronterizas mexicanas. Eso de cruzar no es para todos, también se requiere de cierta habilidad y de mucha suerte.

Sí en México es tan drástica la diferencia de clases, es porque las oportunidades se concentran en una minoría y esto se debe a una instrucción social encriptada que es: constrúyete a ti mismo y sepárate de aquellos que tienen menos oportunidades que tú, se un campeón en lo individual.

México espera muchísimo y con razón, de los que tuvimos la gran oportunidad de ser parte de ese 15% de la población, graduados universitarios. Por más jardineros y cocineros mexicanos con los que he tenido la oportunidad de platicar acá, del otro lado, no he encontrado algún graduado universitario entre ellos.

¿Que pasaría si ese 15%, en un ejercicio de reconstrucción nacional, nos integráramos a la educación pública, que es donde más nos necesitan?

Quizás podemos disponer de unas horas a la semana para intentar ecualizar el paisaje educativo mexicano, que sin duda es el gran rezago y origen del barril sin fondo en el que hoy nos encontramos.

Ese es el ejército que se antoja reclutar. El alma del ejercicio consiste en que los mexicanos que tuvimos más oportunidades vayamos a donde no las hay, que redefinamos el concepto de éxito en México, ser parte de esa generación de mexicanos que reconstruyeron México con sus manos, con su tiempo, con su acercamiento a la gente que menos suerte tuvo en la vida para que la tenga y logren la consistencia educativa que nosotros tuvimos.

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