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Cuando Félix Guattari entrevistó a Lula da Silva

Análisis del encuentro entre el filósofo francés Félix Guattari y el sindicalista de Brasil Luis Inacio Lula da Silva en su camino a la presidencia.

Cuenta la leyenda –poco conocida en el ámbito hispanohablante– que el 1 de septiembre de 1982, el psicoanalista y activista político francés, Félix Guattari, se entrevistó en São Paulo con el líder sindical, co-fundador del Partido de los Trabajadores y hoy ex-presidente preso del Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva.

Como otrora Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir hicieran una visita nocturna en La Habana a Ernesto “Che” Guevara, o como en 1978 Michel Foucault se entusiasmara con lo que se convertiría en la tragedia de la Revolución iraní, al punto de reunirse en Teherán con dos ayatollahs, Guattari se mantuvo al pendiente in situ de diversas convulsiones sociales de su tiempo y fuera de Francia, que marcaron el ritmo y el contenido de su trabajo teórico como observador agudo del naciente capitalismo globalizado: el movimiento polaco “Solidaridad” liderado por Lech Walesa y Anna Walentynowicz, las negociaciones entre Israel y la Organización para la Liberación de Palestina en 1976, el operaísmo italiano de 1977 en colaboración con el filósofo Toni Negri y, asimismo, el llamado proceso de redemocratización del Brasil y la trayectoria del Partido de los Trabajadores.

Así, entre 1979 y 1992, es decir, los últimos catorce años de su vida, Guattari viajó siete veces al Brasil y se encontró, en total, dos veces con Lula (la segunda el 20 de agosto de 1990). ¿Qué se dijeron Lula y Guattari en aquella conversación de 1982 y bajo qué circunstancias se encontraron? ¿Cuál era el Lula de ese momento y qué hallaba en él Guattari?

Félix Guattari (Thierry Ehrmann, https://creativecommons.org/licenses/by/2.0/)

Aunque a veces Félix Guattari pase erróneamente por ser una figura segunda al lado del filósofo Gilles Deleuze, lo cierto es que Guattari fue por él mismo una figura clave para el desarrollo de la comprensión del capitalismo, desde la investigación de formas subjetivas del deseo, posibilitada principalmente por el psicoanálisis. Asiduo alumno, paciente incluso y luego detractor de Jacques Lacan, Guattari combinó su vocación clínica de psicoanalista (principalmente en contacto, durante años, con pacientes psicóticos) con su activismo político (fue un promotor en Francia, por ejemplo, de nuevos y más independientes espacios mediáticos como las “radios libres” y la divulgación por audiolibros). Guattari pensaba que el campo de investigación inaugurado por Freud había sido prontamente fijado, institucionalizado y reducido en sus potencialidades, es decir, que aquello que podía explicarse desde la óptica de los avatares del inconsciente, era mucho más amplio y estructuralmente complejo de lo que antes se había pensado.

De manera muy general, puede decirse que, para Guattari, el inconsciente era un ámbito desde el cual se producían los territorios de existencia, sus cartografías de intersubjetividades, y que esa producción operaba por el deseo. Así, no era sólo la instrumentalización de la fuerza mecánica del trabajo, sino principalmente la instrumentalización de las fuerzas del deseo, de creación y de acción, aquello que fungía como fuente de extracción de plusvalía, en un régimen o estado del capitalismo que Guattari denominó Capitalismo mundial integrado:

El capitalismo es mundial e integrado porque potencialmente ha colonizado el conjunto del planeta, porque actualmente vive en simbiosis con países que históricamente parecían haber escapado de él (los países del bloque soviético, China) y porque tiende a hacer que ninguna actividad humana, ningún sector de producción quede fuera de su control”.

Luis Ignacio Lula da Silva, 1989. (Ap Photo/Gianni Foggia)

Fue en torno a este planteamiento teórico y performativo, es decir, desde la discusión de conceptos y las experiencias propias, que Guattari entró en contacto, por aquellos años, con la psicoanalista brasileña Suely Rolnik. Juntos, Guattari y Rolnik diferenciaron entonces el ámbito de la macropolítica (elecciones, reconfiguraciones del Estado conforme a intereses más o menos explícitos, etc.) del ámbito de las micropolíticas, es decir, del ámbito de la política del deseo, de la relación con el otro, que traza el contorno de distintos territorios de acción. Al respecto de este segundo ámbito, Rolnik nos explica in extenso:

[…] todos vivimos casi cotidianamente en crisis, crisis de la economía, pero no sólo de la economía material, sino también de la economía del deseo que hace que apenas consigamos articular cierto modo de vivir, éste se vuelva obsoleto. Vivimos siempre en desfase con respecto de la actualidad de nuestras experiencias. Somos íntimos de ese incesante socavamiento de modos de existencia promovidos por el mercado que hace y deshace mundos; entrenamos, día tras día, nuestro juego de cintura para mantener el mínimo equilibrio en ese todo y adquirir agilidad en la producción de territorios.”

