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COVID-19: Vivir con ansiedad en medio de una contingencia sanitaria

El coronavirus causante de la COVID-19 puede desatar ansiedad en muchas personas; así es como alguien con este padecimiento vive una contigencia diaria.

Ansiedad

Nombre femenino

  1. Estado mental que se caracteriza por una gran inquietud, una intensa excitación y una extrema inseguridad.
  2. Angustia que acompaña a algunas enfermedades, en especial a ciertas neurosis.

Nota: Este artículo busca ser un respiro solidario para todas aquellas personas que presentan cuadros de ansiedad, pánico, frustración o miedo ante las diversas situaciones que acontecen en el mundo y afectan, en múltiples formas, a la humanidad.

Cabras salvajes deambulan por las calles de Llandudno en Gales. Las cabras normalmente viven en el rocoso Gran Orme, pero son visitantes ocasionales a la ciudad costera. La manada se sintió atraída esta vez por la falta de personas y turistas debido al brote de COVID-19 y medidas de cuarentena. (Foto por Christopher Furlong / Getty Images)

La ansiedad y el mundo ‘real’

Cuando comenzaba el 2020 un cuadro de ansiedad se disparó en mi cabeza. Todos los años sucedía, pero hasta esta ocasión supe ponerle nombre. Este fenómeno resultó de la acumulación de las cinco formas en que se manifiesta la ansiedad a lo largo de mucho tiempo: pensar demasiado las cosas, exagerar las situaciones, preocuparme por cosas que no puedo controlar, tener un miedo irracional al mundo o al futuro y compararlo todo.

A menos de cinco meses de que aquel lejano enero, la humanidad ya enfrentó el riesgo de vivir un conflicto armado de talla internacional y vio cómo la velocidad de un fuego inextinguible terminó con buena parte de la biodiversidad de Australia. En menos de un año, y como si se tratara de una película de ciencia ficción, una nueva enfermedad transformó la realidad de todo el mundo para extenderse por el planeta sin muchas ganas de irse; la COVID-19 derivada del nuevo tipo de coronavirus SARS-CoV-2.

Desde que este virus llegó a México, nuestro país, los escenarios que dibujaba la ansiedad resultaron más que reales, pues esos miedos sin sentido a enfrentar una situación en extremo difícil lograron traspasar la barrera de lo imaginario y cubrieron, con una fina capa oscura, todo cuanto creíamos conocer y tener asegurado.

Si en estos días ya te preguntaste “¿qué pasará si no podemos mantener la calma dentro de tanta incertidumbre?”, “¿qué voy hacer si nunca regresa la ‘normalidad’?” o “¿cómo puedo confiar en que ‘todo saldrá bien’ si mis peores pensamientos se hacen tangibles día a día y me alcanzan?” estás descubriendo lo que vive y enfrenta diariamente una persona con  altos niveles de ansiedad.

‘Piensa en otra cosa’: La otredad

El estado mental que conocemos como la ansiedad no es un descubrimiento nuevo y, aunque podría presentarse por primera vez bajo estímulos que lo incentivan (como una crisis ambiental, social o una pandemia), es casi tan viejo como la humanidad. Se caracteriza por ser esa pequeña voz de alarma en nuestra cabeza que a veces nos hace entrar en pánico y otras tantas no puede dejar de repetirnos peligros irracionales o mentiras sobre futuros inciertos. También es la tensión muscular, el temor a lo desconocido, la angustia excesiva y la preocupación exagerada por algo que no podemos controlar.

No es un mosquito que pica, como lo mencionan algunos expertos, ni tampoco una enfermedad catastrófica que no tenga cura, sino la respuesta natural que emite nuestro cuerpo cuando se detecta un peligro de muerte. Sin embargo hay ocasiones en que este fenómeno solo existe en nuestra cabeza y es allí cuando comienza a convertirse en un problema real, pues, al estar ansiosos la mayor parte del tiempo, solo perdemos la cordura, la tranquilidad y la calma ante este proceso. Sí, la ansiedad puede parecer malvada y es normal tenerle miedo, pero sus características van mucho más lejos que eso.

