Inicio  /  Especiales

¿Quién fue Mijaíl Gorbachov, el hombre que terminó con la URSS?

Te presentamos la biografía resumida, los logros y las aportaciones de Mijaíl Gorbachov, el hombre que terminó con la URSS.


En la historia continuamente se presta toda la atención a las personas que fundan imperios, pero en ocasiones son igual de interesantes las personas que los terminan. Tal es el caso de Mijaíl Gorbachov, el político que soñó con reformar a la Unión Soviética y cuyas acciones abrieron el camino para su disolución. Su fallecimiento a los 91 años fue anunciado el martes 30 de agosto.

El camino hacia la perestroika

Durante los años ochenta se libraba el último escenario de la Guerra Fría entre Estados Unidos y la URSS. Terminada la carrera espacial que empezó con el lanzamiento del Sputnik y culminó con la llegada a la Luna, ambas potencias dirimieron sus conflictos en otros planos.

Mientras que ambas naciones se boicoteaban mutuamente en los juegos olímpicos de Moscú 1980 y Los Ángeles 1984, en Afganistán se libraba la última guerra del ejército soviético.

Mijaíl Gorbachov, líder ruso. (Fuente: Getty Images)

Aunque la amenaza de un ataque atómico se había desvanecido casi por completo, las tensiones entre Occidente y la URSS seguían vigentes. Fue en ese contexto que llegó Mijaíl Gorbachov al poder.

Nacido el 2 de marzo de 1931, Mijaíl Gorbachov se integró a las filas de las juventudes comunistas cuando cumplió los dieciséis años. Antes de asistir a la universidad, trabajó en una cosechadora de cereales.

Se graduó en Derecho de la Universidad de Moscú en 1955. En ese entonces, ya llevaba dos años casado con Raísa Maksímovna Titarenko y se había afiliado también al Partido Comunista.

Así empezó una larga y prolífica carrera en la burocracia rusa que lo condujo hasta el Politburó en 1980. En 1985 sería elegido como secretario general del Partido Comunista.

Descubre más webstories en N+

La reconstrucción soñada, la caída impensable

Por aquel entonces, la Unión Soviética estaba estancada tanto en lo económico como en lo moral, al mismo tiempo que mucha gente añoraba mayores libertades. El autor mexicano Sergio Pitol abordó estos sentimientos contradictorios en el libro El viaje, una crónica donde narra su paso por una URSS agónica cuya burocracia hacía poco para sofocar los aires de renovación que pedían sus ciudadanos.

Gorbachov supo leer a la perfección estas necesidades y propuso dos grandes series de reformas: la Glásnost (“apertura” en ruso), para liberalizar el sistema político, y la Perestroika (“reconstrucción”), para reformar la economía. El terrible accidente de Chernóbil y el conflicto político que suscitó al interior del Partido Comunista contribuyeron a enfilar estas reformas.

Gorbachov sincronizando relojes con Ronald Reagan. (Fuente: Getty Images)

En medio de este furor reformador, se propuso modificar la rígida administración de las empresas, abrir el gobierno a personas ajenas al Partido Comunista y ampliar las libertades de expresión y de culto. La religión ya no tenía que vivirse en secrecía y los periódicos podían publicar críticas al gobierno.

Pero estas medidas no propiciaron precisamente la renovación, aunque sí el desfogue de muchos ciudadanos, además del descontento de varios sectores conservadores.

Para colmo, se recrudeció la caída de la economía rusa. Ni siquiera las reformas que limitaban los controles gubernamentales parecían capaces de salvar una economía que dependía de alfileres.

“Todos, desde los dirigentes hasta la gente común, simulaban que [la economía] era pujante. Pero en realidad, en la intimidad, sabían que tenía huecos por todos lados y estaba destinada al fracaso”, declaró el documentalista Adam Curtis a la BBC.

En medio del declive económico de la URSS, que se traducía en filas, cartillas de racionamiento y proliferación del mercado negro, la cúpula del Partido Comunista intentó quitar a Gorbachov.

“No pudieron hacerlo por medios democráticos. Entonces cometieron un crimen. Fue un golpe de Estado”, declaró Mijaíl Gorbachov en una entrevista con la BBC en 2016.

Gorbachov con Angela Merkel. (Fuente: Getty Images)

Según ha declarado el líder ruso, temió que los intentos de derrocamiento derivaran en una guerra civil.

“El enfrentamiento y la división en un país como el nuestro, repleto de armas, incluyendo armas nucleares, podía haber causado numerosas muertes y causado una inmensa destrucción. No podía permitir que eso pasara. Renunciar fue mi victoria”, dijo.

El 21 de diciembre de 1991, las noticias comunicaban que la URSS “ya no existía”. A dicho boletín siguieron tres días convulsos, llenos de incertidumbre, que culminaron con la renuncia de Mijaíl Gorbachov el 25 de diciembre. Ese fue el último día en que se izó la bandera de la Unión Soviética en Moscú.

“El viejo sistema cayó antes de que el nuevo comenzara a funcionar”, declaró Gorbachov en su último discurso como líder soviético.

De líder comunista a figura pop

Tras la disolución de la URSS, varias repúblicas integrantes reclamaron su independencia, la economía rusa pasó por un acelerado proceso de privatización. Borís Yeltsin se convirtió en el primer presidente de la Federación Rusa.

El mundo pasó de las tensiones ideológicas a la súbita ilusión de que “había acabado la Historia”, como pregonó el politólogo Francis Fukuyama. En su visión, las revoluciones cederían su lugar definitivamente a las democracias liberales.

En ese trance, Mijaíl Gorbachov se convirtió en un apóstol del nuevo mundo y Occidente lo honró de la forma en que mejor sabía hacerlo: lo convirtió en una figura pop. Fue invitado de los principales líderes occidentales, apareció en películas como So Far, So Close y en comerciales de comida rápida.

Mijaíl Gorbachov vivió el resto de su vida en un país muy distinto del que nació pero también del que quiso construir. Aunque todos en Rusia admiten su importancia histórica, su figura sigue siendo controvertida.

No es un héroe, tampoco un demonio. Algunos le honran por contribuir a la caída de un estado totalitario, otros le ven como un traidor de los ideales que enarboló en su juventud.

Las décadas siguientes a la caída de la URSS, Gorbachov vivió en su casa en Moscú. Dictó conferencias, criticó el talante autoritario de Vladimir Putin. Pero, ante todo, pasó sus últimos años dando explicaciones sobre sus últimos días al mando de un imperio.

“La gente no entiende suficientemente lo que me propuse lograr y lo que realmente hice”, comentó a la BBC.

Más especiales