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El abandono del mesías: ¿Por qué dejamos de creer en Superman?

Batman y Superman son héroes completamente distintos que, en nuestro siglo, tienen una nueva vigencia entre los cómics y los cine.

Cuenta un chisme entre los corredores de Hollywood y la exacerbada prensa de Internet, que la película de Batman v Superman: Dawn of Justice no fue planeada como la épica confrontación de gladiadores míticos que se nos vendió.

Al parecer, en un principio, el director Zack Snyder quería continuar su saga de Superman solamente con el Hombre de Acero y algunos otros nuevos problemas.

El asunto es que Warner Bros. ya estaba bastante preocupada, en esos momentos, por el devenir de una saga que estaba tardando mucho en convertirse en lo que Marvel ya había logrado: mientras la casa de los Avengers ya tenía bien instalada la fase tres de su universo fílmico y más o menos todo mundo podría reconocer a sus personajes en pantalla, DC sólo había sacado Man of Steel con críticas y taquilla desiguales.

Para los productores, ávidos de ventas y en competencia acérrima, esto era un verdadero problema.

Zack Snyder, director de Batman v Superman (Photo by Chris Pizzello/Invision/AP)

La solución parecía fácil en el papel: ¿por qué no aliar a Superman con otro gran superhéroe y dar el tono para fundar un universo fílmico tan grande como el de Marvel? ¿Por qué no juntarlo con un personaje que ha tenido una buena recepción reciente en cine y que sigue siendo un hito de la cultura popular?

Para decirlo pronto, ¿por qué no meter también a Batman en el asunto?

Y bueno, la solución no parecía tan descabellada. Después de las tres adaptaciones de Christopher Nolan, Batman tenía una impecable reputación en la crítica de cine, y los fanáticos, normalmente quejumbrosos, podrían quedar satisfechos por un encuentro que se ha dado en muchas ocasiones entre las complejas e inagotables páginas de DC Comics.

De hecho, Batman y Superman pueden ser considerados como los abuelos de todos los superhéroes: fueron ellos quienes corrieron a las novelas pulp de los puestos de periódicos hace más de siete décadas; fueron ellos los que instauraron el nuevo reino de los superhéroes en los años cuarenta y cincuenta; fueron ellos quienes renovaron el panorama global de los cómics en los años ochenta.

Copias originales de cómics clásicos de Batman y Superman. (AP Photo/Gregory Bull)

¿Qué podría salir mal?

Bueno pues, como lo testifican las implacables críticas a la película de Snyder, todo puede acabar en catástrofe. Sin embargo, a pesar del enojo y de la polémica que causó esta cinta, no se puede dudar del impacto que todavía tienen los personajes que la habitan en nuestro mundo. Digo, no es por nada que están rompiendo tantos récords de taquilla recuperando el doble del enorme presupuesto inicial que tuvo la película.

Y, dentro de todo esto, frente al abucheo crítico y la respuesta masiva del público, frente a las polémicas que enfrentaron a fanáticos de los cómics con los cinéfilos más rigurosos, nos podemos preguntar qué es lo que nos fascina tanto de estos dos personajes.

¿Cómo es posible que, después de tantas reinvenciones, de miles y miles de páginas escritas, después de tantas horas de televisión y pantalla grande, Batman y Superman siguen cautivando nuestra imaginación y ocupando un lugar privilegiado en nuestras fantasías?

(AP Photo/Mark Elias)

Rastreando qué es lo que emparenta a estos superhéroes y qué es lo que los distingue el uno del otro, podemos encontrar sus relaciones en una larga historia y llegar a interesantes conclusiones sobre el polémico éxito, lleno de rechazos y entusiasmos, que causó su última encarnación.

Porque, al regresar a las primeras páginas de estos peculiares superhéroes, encontramos algunas pistas que nos muestran cómo han cambiado las percepciones populares alrededor de ellos y cómo, a pesar de no haber envejecido casi nada en el papel, a pesar de haber sobrevivido a todo tipo de heridas, a pesar de haber pasado por crisis infinitas, siguen teniendo desiguales vigencias en el acelerado entorno de nuestro naciente siglo XXI.