Con el tiempo podría resultar habitual que las personas ansiosas produzcan estrés a quienes llevan una vida con ‘más calma’, y que alguien con ansiedad enfrente situaciones difíciles en su vida al sentir que puede ser una molestia para los demás o que nadie entiende la magnitud de sus conflictos, pero por fortuna, la ansiedad es una condición que todos los humanos compartimos y que, con diferentes formas de trabajarla, puede convertirse en una compañera fiel y leal que nos haga entender desde otra perspectiva la otredad.

Cambia, todo cambia

Como si fuera parte de un filme apocalíptico o de ciencia ficción, el panorama actual de la humanidad no es el mejor de toda su historia reciente, pues el que un virus nuevo y aparentemente indestructible se cobre la vida de miles de personas y ponga en riesgo a quienes más queremos no suena como ese futuro prometedor que soñamos para este 2020.

La ansiedad, por supuesto, comenzará a presentarse con más frecuencia en todo tipo de personas tras la llegada del COVID-19; niños, adultos mayores, mujeres, hombres, padres, madres, hijos, etcétera, podrían llegar a presentar un cuadro de este estadio mental porque el contexto que nos rodea no podría generarnos una sensación diferente. El miedo es una parte vital en los seres vivos, por lo que saber cómo trabajar con él hará la diferencia entre enfrentarnos a las nuevas adversidades de forma racional o perder ante la histeria.

La falta de oxígeno, la sudoración en las manos, el dolor de cabeza, las ganas irracionales de llorar y la ira pueden ser algunas de las sensaciones que se experimenten tras un fuerte cambio de rutina, pues aunque por motivos de seguridad muchos estemos en casa y nuestras actividades diarias se vean modificadas, el coronavirus no deja de ser un cambio brutal que afecta a todos los seres humanos.

En este aspecto también radica la grandeza del SARS-CoV-2, ya que aunque sintamos que la ansiedad nos carcome el cuerpo y la preocupación trepa a una velocidad indescriptible por nuestro espíritu, toda la humanidad enfrenta el mismo sentimiento en mayor o menor medida y logra que compartamos el miedo.

Para las personas con un buen manejo de emociones y bajos niveles de ansiedad, la pandemia bien significa un riesgo que pasará como un hecho que exige trabajo en equipo y cuidados para combatirlo, pero para otros con altísimos niveles de ansiedad, algunos malos hábitos de cuidado y estrés constante, la pérdida de una rutina, los presurosos y repentinos cambios en nuestra forma de vivir, la incertidumbre por lo que pasará, el miedo a perder a quienes queremos y el descubrir que no siempre se tiene el control de las situaciones podría detonar en el inicio de una crisis emocional y psicológica que más valdría considerar desde sus inicios.

La ansiedad, a grandes rasgos, nos ofrece dos alternativas: la de preocuparnos en exceso y dejar que la angustia nos gobierne o la de hacer algo con esa preocupación y evitar caer en un colapso mental. Esta perspectiva puede parecernos extraña y asustarnos por todas las emociones arremolinadas en nuestro pecho, pero también nos deja ver que incluso en los peores momentos hay un punto de claridad que nos enseña a controlarnos y a prepararnos para lo peor.

La forma en que reaccionemos a una crisis será solo nuestra, individual, pero a pesar de ello existe la posibilidad de sumar esfuerzos para hacer frente a las tragedias mundiales y otras situaciones que suponen una evolución en todos los sentidos. Un ataque de ansiedad y/o un ataque de pánico pueden durar poco más de un minuto, pero sentirse como una verdadera eternidad. Para estos casos la respuesta con la que hacer frente  a tal crisis es la empatía, pues a pesar de estar aislados no estamos solos y en todo el planeta, de forma precisa y honesta, cientos de personas comparten el mismo temor hacia un panorama incierto que nos exige una preparación física, emocional y espiritual para salir adelante.

