¿Quiénes son y cuántos hay? (sobre todo en México)
Las minorías tienden a ser vulnerables. Las distintas formas de pensar siempre se verán afectadas por los valores impuestos que determinan una cierta ideología dominante. El conflicto se da cuando esta ideología dominante no admita la coexistencia de otras formas de reproducir y experimentar la vida, cuando las rechaza y promueve ataques de distinta índole hacia ellas. Así es como surgen los discursos discriminatorios y de odio. Esto se da en distintos ámbitos, como es de esperarse: en el político, religioso, en el de la sexualidad, la cultura y la educación.
Es natural entonces que un individuo que tiene una postura distinta a la de la mayoría tienda a disimularlo u ocultarlo para evitar problemas. El problema es más grave de lo que generalmente se piensa: ¿por qué tendrían que vivir a hurtadillas y no ejercer con plenitud la libertad de encausar su vida como mejor les parezca?, ¿no se supone que vivimos en una sociedad libre para poder expresar nuestras ideas y desarrollar nuestra personalidad?
Cuando alguien toma la crucial y valiente decisión de reivindicarse a sí mismo, se le conoce popularmente como «salir del closet». La razón es que en el armario se suele guardar algo que quiere mantenerse en secreto, ya sea por miedo a ser descubierto, o por la necesidad de tener un ambiente seguro cuando el entorno exterior no lo es. Así que esta «salida» no es una revelación cualquiera; ante un sector donde la diversidad no es abiertamente admitida, aceptar la propia diferencia es un acto de insurrección, que además de doloroso y desafiante, puede llegar a ser incluso peligroso en algunos escenarios.
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Al hacer un recorrido por la historia de las religiones, podemos encontrar numerosos ejemplos en los que profesar una religión minoritaria acarreaba las más escalofriantes consecuencias. Y a pesar de que los episodios más oscuros de esta intolerancia, como la Santa Inquisición, han quedado atrás, aún hay ecos de estas conductas agresivas hasta nuestros días.
¿Cuántos ateos puede haber?
En los Estados Unidos, las encuestas revelan que alrededor del 10% de la población no cree en dios alguno, y alrededor del 3% se declara plenamente ateo, pero recientemente se ha estipulado que esta cifra tal vez no revela una realidad precisa debido al gran número de “ateos de closet” que no contestan abiertamente dichas encuestas por el temor a ser juzgados. A pesar de la creciente tendencia a la secularización en dicho país, parece que no creer en dios representa un fuerte estigma que le atribuye, de manera automática, ciertas características o carencias al individuo que decide no creer en una divinidad.
Según un estudio realizado por psicólogos de la universidad de Kentucky, la cifra real podría ser incluso el doble de lo que reflejan las encuestas. Explican que quizás se deba, en buena medida, a que hay una opinión general (incluso compartida por algunos de los mismos ateos) de que una persona que no cree en un dios tiene menos moral que una persona que sí lo hace (a pesar de que hay muchas escuelas éticas fundadas a lo largo de siglos que ponen su base en la razón y que prescinden de parámetros teológicos).
Se han realizado experimentos en los que se le da al encuestado una historia de algún percance perpetrado por alguien inmoral, y se les pide que esbocen un perfil de qué tipo de persona se trata. En muchos casos aparecía la idea de que se trataba de una persona que no creía en dios, lo que responde a un prejuicio profundamente arraigado en la sociedad occidental que los actos inmorales pueden encontrar su raíz en un alejamiento de dios.
Por ello es natural que mucha gente que no profese una creencia, o que sea plenamente atea, no se sienta cómoda al contestar una pregunta tan determinante como «¿cree usted en dios?». Una solución que hallaron los psicólogos a cargo de dicha investigación para obtener números más cercanos a la realidad fue eliminar la pregunta directa e incómoda con el siguiente método: un grupo de 2000 encuestados se divide en dos grupos de mil personas cada uno. A un primer grupo se le entrega un cuestionario con declaraciones como «soy vegetariano», «tengo un perro», «tengo un lavavajillas», etc. En lugar de contestar preguntas directas, el encuestado únicamente tiene que indicar el número de declaraciones que apliquen a su persona. De esta manera se evita cualquier tipo de incomodidad que pudiera provocar un cuestionamiento directo, y se obtienen números más fidedignos. Al segundo grupo se le entregó un cuestionario idéntico, con la diferencia que éste incluía el enunciado «creo en dios». Partiendo del supuesto de que el número de vegetarianos, dueños de perros, etc. en ambos grupos debía ser muy cercano, se podría estimar cuántos ateos había en la muestra realizando una comparación de los resultados numéricos. Éste experimento fue replicado con otros grupos, cambiando el enunciado por «No creo en dios» que arrojó resultados similares.
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El estimado de Will Gervais, responsable de la investigación, es que hasta un 26% de la población de los Estados Unidos podría ser atea. Esta cifra es altísima, por lo que no se podría considerar a este grupo como una reducida minoría. La búsqueda de espacios de tolerancia para todo tipo de creencias no es tarea fácil, pero están surgiendo propuestas para su promoción. Está comprobado que si las personas se dan cuenta que en su entorno hay más individuos que comparten sus ideas, es más fácil que decidan «salir del closet».
¿Cuántos ateos hay en México?
En 2016, según el INEGI, aumentó el número de mexicanos que se declaran ateos y rechaza profesar cualquier religión. Si en la década de 1970, el gobierno federal tenía registro de que el 1.6% de los mexicanos no tenía religión; ese porcentaje de la población aumentó a 4.6% cuarenta años después.
La pregunta es: ¿son todos o hay muchos que viven en el clóset? México es un país en el que la mayoría de la población es cristiana (ya sea católica o de alguna otra rama del cristianismo) o tienen alguna otra religión monoteista (judía, musulmana, etcétera). La pregunta es ¿será que los ateos se sientan con la suficiente libertad para confesar sus propias ideas?