El origen y los contrastes

Clark Kent Front. (Flickr/Mark Anderson, CC BY 2.0)

Primero fue Superman.

En el lejano año de 1938 nació, de las talentosas mentes de Jerry Siegel y Joseph Shuster, el superhéroe más conocido de todos los tiempos. Estos desprevenidos jóvenes de veintitantos años no sabían lo que le esperaba a su personaje –y, por eso también, nunca recibieron el reconocimiento que merecían–: en ese entonces, Superman era un peculiar extraterrestre llegado a la Tierra que podía “saltar distancias de 200 metros y superar un edificio de veinte pisos, levantar pesos descomunales, correr más rápido que un tren expreso…” y, claro “¡sólo un obús podría penetrar su piel!”.

Éste no era todavía el héroe que podía viajar a la velocidad de la luz y volar como misil alrededor de la Tierra; éste no era aún el símbolo de una productora de cómics que amasaría inmensas fortunas vendiendo sus aventuras.

Sin embargo, ya era otra cosa que definió su identidad hasta el día de hoy: Superman, aparte de ser el hombre más poderoso de la Tierra, era, bajo un disfraz inocuo, el miedoso, medroso e inseguro reportero del Daily Star, Clark Kent.

Batman Covers (Flickr/Shawn DeWolfe, CC BY 2.0)

Así, desde el primer número en que apareció el héroe, la máscara que protegía su identidad secreta era la de un oficinista maltratado por su jefe, despreciado por sus colegas y que, para colmo de colmos, estaba enamorado de Lois Lane, una atractiva reportera que no le hace caso porque, evidentemente, ella está enamorada, a su vez, de Superman.

Con este bizarro triángulo amoroso entre dos personas se inauguraba el personaje en las páginas de Action Comics. Y, claro, el éxito fue instantáneo: en ese momento nació una nueva fiebre que superó toda la escritura pulp, el hardboiled y las otras estéticas de puestos de periódicos en blanco y negro para instaurar, en efervescentes colores, la que sería conocida como la “era dorada del cómic”.

Entonces, vino Batman.

(AP Photo)

El personaje nació de la increíble mente de uno de los más grandes prodigios en la escritura del cómic que el mundo haya visto. Se trataba del despreciado Bill Finger. Junto con el dibujante Bob Kane –que se llevó todo el reconocimiento por su trabajo–, este veinteañero tímido dio vida, en el número 27 de Detective Comics, a una nueva figura que se mostraba como la principal competencia al hombre de acero de Metrópolis.

En ese número también apareció el multimillonario despreocupado Bruce Wayne pero no fue hasta varias entregas después que el mundo se enteró de la también doble personalidad del murciélago de Ciudad Gótica.

Así, al inverso de Superman, Batman era la identidad secreta del superhéroe que, por las mañanas, despertaba despreocupado, en los brazos de otra amante, rodeado de botellas vacías de champaña, como Bruce Wayne, el huérfano heredero de un imperio.

Nacidos casi al mismo tiempo, estos dos personajes parecían ser el contraste perfecto del que habla el desquiciado Lex Luthor en la nueva película: “Negro y azul, dios contra hombre, el día contra la noche, hijo de Krypton contra murciélago de Ciudad Gótica”. Desde el principio de sus respectivas historias, estos personajes se fundaron como opuestos encontrados que se disputaban, cada mes, el corazón de los fanáticos.

Proceso de dibujo de una página de Batman. (AP photo/Rick Smith)

Las historias de Superman siempre estuvieron bañadas por la luz solar mientras que Batman tenía una inspiración mucho más oscura que venía de las series detectivescas. La señal de Batman sólo podía proyectarse sobre el oscuro fondo de una noche cerrada sin luna y los poderes de Superman sólo provenían –aunque esto se aclaró mucho tiempo después– de las propiedades de nuestro joven sol amarillo.