El secreto está en respirar

Una crisis de ansiedad no se le desea a ninguna persona, así como tampoco se espera que alguien viva en carne propia un desesperado huracán de preocupaciones.

La comunicación efectiva, los lazos solidarios y las redes de apoyo son las herramientas fundamentales para combatir estos miedos y aprender a controlarlos. La respiración es la mejor forma de volver a la calma y eso se aprende día a día, en cada paso y en cada acción, pues nuestro cuerpo procesa esta función de forma natural y automática. Volver a ella en medio de un estado de shock permitirá que nuestro cuerpo descanse y vuelva a su punto base para que después, con herramientas como el ejercicio y la meditación, nuestra mente comprenda qué fue lo que originó esa explosión interna.

Entre el optimismo y la necedad pareciera haber una línea muy delgada, sin embargo hacia la que nosotros caminamos es hacia la línea de la claridad mental, la cual nos permitirá entrar en un punto neutro, sano y estable para nuestra salud. Yo, queridos lectores, aprendí a vivir en constante ansiedad desde antes de una pandemia, desde mucho antes de una posible guerra y mucho antes de que la muerte tocara a mi puerta. Estas perspectivas. que ahora comparto con ustedes, son el legado escrito desde la tranquilidad que pude alcanzar tras trabajar en mis temores con el apoyo de amigos, familiares y terapeutas, por lo que afirmarles que la ansiedad no es mala sino un mecanismo que a veces se traba y comienza a funcionar en exceso, es más que una promesa.

De casos críticos y emociones fuertes tras una ruptura sentimental, una catástrofe o una gran pérdida, todos seremos víctimas en algún momento de nuestras vidas, y por eso, en estos tiempos en que la especie entera enfrenta una batalla gigantesca, es momento de aprender a vivir sin que el miedo nos gobierne.

Hoteles de México con la palabra ‘Fe’. (Twitter)

La jaula y la fatalidad

Si bien la COVID-19 está afuera, tocando las puertas del mundo, evadirla, temerle o preocuparse por su existencia no nos da ni una sola clave para no contraerla. Sacarle provecho a la parte de nuestro pensamiento más nerviosa, histérica y enfadosa nos orillará a actuar, poner manos a la obra y a enfocarnos en redescubrir nuestros temores para quitarles la máscara que tanto nos daña.

La música, el arte, el ejercicio, la danza, la cocina, la limpieza del hogar, el ocio e incluso dormir son actividades que podemos hacer tanto por rutina como por salud, y aunque estemos ‘aislados’ de la vida que conocíamos ¡en realidad nos encontramos en nuestro hogar, en nuestras casas y con nuestra familia! Esto no es una guerra en la que tengamos que refugiarnos en un búnker ni una catástrofe natural que nos arrebata todo cuanto poseemos en cuestión de minutos. Es una emergencia sanitaria, humana y colectiva que nos exige respeto, compromiso y dedicación. Cuidado con los nuestros, la creación de redes de apoyo y una nueva forma de comunicarnos, interactuar y conocernos a nosotros mismos.

Los cambios repentinos pueden no gustarnos ni venirnos a bien. Perder los planes, viajes, actividades y expectativas que teníamos para un futuro cercano puede comenzar a enloquecernos y, el estar lejos físicamente de quienes queremos, puede parecer el colmo de la fatalidad, sin embargo, darle una sobrecarga emocional de tal magnitud a esta pandemia es verla como si fuera el único enemigo letal que pudimos encontrarnos en el camino. No olvidemos que ningún plan a futuro es certero, pues siempre pueden pasar infinitas posibilidades que modifiquen lo que esperábamos. La existencia está repleta de tonalidades y polarizar nuestras perspectivas, solo limita nuestras posibilidades para actuar. Evadir no es lo mismo que huir, ni huir es de cobardes, por lo que aceptar nuestras limitaciones y capacidades ante cualquier situación que nos produzca un estrés excesivo es una medida sabia para mantener la calma, incluso ante un malestar de talla global.

