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The Execution: los asesinos seriales del sistema soviético – Reseña especial Sitges 2021

The Execution de Lado Kvataniya es una brillante ópera prima sobre la caza a un asesino serial real del fin de la era soviética.

The Execution es una de las óperas primas que más entusiasmo despertó en el festival de Sitges 2021. Se trata de un gran thriller policiaco que cuestiona los principios culturales del género.

Cuando pensamos en asesinos seriales, recordamos inmediatamente grandes películas icónicas sobre el tema, decenas de series de Netflix, alguna que otra anécdota macabra de color local. Pero, fuera de la nota roja cercana, las más clásicas cintas sobre asesinos seriales giran en torno a personajes de la cultura occidental. Recientemente, con su bombardeo de series sobre true crime, Netflix empezó a ampliar un poco los horizontes. Para apelar al público latino, por ejemplo, comenzó a hacer series sobre asesinatos reales en toda Latinoamérica.

Aún así, como bien demostró la interesante miniserie I’ll Be Gone in the Dark (2020) de HBO, el boom del true crime sucedió en Estados Unidos y se enmarca en obsesiones estadounidenses. Incluso si nos remontamos a las narraciones europeas fundacionales de Jack the Ripper o, con la llegada del cine sonoro, a la magnífica M, el vampiro de Düsseldorf de Fritz Lang, es evidente que el subgénero del asesino serial contemporáneo nació con la perturbación del orden por lo perverso en una sociedad industrial, que se dice civilizada, esencialmente occidental.

Con The Execution, Lado Kvataniya trata de cambiar el juego. Tomando la pauta de grandes cintas clásicas del género (en particular Silence of the Lambs de Jonathan Demme), el joven director ruso intenta preguntarse algo interesante: ¿qué pasó cuando llegaron las grandes ideas del profiling psicológico, importadas de Estados Unidos, a la Unión Soviética? ¿Alguna vez se investigó a los criminales en serie con los métodos de una perversa disciplina burguesa como el psicoanálisis? ¿Acaso podríamos pensar en un Mindhunter (2017) en la década de decadencia que siguió al gobierno de Brezhnev entre 1982 y la caída de la cortina de hierro?

La historia de The Execution gira en torno a un detective que encuentra cierta fama en Moscú por atrapar a un asesino serial. Todo, claro, porque lo atrapa usando métodos hasta entonces desconocidos para la intrincada burocracia policial soviética. Este asesino, de tendencia sádica, cometía asesinatos impensables: violaba a niños y luego los asfixiaba, colgándolos desnudos en un árbol, dejándoles los zapatos puestos. Este último detalle cambió todo para el joven detective y nuevas preguntas comenzaron a surgir en su avispada cabeza: ¿por qué un asesino tan terrible, tan perverso, se tomaría el tiempo de desnudar a sus víctimas y luego ponerles zapatos? A través del uso del profiling logró encontrar una respuesta. Y esa respuesta llevó a la gran captura.

Meses después, el politburó, desesperado, lo convoca para coordinar una nueva caza. Un asesino serial lleva años eludiendo a la policía y masacrando mujeres en la provincia rusa. Nadie ha podido detenerlo porque todos se niegan a pensar que puede ser un hombre común: en la URSS, el hombre común es decente y trabajador. No hay más. Pero el joven detective idealista occidentalizado tiene otras ideas sobre la banalidad del mal y la necesidad de justicia imparcial y apolítica.

La caza de este asesino, sin embargo, se muestra algo más complicada. No nada más por la inteligencia del cazado, sino por la codicia del cazador. El brillante detective poco a poco se consume en las lógicas del partido y de la burocracia, poco a poco pierde el piso, poco a poco se asemeja más a lo que juró detener.

The Execution entiende muy bien las pautas del género y quiere, de algún modo, subvertirlas para la sorpresa de un amplio público. Es evidente que aquí no estamos en Estados Unidos o en Europa Occidental. Es evidente que aquí la tortura por parte de la policía está más normalizada que lo que, años más tarde, como vil amateur hijo de la CIA, empleará Jack Bauer. Es evidente que aquí las pruebas se fabrican, que la corrupción es parte del juego, que los meollos políticos se meten hasta en la psique de la gente. Es evidente, pues, que todo lo que no quieren decir en Estados Unidos sobre su propio sistema, se despliega aquí sin cinismo por los hijos decepcionados de la era comunista.

En ese sentido, la cinta de Lado Kvataniya va más allá de su elegancia formal; más allá de la referencia a los claroscuros lluviosos de Fincher en Seven (1995), del recuerdo al neo noir clásico, de la edición cinética en secuencias de acción, la impresionante dirección de actores, y el elegante uso de planos largos de movimiento fluido. Este joven director muestra su verdadero arte en la construcción narrativa hilvanada en analepsis y prolepsis, saltos en el tiempo que reconstruyen, de manera magistral, la historia de un descenso hacia la oscuridad de la venganza y el dolor de la verdadera justicia.

El tribunal popular de Fritz Lang se subvierte, un siglo después para que, al final, esta cinta ilustre, de manera cruel, un viejo aforismo de Koltès:

“No existen héroes sin las manos manchadas de sangre.”

Calificación: 3.5/5

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