De esta manera, representando uno la claridad y el otro la oscuridad, estos dos personajes se oponían de muchas otras maneras.

Superman, como bien lo explica Quentin Tarantino en el increíble soliloquio de Bill al final de Kill Bill: Vol. 2, es él mismo cuando está vestido de capa y porta sus prototípicos calzoncillos rojos fuera del pantalón. Para él, hijo de Krypton, el disfraz que debe asumir son las gafas y la corbata de Clark Kent; el disfraz es la mediocridad y el miedo. Ese hombre tímido y rechazado representa, en efecto, la manera en que Superman considera a la especie humana en conjunto.

Clark Kent es el hombre promedio en el que se quiere ocultar el hombre excepcional, la personificación de lo que un extraterrestre pensaba del tipo anónimo de la sociedad americana en los años treinta. Curiosamente, mientras que Superman ha cambiado enormemente a lo largo de los años, su interpretación de la mediocridad promedio del asalariado estadounidense sigue siendo más o menos la misma.

Christopher Reeve, actor, en escena en la película “Superman”, photo (AP)

Por otro lado, la verdadera identidad de Batman es la del playboy millonario que perdió a sus padres en un incidente violento y se convirtió en el joven heredero de una fortuna incalculable. Claro que Bruce Wayne exagera sus rasgos de despreocupación: fuma su pipa tranquilamente frente al comisario de policía en ese mítico primer número y se muestra particularmente histriónico con las damas –a pesar de no tener ningún interés en ellas– al principio de la era Morrison, mucho tiempo después.

El disfraz de Wayne es la encarnación de un miedo primario, de un animal indomable e inclasificable que señala la ambigüedad misma del personaje. Mientras que Superman sabe muy bien quién es, qué es lo que hace y cuáles son sus orígenes, Batman es tan complejo como los animales que personifica.

Así lo explica también Juan Francisco Ferré:

“El murciélago, como forma de vida extraña y hasta alienígena, a pesar de sus similitudes con otros mamíferos, o quizás por ellas, es la perfecta opción para un hombre singular que padece extrañamiento respecto de su especie y se siente sólo a medias humano.”

Superman lucha, a través de su sufrido alter ego, por permanecer anónimo: su disfraz es la completa falta de excepcionalidad que lo lleva, incluso, a sacrificar sus intereses románticos. Por el contrario, Batman se esconde en su completa excepcionalidad: es el hombre más conocido de su ciudad y de gran parte del mundo, es el millonario excéntrico que, para cubrir el rapto de un empresario, en la segunda película de Nolan, se lleva a todas las bailarinas del Bolshoi a un crucero por el mediterráneo.

(AP Photo/Warner Bros., Christine Loss)

El disfraz de Superman es el sufrimiento del hombre promedio, el de Batman son los lujos inaccesibles para esos mismos hombres. Vida de oficina contra vida nocturna, pagar la renta contra placeres mundanos, un amor frustrado contra múltiples encuentros de una noche.

Y, mucho más allá, como lo señaló Grant Morrison en su polémico retrato de la historia del cómic, Supergods, Superman inició su carrera como un héroe socialista mientras que Batman siempre representó al héroe capitalista.

¿En qué sentido, me preguntarán?

Pues Superman es, con su álter ego, un simple chico de provincia, un granjero que lucha por toda la humanidad, que busca nivelar las oportunidades de todos, que está al servicio de una causa social superior.

Superman. (Flickr/PSC1121-GO, CC BY 2.0)

Mientras tanto, Batman es siempre un individualista, un hombre rico que lucha para evitar que se derroque el sistema que mantiene, que patea traseros en los trasfondos bajos de su ciudad para evitar las masacres que privaron de su vida a sus padres millonarios.

Él mantiene el orden establecido atrapando a los usurpadores de riquezas y regresando cómodamente a su mansión. Batman persigue finalmente sus fetiches individuales mientras que Superman, el hombre trabajador, lucha por el bien común de todos.

