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Ennio Morricone: el hombre que reinventó la música en el cine

Ennio Morricone: te presentamos un recorrido por la carrera del compositor de soundtracks para varias películas.

Ennio Morricone no nada más fue uno de los más importantes compositores en la historia del cine, también fue un enorme creador de música de orquesta y un artista de excepcional trayectoria. Para entender más sobre cómo llegó a consolidarse en Hollywood este maravilloso creador de composiciones clásicas, les proponemos un breve recorrido por su formación como músico.

En esta retrospectiva, exploraremos por qué se distingue de los grandes compositores de Hollywood y por qué guarda un lugar tan especial, junto a su gran amigo y colaborador, Sergio Leone, en el panteón de los creadores de mundos imaginarios.

Ennio Morricone (Wikimedia Commons)

El talento temprano

Morricone empezó a escribir música cuando tenía seis años. Por supuesto, nació rodeado de talento musical en la pequeña comuna de Arpio, al sur de Roma (comunidad en donde, por cierto, también creció Cicerón). Su primer maestro de música fue su padre, Mario Morricone, un talentoso trompetista de jazz y compositor de ópera. Su padre le enseñó a leer música y lo familiarizó con diferentes instrumentos.

Cuando tenía ocho años, Ennio ya sabía tocar, a un nivel básico, la trompeta y se interesó particularmente en la escritura musical. Más o menos por esa fecha, en el poco democrático espacio del patio de primaria, conoció a otro niño. Era un niño regordete e intenso de nariz aguileña que se presentó como Sergio. Claro, se trataba de Sergio Leone, uno de los más grandes colaboradores futuros de Ennio y un creador excepcional de westerns y duros realismos americanos. En esa época, sin embargo, los dos niños no se cayeron muy bien y cada quién siguió su camino.

A los doce años, las habilidades musicales de Ennio se habían desarrollado considerablemente. Sus padres lo metieron a una  importante escuela, el Conservatorio Musical de Santa Cecilia, en Roma, y el adolescente, superdotado, acabó un curso de armonía que tenía que durar 4 años en 6 meses. Sorprendido por los dotes del joven, su maestro de armonía insistió en que debería estudiar composición musical.

A la par de sus estudios en composición, Ennio estudió trompeta y música coral con Goffredo Petrassi, uno de los más influyentes compositores del siglo XX italiano y una de las principales inspiraciones de toda la música de Morricone.

Petrassi es muy conocido por sus siete conciertos, pero este maestro de infancia también escribió decenas de scores para películas en los años cuarenta, cincuenta y sesenta. Ese sería, finalmente, el mismo camino de su destacado alumno.

El ingreso al cine

Pronto, Morricone encontró trabajo en la radio y empezó a crear sus primeras composiciones en apoyo a otras líneas narrativas. Al principio, sin embargo, siempre consideró estas composiciones más como trabajo que como un verdadero camino artístico. De hecho, en el futuro, Morricone diría que muchas de estas composiciones eran bastante básicas y limitadas.

Cuando Morricone tuvo su diploma en instrumentación, trompeta y composición por el Conservatorio de Santa Cecilia, consideró la oportunidad de dejar de hacer música en la radio y adentrarse al vasto mundo de las películas. En parte, como él mismo admitió, su inspiración fue la belleza del neorrealismo italiano de los años cincuenta que, sin embargo, tenía música que él describió como “particularmente fea”. Así que pensó, tal vez, que después de sus estudios, él podría hacer algo mejor.

Paralelamente, Morricone tuvo que buscar otros trabajos para sustentar a su familia (se había casado en 1956 y tuvo su primer hijo en 1957). Así que empezó a trabajar en RCA como arreglista para diferentes grupos de pop y cantautores. Ahí, Morricone trabajó con música de Paul Anka, de Chet Baker, Rita Pavone, Helen Merrill, Françoise Hardy y de Mario Lanza, entre muchos otros.

Ennio Morricone (Wikimedia Commons)

Esto le dio un sólido conocimiento de los sonidos de la cultura pop que, junto a su formación clásica, iban a servir para amalgamar el gusto de varias generaciones de espectadores de cine. Es por eso que, en algunos comentarios, se dice que la música de Morricone es como si se cruzaran Duane Eddy (el famoso guitarrista de rock americano) y Joaquín Rodrigo (el famoso compositor español de guitarra clásica) en la Via Veneto de Roma.