“Sin embargo, la naturaleza de esos territorios no es arbitraria: nos vemos solicitados todo el tiempo y por todas partes a investir la poderosa fábrica de subjetividad serializada, productora de estos hombres y mujeres que somos, reducidos a la condición de soporte de valor, incluso (y ante todo) cuando ocupamos los lugares más prestigiosos en la jerarquía de valores. Todo lleva a ese tipo de economía. Muchas veces no hay otra salida. Cuando en el desmontaje, perplejos y desorientados, nos fragilizamos, la tendencia es a adoptar posiciones meramente defensivas, por miedo a la marginalización en la cual corremos el riesgo de ser confinados cuando osamos crear territorios singulares, independientes de las serializaciones subjetivas; por miedo a que esa marginalización llegue a comprometer la propia posibilidad de supervivencia (un riesgo real). Acabamos muchas veces reivindicando un territorio en la estructura de las identidades reconocidas: en disonancia con nuestra conciencia y sus ideales, nos convertimos entonces en los propios productores de algunas secuencias de la cadena de montaje del deseo.”

(AP Photo/Felipe Dana)

Fue en el tenor de esta investigación de ese régimen o estado del capitalismo, que Rolnik invitó a Guattari a viajar por el Brasil durante un mes en 1982, con una agenda de distintos encuentros, mesas redondas y conferencias, en espacios y con públicos muy diversos. Observar y discutir la situación de ese entonces en Brasil, a nivel macro y micropolítico, en diálogo con activistas, trabajadores y líderes de varios movimientos, fue lo que llevó a Guattari a reunirse con Lula (con Rolnik y el político Marco Aurélio Garcia como intermediarios). Distintos movimientos sociales e intelectuales que pensaban y ponían en cuestión el pasado colonial, la configuración racial y racista de la sociedad brasileña, el feminismo y las distintas formas de sexualidad, o bien, nuevas formas de clínica del psicoanálisis, convivían para Rolnik y Guattari con el movimiento obrero que culminaba, en ese entonces, con el Partido de los Trabajadores y la primera candidatura de Lula, quien ya era un famoso y potente militante del movimiento sindical.

Después de casi dos décadas de dictadura militar, se preparaban en ese entonces las primeras elecciones directas. Cuenta Rolnik:

En el proceso de redemocratización, se revitalizaba no sólo la conciencia social y política de la sociedad brasileña, sino también su inconsciente, de diferentes modos, en diferentes grados”.

En este sentido, puede decirse que en la figura de Lula convergían estos dos aspectos de la macro y la micropolítica: por un lado, Lula provenía de una de las clases más pobres, la cual había comenzado a organizarse con movimientos sindicales y huelgas nunca antes vistas en el país; por otro lado, Lula simbolizaba el ascenso de esa misma clase a la representación (macro-)política, a la configuración de un nuevo sistema electoral. Simbolización que, veinte años más tarde y después des tres candidaturas fallidas a la presidencia, culminó en el Lula que fue elegido Presidente. Sólo un Lula que había sido vendedor ambulante de niño y que nunca fue a la Universidad, para educarse en la escuela técnica y en lo sindicatos, podía ser quien dijera, en su primer día como Presidente:

“Hoy es el día del reencuentro del Brasil consigo mismo”.

(AP Photo/Andre Penner)

En ese Lula que en 1982 iniciaba su carrera propiamente (macro-)política, en aquella ocasión como candidato a la gobernatura del estado de São Paulo, Guattari encontró la consciencia de la necesidad de organizar un pueblo brasileño frente al peligro de una represión militar, de fomentar en la gente una consciencia política y de organizar la clase trabajadora, para que ella misma –como dijo Lula a Guattari– “decidiera su propio destino”. Explica Lula a Guattari:

“[…] la experiencia de participación política de nuestro pueblo aún es muy restringida. A lo largo de nuestra vida, y esto desde la proclamación de la República, hemos sido tratados como una masa manipulable. El pueblo siempre fue inducido a creer que no existía para él ninguna posibilidad de autogobernarse y que se necesitaría alguien que lo dirigiese. […] debido a los prejuicios de clase existentes en nuestro país [,] Muchos sectores de las clases medias, en particular las clases medias altas, y el conjunto de la burguesía nacional consideran que la capacidad de las personas es medida por la cantidad de títulos universitarios o por la acumulación de ganancias que tienen en los bancos, o por sus propiedades, sus título bursátiles, etc. Una de las grandes tareas del Partido de los Trabajadores es, precisamente, desmitificar este error histórico, según el cual sólo servimos para trabajar. Se trata de probar que la administración de un Estado no es una cuestión técnica, sino más bien política. […] Toda la cuestión es saber dónde está el Estado: ¿del lado del poder económico o del lado de los trabajadores?”.