Dice Morrison:

“En sus orígenes, Superman era un socialista, mientras que Batman era el héroe capitalista definitivo, lo que quizá explique su popularidad actual y la relativa pérdida de importancia de Superman. Batman era alguien que obtenía lo que deseaba, tanto como el asquerosamente rico Bruce Wayne como con su heroico alter ego; era un multimillonario que descargaba su furia contra los criminales de las clases más bajas; era el defensor de los privilegios y la jerarquía”. Y aquí llegamos entonces a un punto interesante en las oposiciones entre estos dos superhéroes que puede explicarnos algo de la polémica nueva cinta de Snyder: “En un mundo donde la riqueza y la fama son las metas anheladas, no nos sorprende que los superhéroes más populares hoy en día –Batman y Iron Man– sean apuestos magnates.”

(AP Photo/Vadim Ghirda)

La separación

En su ensayo Apocalípticos e integrados frente a la cultura de masa, Umberto Eco plantea una ya célebre opinión sobre Superman para hablar del efecto de los cómics como medio masivo de comunicación.

A pesar de que Eco llega a conclusiones que no comparto y que aquí no vienen al caso, su escrito tiene algunos puntos importantes. Por ejemplo, cuando menciona la diferencia entre superhéroes humanos, a pesar de su excepcionalidad, como Batman o Green Arrow, y otros personajes que rebasan toda capacidad humana, “cada uno de ellos dotado de poderes tales que podrían, prácticamente, apoderarse del gobierno, destruir un ejército, alterar el equilibrio planetario.”

Lo que unifica a todos estos héroes, es que buscan hacer el bien. Y esto es muchísimo más importante si se considera la capacidad destructiva que podría tener un Superman enojado con la humanidad:

“Es evidente que cada uno de estos personajes es profundamente bueno, moralmente subordinado a las leyes naturales y civiles, por lo que es legítimo (y hermoso) que emplee sus poderes con fines benéficos.”

(AP Photo)

Pero esto también levanta algunas dudas. Se comprende que Batman actúe sólo en el marco restrictivo de su problemática ciudad: es sólo un hombre y no puede, tampoco, taclear todos los problemas del mundo –aunque, por momentos, lo intenta–.

Lo que es más complicado de entender es por qué Superman no hace acciones más duraderas, no se enfrenta a problemas globales en vez de luchar –como lo hace al principio de sus aventuras– con pequeños ladrones de bancos en su ciudad. Dice Eco:

“Superman es prácticamente omnipotente. Su capacidad operativa se extiende a escala cósmica. Así pues, un ser dotado con tal capacidad, y dedicado al bien de la humanidad (…), tendría ante sí un inmenso campo de acción. De un hombre que puede producir trabajo y riqueza en dimensiones astronómicas y en unos segundos, se podría esperar la más asombrosa alteración en el orden político, económico, tecnológico, del mundo. Desde la solución del problema del hambre, hasta la roturación de todas las zonas actualmente inhabitadas del planeta o la destrucción de procedimientos inhumanos”.


Superman. (Flickr/Nicholas Rumas, CC BY 2.0)

Por supuesto, cuestión que Eco no quiso saber o no le interesó añadir, este problema se ha tratado de muchas maneras en la larga historia del Hombre de Acero.

Por sólo dar un ejemplo, nos podemos remitir al número 247 de The Amazing Adventures of Superman en donde los guardianes cósmicos del universo manipulan a Superman para sugerirle una idea que cambiará completamente sus acciones: como extraterrestre de poderes incalculables, el hombre de acero debe intervenir menos en los asuntos de la Tierra y dejar que los hombres se desarrollen independientemente.