A principios de los años sesenta, Morricone empezó a trabajar componiendo scores de películas. Al principio, hizo principalmente westerns producidos en Italia. Ahí, tomó cierta tracción en el mundo de los llamados spaghetti western (término que él mismo odiaba). Sin embargo, en 1967, algo cambió para siempre en su carrera cuando se reunió con ese mismo niño regordete de nariz afilada que jugó con él en la primaria, Sergio Leone, para hacer la primera de las tres películas que conforman la trilogía de los dólares con Clint Eastwood en el papel de “El Hombre sin Nombre”.

Sergio Leone (Wikimedia Commons)

En A Fistfull of Dollars, su primera película con Leone, la mayoría del crew se cambió el nombre para que la producción pareciera americana. Era un engaño sencillo, pero eficaz que logró que el estreno fuera un éxito de taquilla en Italia. En esa película, entonces, Ennio Morricone salía en los créditos como Dan Savio y Sergio Leone como Bob Robertson. Por primera vez y a pesar de no poder firmar con su nombre, un score le gustaba verdaderamente a Morricone.

Hasta entonces, según el propio compositor, todo lo que había hecho sonaba derivativo, aburrido, cercano a los cánones de Hollywood. Pero con Sergio Leone encontró a un compañero que le permitió explorar otros confines de la música para cine. Fue Leone, de hecho, el que lo empujó a reelaborar la canción folk Pastures of Plenty tocada tan famosamente por el ídolo de Bob Dylan, Woody Guthrie, para crear el tema principal de A Fistfull of Dollars.

Con esta nueva orquestación, Morricone logró un sonido único para la cinta, un sonido en el que intervienen guitarras acústicas, las guitarras eléctricas Fender con amplificadores de la misma marca, percusiones rítmicas y complejas y un uso muy poco explorado de la voz humana en construcciones corales y silbidos. La música de esta película se volvió un nuevo paradigma del género western y cimentó la grandeza de Sergio Leone en el mito americano.

Clint Eastwood

Un relación única

La relación de Leone y Morricone fue un encuentro que cambió para siempre la historia del cine. Con Morricone, Leone había encontrado a un personaje perfecto para expresar, a través de la música, aquello que el diálogo y la imagen no podían decir. Con Leone, Morricone encontró al compañero ideal para darle un lugar apropiado a sus composiciones seriales, de compleja mezcla entre el pop y la orquestación clásica.

Leone creó un acercamiento único al género del western que lo distinguía ferozmente de sus contrapartes americanas. Mucho más influenciado por el neorrealismo italiano que por John Wayne, Leone rara vez obviaba el movimiento de sus personajes con un montaje enérgico y rápido. En general, al gran director italiano le gustaban más las tomas largas del realismo, las acciones completas, los desplazamientos lentos, cargados de intenciones, de sus personajes. En estos planos largos, con movimiento mínimo y prácticamente ningún diálogo, la música de Morricone encontró un espacio perfecto, paciente, abierto, que esperaba sus vibrantes composiciones.

A pesar de ser un importante compositor de música orquestal (sus composiciones de cámara y de orquesta se tocan regularmente en Europa) y de música clásica experimental (en la tradición rompedora de Stockhausen, Boulez, Nono y Berio entre muchos otros), Leone quería que Morricone considerara romper los paradigmas de la música para películas en la época y que se atreviera a meter elementos de la cultura pop en el score. El resultado, que se reprodujo en el resto de sus colaboraciones, llegó a un enorme grado de sofisticación en la última producción, antes del fallecimiento de Leone, de estos dos grandes creadores: Once Upon a Time in America.

Ennio Morricone conduce una orquesta (Flickr/CC)

En Once Upon a Time in America, como en Once Upon a Time in the West, Morricone compuso canciones antes incluso de que se hubiera filmado la película. Muchas de ellas, creando un ambiente único de terror estridente o de nostalgia familiar, dulce, matizada, melódica y pautada. Las composiciones de Morricone se tocaban en el set mientras los actores representaban las escenas escritas y dirigidas por Leone. La música, en realidad, dirigía la cinta tanto como el director.

Esto muestra, en la última colaboración de estos grandes artistas, cómo Morricone nunca quiso trabajar según los rígidos conceptos de Hollywood y siempre intentó cambiar la forma en que se producía la música para películas. Este compositor detestaba la idea de hacer arte como algo expeditivo; algo en el que el creador de la música era simplemente una parte más del engranaje, alguien que no se preocupaba por trabajar la cinta hasta el final, colaborando hasta el último suspiro con actores, director y editor.

