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Debemos recordar a los heroicos perros rescatistas

Los antiguos mexicanos creían que los perros los ayudaban en la muerte, pero el 19-S aprendimos que también nos traen a la vida.

“In itzcuintli”
In ihcuac zan ye nocel,
nican, notech ca notzcuin.
Ompa, in can ye mihtoa,
Quenonamican,
¿azo notech,
ompa ye notzcuin?

“El perro”
Cuando estoy solo,
junto a mí, aquí está mi perro.
Allá, donde dicen
que de algún modo se existe,
¿acaso junto a mí
estará allá mi perro?

Miguel León-Portilla

Hace 20 mil o 40 mil años un grupo de lobos rondaba a los humanos para comer sus sobras. O tal vez fue uno sólo: un inteligente, sociable y valiente lobo que cambió la historia de las dos especies para siempre. Quizá la primera persona que se acercó a un lobo tenía los genes que definirían a toda la humanidad, aquellos que nos empujarían a compartir nuestra vida con los perros, un binomio que ha permanecido desde la prehistoria.

Algunos piensan que esta alianza se consolidó porque los perros nos hicieron mejores para la caza, pero se equivocan. ¿O acaso ustedes salen con sus perros todos los días a perseguir su comida? Mantenemos esta relación porque los perros nos hacen mejores humanos, mejores seres para este planeta. Gracias a ellos somos más empáticos, más sociables, sensibles al medio ambiente, capaces de expresar emociones, y mejores rescatistas. Durante el sismo de 2017, cuando muchos de nosotros vivimos una de las experiencias colectivas más traumáticas de nuestra vida, también colaboramos y nos rescatamos; no sólo de entre los escombros, sino también del aislamiento y de la desconfianza mutua. En esa historia, nuestros perros probaron una vez más que estamos juntos no sólo porque nos conviene.

(Foto: Notimex)

Sabemos que así ha sido prácticamente desde el principio. Si los antiguos hubieran visto a sus perros como bestias de apoyo para su supervivencia, no los hubiéramos encontrado enterrados juntos. En diversos sitios de todo el mundo, incluyendo la Ciudad de México, se han encontrado restos de perros junto con humanos. Para los antiguos habitantes del Valle de México, los perros eran sagrados; por eso compartían la tumba con sus dueños.

Los perros rescatistas del 19-S

Muchas historias poblaron el 19 de septiembre de 2017, al menos una por cada uno de los que vivimos aquel martes. Algunas de ellas fueron trágicas. Cuesta recordarlo, pero algunos de nosotros vimos un cadáver por primera vez. Otros no encontraron de vuelta a sus seres queridos, muchos todavía recuerdan aquel día como el día en el que perdieron la casa y les prometieron por primera vez que las tendrían de vuelta. Hubo tragedias, y enormes actos de heroísmo, colaboración y apoyo; y en todas ellas, como en el resto de nuestra existencia humana, hubo perros involucrados. Unos cuantos afortunados emergieron de la tierra que se los había tragado, muchos por el ladrido de un perro que los olió a más distancia que cualquier tecnología disponible.

(Twitter @ChihuahuaEnMX)

Seguramente recuerdan a Frida, sin duda la héroe más célebre de aquellos días. La labradora se ganó un mural, al menos un exvoto y la admiración de todos los capitalinos que la vimos, en vivo o por la tele, trabajando incansablemente por nosotros. Muchos perros han acompañado a los mexicanos por el camino de la muerte; pero sólo Frida ha traído a más de 50 de regreso. La perrita de la marina estuvo acompañada por aliados igual de incansables que ella, sólo quizá un poco menos talentosos y carismáticos; como Evil y Eco. Entre los tres han salvado muchas vidas, pero nadie nunca se acostumbra a eso; el capitán Ismael Monterde, jefe de la Sección Canina de la Marina, aseguró que “siempre y sin lugar a dudas hay tensión cuando el perro se mete a un recoveco, se te paraliza el corazón”.

Notimex-Nelly Segura)

Pero aunque los perros de la marina fueron los más célebres, no fueron los únicos. A ellos se sumó Khublay, probablemente el mejor agente de la Policía Federal que jamás conocerás. Su manejador, Ulises Gómez Valero, ha pasado años con él, durante ocho horas al día, eso si no están trabajando en un desastre. Khublay es un pastor belga especializado en rescate que entrena prácticamente todos los días. Su rutina implica limpieza, cepillado, entrenamiento con juguetes para búsqueda y entrenamiento con olores similares a los humano para la identificación de una persona en posible peligro. A diferencia de Frida, Khublay no usa lentes ni botas, la Policía Federal prefiere no usarlos porque pueden perjudicar la movilidad del perro.

Estos perros detectaron personas con vida gracias al entrenamiento de sus dueños y manejadores (Twitter @SE_mx)

Tales precauciones y la intensa práctica nunca son suficientes. Antes de la experiencia en la Ciudad de México, este binomio estuvo en los deslaves de Guatemala de 2015. Gómez Valero cuenta que en aquella ocasión se salvaron apenas de ser sepultados, gracias a que se dieron cuenta a tiempo de que la tierra se estaba agrietando. Como cualquier binomio de perro-humano desde hace milenios, el oficial humano y el canino confían ciegamente uno en el otro; sólo así se sobrevive en una profesión como la de rescatistas. “Es parte de mí, de mi familia… es mi amigo, mi compañero”; dice Gómez de Khublay.

Pero no todas las historias de perros rescatistas involucran instituciones tan grandes como la Marina o la Policía Federal. La capacidad de los perros para aprender y el apego que han desarrollado con los humanos son extraordinarios. Thor y su entrenadora Fausta González paseaban por la Condesa aquel martes, cerca de la una de la tarde. Este pastor belga de cuatro años ha sido entrenado como lo puede ser cualquier otro perro doméstico; le gusta jugar y es muy sociable. Hasta ese día, no conocía los escombros que causan los temblores, ni había rescatado a nadie.

El temblor no espera a nadie, y Fausta y Thor tuvieron que desarrollar aprendizajes que nunca creyeron necesitar. El paseo de aquella mañana terminó con el rescate de seis personas vivas y la identificación de otras tantas que no lograron sobrevivir. ¿Cómo es posible? Frida y Khublay dedican su vida al rescate, pero lo que hizo Thor va más allá de cualquier expectativa que podríamos tener de un perro. Cuando le preguntamos a su entrenadora cómo es que este pastor belga pudo hacerlo, simplemente contestó: “me complace a mí, es mi compañero; no puedo vivir sin él”. Thor no estaba acostumbrado a eso, el último año ha sido un reto para él, dice Fausta: “yo no sabía que podía traumarse, y se traumó”. Ahora está mejor, como los capitalinos en general, pero junto con él, difícilmente olvidaremos aquello.

Los mexicas antiguos creían que los perros eran acompañantes de los humanos al otro mundo. Nuestro binomio superaba la muerte, tanto necesitamos los mexicanos a nuestros perros que pasamos con ellos el camino sin retorno. Por eso Miguel León-Portilla se pregunta si en la muerte lo acompañará su perro. Pero esta vez no fue así, no en aquel septiembre. Esta vez ellos cruzaron con nosotros el camino de vuelta a la vida; esta vez, ellos nos encontraron a nosotros enterrados, y, por una vez, nos trajeron de regreso.

La estatua fue elaborada con llaves que fueron recolectadas entre la población. (Twitter@nino_triqui)

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