Así, con un extraño momento en un plantío de California, Superman salva a unos obreros mexicanos de un terremoto para después regañarlos con una inocencia bondadosa ya influenciada por las ideas de los guardianes cósmicos:

“¡Dejemos algo en claro! Claro, puedo reparar sus casas, pero eso fue porque ocurrió un terremoto y eso es algo que ustedes no pueden solucionar, algo de lo que no se pueden salvar solos. Pero no pueden contar con que Superman les arregle sus vidas cada vez que tienen una crisis o un desastre. (…) No necesitan a Superman, ¡necesitan una super-voluntad para ser guardianes de su propio destino!”

(AP Photo/File)

El eco de esta publicación con todo y su extrañamente cursi desenlace se hace sentir en la película de Batman v Superman. No nada más escuchamos, en una cita literal, la pregunta que le da título al cómic en boca de un reportero de televisión (“¿Debería existir Superman?”) sino que cada vez que observamos al hijo de Krypton en la cinta haciendo su labor cotidiana, está salvando a alguien de eventos naturales (una inundación) o de accidentes que rebasan el poder del hombre (la explosión de un trasbordador espacial o el incendio de una fábrica).

La idea aquí es que sí, en efecto, Superman es todopoderoso, pero sus poderes deben matizarse con alguna línea argumental para no caer en el problema que plantea Eco. Y esta solución es justamente la de restringir la capacidad de acción del superhombre a una esfera mínima para no interferir con el devenir humano.

(AP Photo/Lois Bernstein)

Y, aun así, sigue numerosas preguntas que resulta difícil responder: ¿cuál es el límite de intervención de Superman? ¿En qué momento se considera una catástrofe como algo natural y no como algo provocado por el hombre? ¿Tiene permitido salvar a civiles de un incendio pero no puede salvarlos de una limpieza étnica? ¿Qué sucede cuando debe salvar a millones pero tiene que preocuparse, más bien, por salvar a la mujer que ama, o a su madre, o a su perro?

Y estos problemas que los cómics han sorteado de muchas maneras ingeniosas y absurdas, se vuelven un problema real con las adaptaciones actuales al cine.

Por ejemplo, en momentos críticos de las nuevas encarnaciones cinematográficas de Snyder, vemos que Superman limita su campo de acción no nada más a sólo intervenir con fenómenos naturales (que puede ser, como vimos, justificable) sino que también detiene sus labores altruistas para socorrer a las personas que ama. En Batman v Superman lo vemos salvando en varias ocasiones, por ejemplo, a Lois Lane y en la cinta anterior, Man of Steel, también acude a rescatar a su madre demoliendo, de paso, medio pueblo.

Y todas estas preguntas se imponen, insistentes, porque regresamos a las comparaciones con Batman. Las exitosísimas adaptaciones de Christopher Nolan que regresaron la dignidad al murciélago de Ciudad Gótica en las pantallas de cine, fueron también una reelaboración contemporánea de varios mitos de Batman.

(AP Photo/Silvia Izquierdo)

Las tres cintas de Nolan encierran preocupaciones perfectamente relacionadas con problemáticas actuales y se refieren a un marco ficticio que tiene, sin embargo, tintes de punzante realismo. Vemos en la introducción de The Dark Knight unas enormes panorámicas de la Ciudad de Chicago y reconocemos, evidentemente, en The Dark Knight Rises los escalones bancarios de Wall Street.

Estos marcos reales que reconocemos apenas desplazados por la ficción de Ciudad Gótica son un marco para experimentos que hablan de nuestro presente. Es por eso que el filósofo esloveno Slavoj Žižek puede hacer una lectura ideológica de las tres películas mostrando cómo reflejan diferentes problemas de poder y justicia, diferentes posturas de gobierno e, incluso, un miedo particular a la expansión de revueltas como el Occupy Wall Street en manos del villano Bane.

En cualquier caso, como ilustración de problemas políticos o figuras de pensamiento contemporáneas, las películas de Nolan representan nuestra realidad desplazada al imaginario de Batman.