En medio de una conversación acalorada sobre las situaciones políticas de aquel tiempo en Europa y en América latina, Lula aclaró además a Guattari que algunos de los logros del Partido de los Trabajadores eran la desmitificación de la distancia entre distintas profesiones (el intelectual, el estudiante, el campesino y otros trabajadores), por medio de la creación de nuevas relaciones de fraternidad e igualdad, y el evitar una postura dogmática, al creer que la práctica debe estar estrechamente ligada a la teoría: “No nos interesa discutir la teoría, si el propio pueblo tampoco está dispuesto a discutirla! Es necesario, antes, despertar su interés!”, con el objetivo de crear condiciones propicias para no depender de ningún imperialismo extranjero.

Casi treinta y seis años después de esa entrevista, ¿qué encontraría hoy un Guattari vivo en un Lula expresidente, hoy en prisión, y después los aciertos y errores del Partido de los Trabajadores? Para algunos, quizás los más radicales, los periodos presidenciales de Lula lo convirtieron en un traidor, por la insuficiencia de los cambios que llevó a cabo y por la repetición de actos de represión y corrupción, aunque “menores” en comparación con los gobiernos precedentes. Para otros, Lula es aún un líder inédito en medio del capitalismo que hoy vivimos, al haber recortado social y económicamente las grandes brechas entre clases, alrededor de casi todo el Brasil, sobre todo en materia de vivienda, trabajo y políticas alimentarias. En palabras del politólogo brasileño Felipe Demier, Lula fue lo inédito que representó “combinar mayores ganancias para el país con la reducción de la pobreza extrema”, en un escenario político donde el ataque contra la corrupción se ha convertido en el comodín estratégico de cualquier discurso de derecha o de izquierda, para llevar mandatarios a juicio.

(AP Photo/Nelson Antoine)

Quizás, ante la incertidumbre que despierta el Brasil de hoy (parecida a la de muchos otros países), donde el Partido de los Trabajadores ha resultado tan polémico, y donde las derechas han cobrado tanta fuerza y estrategias a nivel social y político, valdría la pena, por lo menos, recordar el gesto del viaje de Guattari, en busca de inconscientes en protesta: ¿en cuántos intelectuales, del extranjero o de nuestro país, podríamos encontrar hoy un aliado o una aliada para afirmar o inventar otras formas de macro y micropolítica? ¿Sólo intelectuales?

Aunque trasnochado o idealista, la entrevista de Guattari con Lula no deja de ser el símbolo de un encuentro a nivel humano, donde el futuro explora sus direcciones:

”Sí, yo creo que existe un pueblo múltiple, un pueblo de mutantes, un pueblo de potencialidades que aparece y desaparece, que se encarna en hechos sociales, en hechos literarios, en hechos musicales. Es común que me acusen de ser exagerado, bestial, estúpidamente optimista, de no ver la miseria de los pueblos. Puedo verla, pero… no sé, tal vez sea delirante, pero pienso que estamos en un período de productividad, de proliferación, de creación, de revoluciones absolutamente fabulosas desde el punto de vista de la emergencia del pueblo. Es la revolución molecular: no es una consigna, un programa, es algo que siento, que vivo, en algunos encuentros, en algunas instituciones, en los afectos, y también a través de algunas reflexiones” (Guattari, Brasil, 1982).

Agradecimientos a
Nathalia Ferreira de Avila Carvalho
y Peter de Souza Lima Faria

*Todo el material de dicho viaje puede encontrarse en el libro de Rolnik y Guattari intitulado Micropolítica. Cartografías del deseo (Traficantes de sueños, 2006)

Óscar Palacios Bustamante (México, 1988) es investigador en el Centro de Filosofía del Derecho de la Universidad católica de Lovaina, Bélgica. Es Licenciado en Filosofía por la UNAM y Maestro en Filosofía por la Universidad de Bonn. Ha sido becario del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, del Servicio Alemán de Intercambio Académico y de la Comisión Europea. Ha publicado poesía, artículos académicos y notas periodísticas en diversos medios.

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