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El 1% que controla tu destino: México y la desigualdad

En México, el 1% de la población controla más de un cuarto de la riqueza de todo el país.

¿Estás seguro de que eres libre? Al final de su enorme novela, La guerra y la paz, Lev Tolstói inserta un ensayo sobre la historia de la humanidad y la libertad de los y las humanas. Según sostiene, en nuestra vida cotidiana experimentamos la libertad, e incluso sostenemos que somos libres si nos lo preguntan. Sin embargo, cuando analizamos procesos históricos que van más allá de una vida humana, encontramos que los actores sociales suelen comportarse como deben con el fin de generar un producto histórico determinado. Es decir, desde esa perspectiva, los humanos parecemos una pieza minúscula y bien delineada que compone un gran panorama político y económico sobre el que tenemos una nula influencia.

Algo similar ocurre en el panorama económico actual. Como experiencia personal, podemos convencernos de que nuestros logros son mérito personal, tenemos un título universitario porque estudiamos, tenemos un sueldo porque trabajamos por él y nuestra casa es producto de nuestro esfuerzo sostenido por años. Pero, ¿realmente es así?, ¿qué tanto depende de nosotros y qué tanto del lugar y las condiciones en las que nacimos?

 

(AP Photo)

Panorama de desigualdades

La desigualdad no se parece a otras categorías, como marginación o pobreza. La desigualdad es un concepto de comparación. Es decir, uno es desigual con respecto a otro. Un país puede ser pobre, y por lo tanto sus habitantes serán todos más o menos igual de pobres. Ese es un problema diferente al de países que pueden ser ricos, o tener muchos recursos, y en donde aun así hay muchos pobres. En México, por ejemplo, el 1% de la población controla más de un cuarto de la riqueza de todo el país. Peor aún, los diez mexicanos más ricos tienen el mismo dinero que la mitad de mexicanos más pobres, es decir, unas 60 millones de personas.

¿Qué pueden hacer esas diez personas?, ¿cómo influyen en el rumbo del país?, y ¿qué pueden hacer las otras 60 millones? Tal desigualdad cierra la puerta para algunos y la abre para otros. No todas las puertas están igual de abiertas o igual de cerradas para todos, ¿de qué depende? El mito del esfuerzo personal es insostenible en este contexto. Sólo el 2% de los pobres en México que nacen en el 20% más pobre alcanzan a entrar en el rango del 20% más rico. ¿Cómo es esto? Pongamos un solo ejemplo, el de la educación.

Se supone que la educación es una herramienta para “superarnos”, y que en México todos tenemos el mismo derecho de acceso a la educación. Se ha avanzado en ello, ahora más jóvenes entran a la secundaria que hace diez años, pero en ciudades pequeñas, y zonas rurales e indígenas hay más deserción y menos calidad educativa. Imaginen que una joven de secundaria tiene el sueño de alcanzar una educación universitaria de calidad, ¿de qué depende que lo logre o no? Si ella nació en una de los estados con menor nivel educativo o en zonas rurales, por más que se esfuerce, tendrá un rezago que le dificultará entrar a alguna de las instituciones educativas más importantes del país, aun cuando sean públicas y gratuitas. Además, nació mujer, lo cual implica que necesita esforzarse aún más que sus compañeros varones; y si a eso le sumamos que es indígena, entonces las probabilidades de que termine la secundaria y la preparatoria son menores; y además la calidad de sus aprendizajes será mucho menor a la de otros contextos. Esto sin contar los retos de empleo que tendrá una vez que entre al mercado laboral.

 

(Getty Images)

¿Importa el mérito personal? Es difícil descartarlo, pero lo que sí sabemos es que su influencia es menor respecto a otros elementos que son azarosos, como el lugar en el que nacimos. Probablemente tú crees que lo que has logrado es mérito tuyo, y tal vez algo haya de eso, pero, por lo que podemos ver, también hay que considerar que llegaste hasta donde estás con menos cargas que otros que no lo lograron. ¿Qué tan libres realmente somos si lo que podemos elegir y a lo que podemos acceder dependen del lugar en el que nacimos?

 

¿Por qué seguimos siendo desiguales?

Los efectos de la desigualdad son palpables en la forma en la que accedemos a educación, salud, empleos, cultura, etc. Lo que no es tan evidente, es qué la causa.

Desde el siglo XIX la desigualdad se justifica porque se cree que los ricos, como tienen recursos, son más productivos y generan más riqueza para la nación. Es el mismo argumento del Consejo Empresarial, que dice que las empresas son las que crean empleos y por lo tanto hay que apoyarlas. En suma, el 1% sostiene que no importa cómo se divide el pastel, lo que importa es qué tan grande es. De manera que si es suficientemente grande, alcanzará a satisfacer a todos, los ricos serán más ricos y los pobres menos pobres.

(AP Images)

La evidencia muestra lo contrario. En realidad, entre más riqueza concentre el 1%, menos se interesa por el 99% restante. La desigualdad se sostiene porque el 1% trabaja para que se mantenga así. Entre más rica sea una persona, menos invierte en el bienestar general, pues los bienes públicos como la educación, la salud, el esparcimiento y la cultura no le interesa porque puede pagarlos por ella misma. Al contrario, entre más rica sea una persona, menos impuestos buscará pagar, más lejos estará del 99% y más difícil será para ella relacionarse empáticamente con el 50% más pobre. Por eso los ricos (y los que aspiran a serlo) siguen diciendo que los pobres “son pobres porque quieren”.

No obstante, la desigualdad no depende de ese 1%, sino de las instituciones encargadas de nivelar el campo de juego; es decir, del Estado. Se supone que como mexicanos, los diez más ricos tienen los mismos derechos que los 60 millones más pobres, pero en la práctica no es así. No se trata solamente de la responsabilidad individual, sino de detener y revertir este proceso social que beneficia al 1%. Sin embargo, en un sistema económico que ha sido identificado como capitalismo “de cuates”, como es el de México, en donde la corrupción de estado está aliada a la corrupción de las altas esferas empresariales y hasta con el crimen organizado, tratar de disminuir las brechas de desigualdad es un reto gigantesco.

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