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Día Mundial de la Lucha contra el SIDA: Una invitación a la reflexión y la tolerancia

El de diciembre se estableció como el Día Mundial de la lucha contra el SIDA, como una reflexión para prevenir el contagio

Recuerdo cuando mi mamá me explicó que mi tía Sofía había fallecido a causa del SIDA. Fue la primera vez que escuché sobre el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida. Si bien recordaba que mi tía había perdido la vida a causa de una enfermedad, no fue hasta que cumplí doce años cuando conocí a fondo la historia y como el VIH terminó por definir a mi familia y a millones de personas en todo el mundo.

Es por tal impacto por el que pasamos muchos que el 1 de diciembre se estableció como el Día Mundial de la lucha contra el SIDA, para que reflexionemos y busquemos prevenir el contagio de esta enfermedad.

¿Qué es el SIDA?

El virus de la inmunodeficiencia humana o VIH es un virus que ataca el sistema inmunológico, específicamente las células CD4 (o células T).

Con el tiempo, el VIH puede destruir tantas células CD4 que el cuerpo no puede combatir infecciones y enfermedades, lo que eventualmente conduce a la forma más grave de infección por VIH: el síndrome de inmunodeficiencia adquirida o SIDA. Una persona con SIDA es muy vulnerable al cáncer y a infecciones potencialmente mortales, como la neumonía.

El SIDA tomó al mundo por asalto durante la década de los ochenta. Si bien se documentaron casos esporádicos de SIDA antes de 1970, los datos disponibles sugieren que la epidemia actual comenzó a mediados o fines de la década de 1970. Para 1980, es posible que el VIH ya se haya propagado a cinco continentes (América del Norte, América del Sur, Europa, África y Australia). En este período, ya podrían haberse infectado entre 100 mil y 300 mil personas.

(Imagen: Getty)

Mientras la enfermedad iba cobrando miles de vidas, los doctores emprendieron una carrera para lograr descifrar el virus y poder encontrar un tratamiento para sus efectos, en lo que llegaba la cura definitiva.

El virus se transmite a través de fluidos corporales como sangre, semen, fluidos vaginales, fluidos anales y leche materna. Históricamente, el VIH se ha transmitido con mayor frecuencia a través de las relaciones sexuales sin protección, el intercambio de agujas para el consumo de drogas y durante el nacimiento.

A finales de 1985 en cada región del mundo había por lo menos un caso registrado.

En 1987, a mí tía Sofía, quien acababa de ser madre por segunda vez, le practicaron una histerectomía. Lo último que imaginaba, es que en esa cirugía se contagiaría de VIH. Y es que por el procedimiento, requirió una transfusión de sangre. En aquellos años, no existía la regulación que existe en el siglo XXI. Ella, una persona sana y donadora, tuvo el infortunio de recibir sangre contaminada. Sería el inicio de casi dos años de un calvario que trastocó a toda una familia.

La carrera por una cura

La mayoría de las personas no saben que se han infectado de VIH. Pero los síntomas suelen aparecer entre 2 y 6 semanas después de haber contraído el virus. Aquí es cuando el sistema inmunológico del cuerpo lucha. A este proceso se le llama síndrome retroviral agudo o infección primaria por VIH.

Los síntomas son similares a los de otras enfermedades virales y, a menudo, se los compara con los de la gripa. Por lo general, duran una semana o dos y luego desaparecen. Los primeros signos del VIH incluyen:

  • Dolores de cabeza
  • Fatiga
  • Dolor muscular
  • Dolor de garganta
  • Ganglios linfáticos inflamados
  • Sarpullido sin comezón, generalmente en el torso
  • Fiebre

Mi tía presentó todos estos síntomas a lo largo de varios meses. Todas las tardes le daba fiebre. Empezó a perder peso. Empezó un peregrinar por consultorios médicos, tanto en el entonces DF como en Nayarit, de donde era oriunda.

Le diagnosticaron salmonelosis. Le dijeron que tenía algún problema estomacal. Le dieron tratamiento para enfermedades que no padecía.  Aparecieron las primeras lesiones en sus brazos y torso. Tomó medicina que no detenía el avance del VIH por todas las células de su cuerpo. Se deterioraba y nadie entendía por qué.

 

(Imagen: Getty)

No fue sino hasta 1988, a finales del mes de noviembre, que le hicieron la prueba. Y dio positivo. Mi papá cuenta que, cuando su hermana le dijo que tenía SIDA, sintió que lo habían golpeado con un palo en la nuca. En aquellos años, tal diagnóstico era una condena de muerte.

Para esos años ya estaba disponible el primer medicamento antirretroviral para el VIH, azidotimidina o AZT.

El AZT tenía inconvenientes. Por un lado, no funcionaba muy bien solo. Es decir, necesitaba de otras medicinas. Y provocó efectos secundarios como problemas hepáticos y recuentos bajos de células sanguíneas que pudieron ser mortales. El AZT también fue, en ese momento, el medicamento más caro de la historia, con un precio de hasta 16 mil 500 dólares.

En el caso de mi tía, no había mucho qué hacer. Sin tratamiento efectivo y sin acceso al AZT, solo quedaba esperar.

En 1989, mis familiares de Nayarit y Estados Unidos llegaron en oleadas al entonces DF. En ese momento, pensé que venían de visita. Pero en realidad habían venido a despedirse de Sofía.

Mi abuelo no se quería resignar. Era amigo del exgobernador de Nayarit, Emilio M. González y decidió usar esa influencia para buscar que aprobarán un tratamiento naturista contra el SIDA. Mi papá y él se apersonaron durante varios días en el Congreso, buscando la firma del entonces Senador de la República.

El día que la consiguieron, el 16 de febrero de 1989, falleció mi tía Sofía. Apenas tenía 32 años.

 Día Mundial de la Lucha contra el SIDA

La Organización Mundial de la Salud (OMS), en 1988, declaró el 1 de diciembre como Día Mundial del SIDA. Al final de la década, había al menos 400 mil casos de SIDA en todo el mundo. En 1991, el listón rojo se convirtió en un símbolo internacional de concienciación sobre el SIDA.

El objetivo de este día es la concientización. Es por ello que los requisitos para donar sangre se hicieron obligatorios, se empezó a hacer campaña a favor del uso de preservativos y de ser sexualmente responsable.

Tras años de investigación, hoy en día hay más de 30 medicamentos contra el VIH disponibles. Muchas personas pueden controlar el virus con una sola pastilla al día.

El tratamiento temprano con antirretrovirales puede evitar que las personas VIH positivas contraigan SIDA. Los medicamentos contra el VIH también impiden que las personas que tienen el virus se lo transmitan a su pareja durante las relaciones sexuales. Todavía no tenemos una cura para el SIDA. Pero con el tratamiento adecuado, las personas VIH positivas pueden vivir una vida normal.

Sin embargo, aún hay mucho por hacer. De acuerdo con datos de ONUSIDA, 690 mil personas murieron de enfermedades relacionadas con el SIDA en 2019 y 12.6 millones de los 38 millones de personas que viven con el VIH no tuvieron acceso al tratamiento que puede salvar sus vidas.

Por ello, para evitar que se repitan historias como la de mi tía Sofía, es importante tener presente que el mundo sigue padeciendo la pandemia del SIDA y que, mientras no tengamos una cura efectiva, tenemos que hacer todo lo posible para que las personas contagiadas vivan una vida, sin discriminación ni rechazo. Una vida plena y con acceso a la salud. Una vida en la que la empatía y la comprensión los ayude a salir adelante.

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