Para Morricone, el estilo de grabar intempestivamente de John Williams, Elmer Berstein, Jerry Goldsmith o Miklós Rózsa, entre otros grandes compositores que fueron sus contemporáneos, era particularmente extraño. A pesar de que él utilizaba partes compuestas para otras películas (cosas que los puristas de los scores detestaban), Morricone escribía hasta el último arpegio de sus composiciones y jamás dejó a medias lo que entregaba para satisfacer la velocidad de las necesidades de Hollywood.

Lee Van Cleef como El Malo en The Good, The Bad and The Ugly de Sergio Leone (Hulton Archive/Getty Images)

Para él, esta falta de ética laboral era el síntoma de una profesión basada en la escritura de música para teatro y para el cine silente: las composiciones buscaban transmitir más un humor general, reutilizable y que no era necesariamente único para cada obra. Al mismo tiempo, todos estos compositores tenían un estilo, si se quiere, wagneriano, mientras que Morricone siempre estuvo más del lado de la ópera italiana, de Verdi y de Puccini.

La principal diferencia está, por supuesto, en el sonado uso del leitmotiv en composiciones de John Williams, por ejemplo. Todos conocemos la marcha imperial de Star Wars, o el motivo principal de Indiana Jones, dos composiciones esencialmente compuestas alrededor de temas recurrentes, como bien lo quería la ópera alemana y su máxima expresión de moderna en Wagner. Pero a Morricone le gustaba más componer a través de temas separados, por canciones, en vez de crear temas generales, por paletas de humor. Sus composiciones se basan, más que en el esquema general de una idea abstracta (recordemos que John Williams hizo toda la música de la saga de Lucas sin nunca ver una sola película de Star Wars) y más en situaciones precisas, en emociones concretas, en el lugar en donde el diálogo se agota y la imagen puede decir mucho más de lo que dice.

Desde las colaboraciones con Leone, la música de Morricone encontró una genial originalidad que se sustentó en la creatividad única de un cineasta que cambió, para siempre, el género del western y la nostalgia bandolera americana. A partir de ahí, con las frecuentes colaboraciones corales de Edda Dell’Orso, con el uso de guitarras, de elementos populares, étnicos, tradicionales, mezclados con experimentaciones atonales y composiciones de suave tratamiento melódico, Morricone conquistó Hollywood subvirtiendo sus normas.

A pesar de que no trabajaba como nadie, todos lo aceptaron por la intensidad que imprimía a sus películas y por las enormes ventas, por separado, de sus soundtracks. Sin quererlo, Morricone había creado el estatuto del compositor-autor en el cine.

Clint Eastwood como El Hombre Sin Nombre (Wikimedia Commons)

Como es evidente, la Academia americana se tardó mucho en reconocer esta influencia. Pero, para entonces, Morricone, con más de quinientos scores, ya había cambiado la industria. Este hombre estuvo presente en la expansión del western italiano de Corbucci y Leone, en el giallo antes y después de Argento, en las comedias tempranas de Wertmüller y de Almodóvar, en las obras dementes de Brian de Palma, en las emotivas cursilerías de Tornatore, en la paciente exploración humana de Terrence Malick en los setenta, en las piezas históricas de Joffé, en las locuras noventeras de Wolfgang Petersen, Oliver Stone, William Friedkin, Roman Polansky y, por supuesto, en la obra tardía de Tarantino y en todas sus inspiraciones.

Todo esto basado en la capacidad de cambiar una colaboración temprana en una forma de trabajo, de llevar el amor mutuo por el cine y la originalidad que compartió con Leone a una ética impecable. Años después de llegar a los más grandes éxitos y galardones, Morricone se lamentaba de que la música de cine no tuviera el mismo estatuto culto que la música de cámara o de orquesta. Sin embargo, había algo en las composiciones para la pantalla grande que siempre le fascinaron.

Al final, para él, la música tenía algo muy cercano con el cine: era tiempo, era espacio, era energía y, sobre todo, era una experiencia.

Ennio Morricone recibe un Oscar honorario en la 79 entrega de los premios de la Academia, en 2007, de la mano de Clint Eastwood. (Kevin Winter/Getty Images)

Referencia bibliográfica: Charles Leinberger, Ennio Morricone’s The Good, the Bad and the Ugly. A Film Score Guide. The Scarecrow Press, 2004.

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