Atravesar esta pandemia no será una tarea sencilla, ni nos reconfortará “hacernos a la idea”, pero comulgar con lo que la vida nos va presentado, así como con la grandeza desde la que podemos obrar para cuidar de nuestra salud y de todos aquellos a quienes queremos, liberará toda la tensión acumulada en nuestro cuerpo junto a la frustración de enfrentar un suceso de tal magnitud.

Desde la perspectiva como queramos verlo, ¡la humanidad está haciendo historia y la está haciendo en conjunto!

La ansiedad y sus metamorfosis

Vivir con ansiedad podría asimilarse a vivir con miedo y vivir con miedo es en extremo cansado porque nunca ningún camino parecerá lo suficientemente seguro como para transitarlo. Si aunado a ello agregamos una fuerte lluvia de emociones, un cambio global y un verdadero riesgo afuera de nuestra puerta, será complicado llegar a tierra firme e impedir que se nos voltee el bote en el que navegamos. Para hacer frente a una pandemia desde la ansiedad tenemos que aceptar que una parte catártica dentro de la vorágine (en la que nosotros mismos somos quienes reproducen un modelo de estrés, ansiedad y angustia) debe suscitarse. Este tiempo de aislamiento, de contención y de sumo cuidado debe significar para nosotros la oportunidad de una renovación que ilumine la parte más oscura de nosotros y haga eco en quienes nos rodean.

Ante una emergencia sanitaria y un crisis global, cualquier persona puede vivir una crisis de ansiedad que lo lleve a los lugares más recónditos de sus emociones y le haga actuar como jamás habría imaginado. La alerta mundial por la salud nos aqueja a todos los seres humanos, y sentir que la vida no volverá a ser la misma después de esto es una sensación colectiva, generalizada y absorbente, pero no letal.

Otra fase de la ansiedad puede ser no tanto la del mundo externo, sino la del interno. Podemos ver un ejemplo en el hecho de la preocupación que nos produce el estar en casa, aparentemente ‘encerrados’ y olvidando que, por fortuna, nos encontramos protegidos en un lugar que nos resulta familiar y del que partimos: nuestro hogar.

Para muchos estar bajo llave resulta una experiencia sumamente angustiante porque puede sentirse como la pérdida de la libertad, pero tranquilizarse pensando objetivamente los pros y contras de la situación que nos rodea, ocupar la mente, energía y cuerpo en otras actividades y redescubrir nuestras emociones conectándolas con un lugar tan importante como lo es nuestra casa, es una forma de vivir una contingencia desde la ansiedad.

Después de todo, la paloma volará

En la existencia todo es pasajero, todo cambia y todo se renueva. Es parte de un ciclo y parte de este ciclo también lo es esta enfermedad.

Mentalizarnos en la perspectiva de que ningún malestar es eterno y en que los momentos más felices e importantes de nuestra vida algún día terminarán, nos permitirá volver a salir a las calles con otros ojos para contemplar nuestras vidas con humildad, sorpresa y gratitud, pues mientras la humanidad se encuentra en una pausa colectiva, la Tierra, que es nuestro hogar biológico y natural, sigue su cause.

En resumen… no tenerle miedo a nuestro interior, planificar la vida con congruencia, mantener una buena alimentación, hacer sentir queridos a quienes amamos y saber cómo respirar para conectar con nosotros mismos a través de la meditación o de pensamientos reflexivos son herramientas para caminar con la ansiedad, haciendo que podamos encontrar la clave para cobijar bajo nuestra piel todo el dolor y la alegría del mundo.

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