El murciélago de Ciudad Gótica tiene esa capacidad maleable de reinventarse y seguir siendo una figura de la cultura popular con la que nos identificamos. A pesar de ser un millonario inalcanzable, podemos identificarnos con sus traumas o, al menos, comprenderlos; podemos apreciar su lucha como la valentía de un hombre frente a fuerzas indescriptibles, podemos entender su abnegación y sacrificio.

(AP Photo)

Con Superman, la historia es completamente distinta.

Desde sus inicios como un superhéroe socialista, Superman debía servir como un faro, una inspiración mesiánica que nos llevaría a hacer el bien, que nos guiaría para convertirnos en una mejor civilización, que impediría que cometiéramos los mismos errores que sus difuntos ancestros.

Sin embargo, el problema al que puede enfrentarse ahora su figura en las representaciones más “realistas” que de él quiere hacer el cine es que ya no podemos creer en estas figuras mesiánicas.

Los problemas que plantean, en nuestro mundo, los poderes enormes de Superman no se traducen bien al legado que dejó Nolan. Porque, si bien podemos creer plenamente en un justiciero enmascarado que se enfrenta a los problemas de su ciudad, nos cuesta trabajo invertirnos en un héroe universal al que nadie le cuestiona su inmenso poder.

De alguna manera, sólo es creíble Superman si se pone en entredicho su capacidad para hacer el bien por su país o por el mundo entero (como en la película de Snyder), si se le critica por la destrucción que puede lograr (como en Man of Steel) o si, de plano, se convierte en un héroe puramente americano como sucedió durante la Segunda Guerra Mundial o como también pasó en la famosa novela gráfica de Frank Miller The Dark Knight Returns, en donde aparece como una marioneta del eterno presidente Reagan.

(AP Photo)

Así, Superman sólo podría ser el héroe nacional de Estados Unidos o una amenaza extraña para una humanidad que ya no cree en los salvadores.

La figura de Batman sigue siendo tan bien recibida, sigue teniendo tanta profundidad y alcance hoy en día porque representa la búsqueda de sentido. Él viene de los Detective Comics: es, antes que nada, un detective, un hombre en búsqueda de sentido que visualiza problemas mundiales desde sus propios traumas.

Superman, en cambio viene de Action Comics es un hombre de pura acción que no se cuestiona sus preceptos morales: es omnipresente y omnipotente, lo escucha y lo ve todo, sus dotes son la claridad, la luz, la transparencia.

(AP Photo/Tony Dejak)

Actualmente, al ver las críticas de la nueva película de Snyder es justo preguntarnos sobre estos dos orígenes tan diversos: muchos alabaron el papel de Affleck como Batman y despreciaron que a Superman se le trate, en la trama, como a una vil marioneta manipulable.

Esto es porque parece cada vez más difícil cuadrar en el mismo marco a un superhéroe que comprendemos, a un hombre atormentado, de moral peligrosa, que se admite como criminal mientras lucha por la justicia, junto con un extraterrestre que puede verlo todo desde arriba, que tiene un código moral superior, que nos puede regañar y guiar hacia un mejor futuro.

(AP Photo/Charles Tasnadi)

Tal vez, entonces, lo que falló en Batman v Superman no fueron nada más los errores de edición, o las interminables escenas de pelea, o las incongruencias básicas, sino que el origen de los dos personajes, las dos caras de la moneda que representaban hace más de setenta años, se han ido separando cada vez más en las creaciones fílmicas que de ellos se ha hecho.

Mientras que Superman sigue reinando junto a Batman en los cómics, su relación en pantalla puede parecer cada vez más problemática si sus creadores no abandonan la lógica realista y el gusto por representar a estos héroes en nuestro mundo contemporáneo.

Porque Superman significa una claridad en la que ya no podemos creer sin abandonar nuestra credulidad, porque el horizonte de nuestros problemas sociales, políticos y morales se identifican más con la búsqueda de sentido de un detective oscuro que con las resoluciones altisonantes de un dios que ya habíamos declarado muerto.

Por: @Pez_out

Rising To Sky (Flickr/Ali Burçin Titizel, CC BY 2.0)

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