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Osamu Tezuka: Más allá de Astroboy

Recordamos la obra, biografía y personajes de Osamu Tezuka, el padre del manga.

La bomba atómica y Mickey Mouse

Osamu Tezuka nació en noviembre de 1928 en Osaka y murió a los 60 años, en febrero de 1989. En su relativamente corta vida produjo más de 700 títulos de manga, tanto largos como cortos, que en total suman unas 150 mil páginas.

La temática que encontramos en su obra va desde el respeto por el medio ambiente, respeto por la vida de todos los seres vivos, un profundo escepticismo hacia la ciencia y la civilización, así como un fuerte compromiso con las causas pacifistas.

El padre de Tezuka, Yutaka, fue un oficinista de Sumitomo Metalwork Industry y estaba profundamente interesado en la fotografía y el cine. En la década de 1930, en un momento en que ir al cine todavía era una actividad recreativa poco común para muchos japoneses, tenía un proyector de películas llamado “Pathé Baby”, que usaba para proyectar películas de Charles Chaplin y Disney en casa.

Mickey Mouse y Disney tuvieron un gran impacto en el pequeño Osamu. El estilo con el que estaba dibujado el icónico ratón es notorio en la obra de Tezuka. Descubrió que esos trazos le podrían permitir contar historias mucho más complejas porque podía diseñar personajes que tenían un atractivo tanto chicos como para grandes.

Tal fue su fascinación por Disney, que en 1941 se encargó de dibujar el manga de Bambi. No por nada el propio Tezuka llegó a declarar:

“Me gustó Disney, yo adoraba Disney, aquí ante ustedes un hombre cuya vida fue determinada por Disney”.

Curiosamente, Disney ha sido señalada por aparentemente plagiar una de las obras más queridas de Tezuka: Kimba, el León Blanco.  Tanto la apariencia, como la trama y múltiples referencias artísticas directas del anime las vemos en uno de los más grandes éxitos del ratón, El Rey León.

Otro hecho que determinó su vida fue la Segunda Guerra Mundial y la bomba atómica.

La observación de la muerte en la guerra y el resurgimiento de la vida de la devastación de la guerra infundió a Tezuka una motivación de por vida para crear manga. Tras ver ciudades arrasadas, miles de vidas perdidas muy de cerca —estaba trabajando en un arsenal en Osaka cuando ocurrieron los bombardeos— el futuro mangaka tomó toda esa experiencia vital para reflexionar sobre ella en sus obras.

Guerra, paz, humanidad en los mangas de Tezuka

Muchas de las primeras obras de Tezuka reflejan fuertemente sus ideas sobre la guerra, la paz y la humanidad, basándose en su experiencia de vida y muerte durante el bombardeo.

La bomba se convirtió en una obsesión particular de Tezuka. Tanto sus mangas como los animes abordan temas como afrontar el dolor y la idea de que la naturaleza en toda su belleza puede verse comprometida por el deseo del hombre de conquistarla.

Sus historias suelen tener un personaje joven que queda huérfano por circunstancias particulares y debe sobrevivir solo. Dos ejemplos son Little Wansa, sobre un cachorro que se escapa de sus nuevos dueños y se pasa la serie buscando a su madre y Two Young Bear Cub, dos ositos que se pierden en la naturaleza y debe encontrar el camino de regreso a su familia. Incluso, el propio Astro Boy, que es abandonado por su creador cuando asume que nunca será el sustituto de su hijo como había imaginado.

Y es en esta historia donde encontramos la crítica de Tezuka a la guerra y el conflicto a través de esta simple pero profunda pregunta: ¿cómo pueden los seres humanos idénticos luchar y matarse entre sí?

A través de Astro Boy vemos que el concepto de Tezuka de una “Tierra Unida” ya está tomando forma, un concepto que elaboró ​​de manera más exhaustiva en trabajos posteriores. Tezuka aprendió de primera mano lo absurdo de luchar entre diferentes razas no solo a través del aterrador bombardeo de la Segunda Guerra Mundial, sino también en su encuentro con la violencia durante la Ocupación Aliada inmediatamente después de la guerra. Un soldado estadounidense lo golpeó cuando intentó evitar que rompiera una ilustración que había dibujado para posteriormente venderla.

Osamu Tezuka creía que la bomba atómica actuaba como el epítome de la capacidad inherente de destrucción del hombre. Sin embargo, aunque Tezuka solía referirse a la muerte y la guerra, también creía en la perseverancia de la humanidad y su capacidad para comenzar de nuevo.

En varias de sus obras, se ve un Japón tanto futurista como histórico, con los temas de la muerte y el renacimiento que se utilizan comúnmente como dispositivos de trama para simbolizar las experiencias de Japón (y de muchos japoneses) durante la guerra y la posguerra, incluidas las secuelas de su destrucción después de que cayeran las bombas. Pero al igual que el Fénix, el pájaro mítico que se prende fuego en el momento de su muerte, —solo para experimentar un renacimiento—, el Japón de Tezuka experimenta una resurrección, que refleja la ascensión de la posguerra de su nación a la superpotencia mundial.

De hecho, Fénix es el título de uno de los mangas más populares de Tezuka, uno que el propio artista consideraba su obra maestra y que quedó inconclusa con su muerte. La obra es una serie de cuentos que tratan de la búsqueda del hombre por la inmortalidad (dado o tomado del Fénix, que representa el universo cuando el hombre bebe un poco de su sangre). Algunos personajes aparecen varias veces en las historias, principalmente de la reencarnación, un precepto común en el budismo.

