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Es caminando, imbécil

Una de las actividades que más he disfrutado en mi vida ha sido correr.

Una de las actividades que más he disfrutado en mi vida ha sido correr. Estaba convencido de que estaba hecho para ello y se debía al gran disfrute que me provocaba entrenar junto con otros batos locos de allá de por Viveros de Coyoacán. Mi físico estaba a mi favor (soy de pata flaca y medio chaparro) y recuerdo que las carreras que corrí eran rituales hechos y derechos, en donde aprovechaba para hacer todo mi esfuerzo, de manera planeada y enfocada, lograba lo que yo llamaba “buenos tiempos”. También soy medio obstinado y eso es un requisito para el corredor de fondo.

Cuando haces lo que describí en el párrafo anterior por lo general te lesionas, es muy común lidiar con dolores en rodillas, planta del pie, tobillos, músculos gemelos, banda iliotibial, etc… hielo, desinflamatorios, médicos, es el pan de cada día.

Hace un poco mas de un año me lesioné después de correr por varias semanas junto con otros batos locos de acá en las Montañas del Sur de California. No calculé y me lesioné la banda iliotibial (es un tejido que une la cadera con la rodilla, y se encuentra entre la piel y el músculo quadricep) y la lesión lleva mas de un año, la cosa es que estoy muy agradecido con esa lesión porque gracias a ella, hice uno de los hallazgos mas chingonométricos de mi vida: ¡caminar!

Un par de meses atrás, comencé a caminar un poco desesperado por no ver la hora de poder empezar a correr, cuando lo intentaba aparecía el dolor a pesar del hielo, las compresas de calor, de los estiramientos y hasta desinflamatorios que varios médicos me recetaron. Mi mente no me permitía disfrutar de esas caminatas porque pensaba en la frustración de no poder correr de nuevo.

1880: Un jugador de rugby corriendo con la pelota durante un juego. (Foto por Rischgitz / Getty Images)

Hubo un momento de esas caminatas que empezaron a ser muy diferentes.

Por azar del destino, abrí un libro que me obsequió un amigo abogado, después de permanecer cerrado por diez años, Gracia y Coraje de Ken Wilber. Me dio curiosidad el golpe de intuición que me llevó a ese libro de nuevo y que me lo vuelvo a echar. Lo disfruté mucho, pero sobretodo me clavé en la parte de que buena cantidad de los grandes científicos del siglo XX también eran místicos, esto es, aceptaban sus límites y los de la ciencia en el intento de acudir a la verdad completa del universo. Erwin Schrödinger, premio Nobel y uno de los padres de mecánica cuántica dijo:

No es Posible que esa unidad de conocimientos, sentimientos, y elecciones que llamas tú mismo haya surgido de la nada, en un momento dado y no mucho tiempo atrás; mas bien, y por el contrario, esos conocimientos, sentimientos y elecciones son esencialmente eternos, inmutables y numéricamente uno en todos los hombres; y es más, en todos los seres sensibles. Por inconcebible que pueda parecer a la razón ordinaria, tú mismo — y todos los demás seres como tales —están en todo. Por ello, la vida que tú vives no es simplemente una pieza más en la existencia sino que es, en cierto sentido, la totalidad…

En este contexto, mis caminatas jamás volvieron a ser iguales, empecé a darme cuenta de la gigante diferencia entre correr y caminar. Cuando corría iba en un estado como de depredador, jadeando, con fuerza en mis brazos y mis piernas, como cazador, enfocado y agudo, en trance y ritmo, mis ideas eran un cocktail de pensamientos diversos y dispersos, donde la gran mayoría eran de situaciones que no tenían que ver con el lugar en donde me encontraba. En cambio ahora, cuando camino, es como si me pusiera unos lentes especiales, mi ejercicio es de ver y sentir mi entorno en su totalidad, en donde yo soy parte, donde todo es parte, donde todos son parte; caminar es solo un pretexto para acudir de golpe al espectáculo de la realidad.

Esto se puede hacer con una gran naturalidad al caminar, mas no al correr. El tiempo es diferente, no hay jadeo ni prisa, no hay dolor, la idea es ir disipando todo aquello que te estorbe de la realidad que te rodea, pensamientos que nada tienen que ver con esos árboles, con esas nubes, con esos personajes que pasan cerca de ti.

Esto no es broma, es de los ejercicios más hermosos que he descubierto en mi vida, quizás ya estoy ruqueando o ya ruqueé, Al principio pensé que tan sublime actividad había llegado un poco tarde a mi vida, pero después entendí que llegó cuando tenía que llegar, justo a tiempo.

Piensa que los automóviles solo tienen 100 años en el planeta, piensa en el regalo que hay detrás de controlar el tiempo, de volver a caminar sin tener que correr.

Ningún médico puede negar que quizás, la salud de la humanidad mejoraría dramáticamente, solo con que volviéramos a caminar sin prisa, con tiempo.

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