Crítica social y política

A finales de la década de 1960 y principios de la de 1970, en el apogeo de la Guerra de Vietnam, Tezuka produjo varios mangas para adultos, en particular Black Jack. En esta historia, presenta el trauma psicológico y las graves lesiones físicas experimentadas por los soldados estadounidenses en Vietnam. Black Jack es una serie de dramas médicos que Tezuka comenzó en noviembre de 1973 y terminó en octubre de 1983, produciendo un total de 230 capítulos en los que utiliza plenamente el amplio conocimiento médico que adquirió en los años de la Segunda Guerra Mundial.

El personaje principal es Black Jack, un cirujano muy talentoso, pero sin licencia que salva milagrosamente una y otra vez a pacientes gravemente enfermos y al borde de la muerte. Es un especie de Robin Hood de la medicina, porque le cobra exorbitados precios a los ricos por sus servicios. ¿El motivo? Huir del entramado burocrático japonés para poder proveer servicios de salud dignos a aquellos que lo necesitaban.

Fue su manera de denunciar la corrupción en el sistema y buscar que los japoneses se dieran cuenta de ello. Con Black Jack vemos a un Tezuka más politizado, que buscó usar sus mangas para abordar las inquietudes que lo asaltaban.

Desde la segunda mitad de la década de 1970 hasta el final de su vida, muchas de las historias de Tezuka abordaron la cuestión de la dualidad de la naturaleza humana, la coexistencia del bien y el mal, y cómo resolver varios problemas que surgen de esta contradicción innata, siendo la guerra su máxima expresión.

Uno de sus mejores trabajos es Adolf, publicado en 1983. Una historia de guerra de largo aliento sobre tres hombres, cada uno llamado Adolf  Hitler, un niño judío que vive en Kobe, y un niño nacido de padre alemán y madre japonesa. Esta historia aborda muchos temas importantes como la pureza racial, la etnia, la identidad personal, el nacionalismo, la ideología estatal, la violencia militar, la deshumanización y la corrupción política.

Por ejemplo, el padre del niño judío es asesinado por el niño japonés-alemán que se convierte en oficial nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, después de la guerra, el niño judío migra a Israel y se convierte en un brutal opresor de los palestinos.

A principios de la década de 1980, en un momento en que pocos japoneses prestaban atención al conflicto en Palestina, Tezuka ya estaba presentando este tema a los lectores de manga, señalando claramente que la guerra puede convertir a la misma persona en la víctima como en el agresor. La trama está inteligentemente entretejida en hechos históricos reales, de modo que los lectores aprenden mucho sobre la Segunda Guerra Mundial mientras están cautivados por un manga fascinante.

El mensaje final que los lectores aprenden de Adolf es que cada nación afirma estar actuando con justicia para justificar su conducta, pero el resultado a menudo es una gran “injusticia” para muchas personas, incluidos sus propios ciudadanos… Una ironía de la política.

Sin superhéroes, pero con Buda

Casi no hay superhéroes en la amplia obra de Tezuka. Incluso su manga homónimo, Buda, el místico, es descrito como una persona que lucha por superar varias debilidades y defectos dolorosamente humanos para lograr su objetivo.

En su obra, Buda no es perfecto. Incluso dista mucho de serlo. No es un superhombre ni un ser superior. Es un hombre angustiado cuyo camino lleva a dejar atrás su estatus como el príncipe Siddharta para convertirse en Buda que busca un renacimiento espiritual de la gente en esta época desesperada.

Usando su famosa habilidad de expresión visual, Tezuka, mezcla historia y alegoría para explorar la religión y la filosofía, algo que logra con bastante éxito. El Buda de Tezuka también hace algo que la mayoría de los relatos occidentales de la vida del Buda no se atreven: inyecta humor. En lugar de ser irrespetuoso, el humor ayuda a elevar la historia.

Este manga es considerado una obra maestra, por el simple hecho de lograr explicar los preceptos básicos del budismo de una manera sencilla y comprensible. Porque, entre el humor y las enseñanzas, existen cuestionamientos profundos. El sistema de castas de la India, la crueldad de tal intolerancia institucionalizada y la búsqueda de la igualdad fundamental de todas las personas. El valor inherente de la vida animal es otra preocupación, y los personajes humanos son reprendidos varias veces por abusar de otras especies.

Hasta su muerte en 1989 y desde el comienzo mismo de su carrera como escritor de manga inmediatamente después de la guerra, la fascinante visión y la poderosa imaginación de Tezuka le permitieron mantener un profundo humanismo con una perspectiva global, que trascendía la isla de Japón. Una preocupación por el mundo del futuro y un deseo de que la humanidad pudiera trascender su estado actual para alcanzar el ideal que insinuó en su amplísima obra.

De lo que no nos cabe duda es que el manga y el anime le deben mucho a Osamu Tezuka. Sin sus poderosos trazos e imaginario, el impacto en Occidente tal vez no hubiera sido el mismo. Y gracias a él, millones de personas en todo el mundo le debemos grandes historias e increíbles personajes que nos permitieron soñar que tal vez sí, el mundo puede ser un lugar mejor. Tal como él tanto lo anheló.

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