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¿Cómo leer un clásico?: Guía para acercarse a El Quijote sin miedo ni aburrimiento

A pesar de su fama, muchos lectores rehuyen a leer El Quijote. En esta guía damos pistas para leer el clásico literario sin miedo.


Todos hemos visto a este personaje ya sea como escultura de metal, como estampado en una playera, como imán de refrigerador: un viejo flaco, con barba, que porta una bacía en la cabeza y una lanza en la mano: se trata, por supuesto, de Don Quijote. Este personaje tiene la extraña suerte de ser reconocido por todos, incluso por los que no han leído el libro que lo hizo famoso e incluso, también, los que no leen ni por accidente.

A lo largo de los siglos, este personaje ha sido reelaborado, imitado, adaptado al teatro, la ópera, la orquesta, el musical, libros para niños, películas. En muchas casas hay esculturas de Don Quijote aun si no tienen un tomo de El Quijote.

Hay quienes hablan de él sin conocerlo y alegan que Don Quijote es una suerte de símbolo donde descansa “la identidad” del idioma español. En el mayor de los colmos, no es infrecuente que algún político o personaje cite frases atribuidas a Don Quijote que, sin embargo, no existen en el libro. Frases como “con la iglesia hemos topado” o “dejad de los perros ladren” no aparecen ni por asomo en la obra de Cervantes; no obstante son citadas como si estuvieran entre los pasajes más celebres del libro.

¿Por qué nadie lee El Quijote?

Antes que responder cómo leer El Quijote, acaso sea aún más importante responder por qué hay quien jamás se animaría a leerlo. Borges decía que los clásicos son libros que despiertan “un fervor previo” a la lectura; los ensalzamos o comentamos sin haberlos leído. En el caso de Cervantes, este efecto pareciera ser contraproducente: todos los lectores saben de El Quijote, muchos incluso dicen admirarlo, pocos desean leerlo.

Escultura de Don Quijote levantada en Palacio Nacional en 2005. (Fuente: Cuartoscuro)

Mi sospecha es que El Quijote despierta ante todo dos emociones en esta clase de lectores: miedo y aburrimiento. No me refiero a personas que no frecuentan la lectura ni por error, sino a gente que no desdeña las librerías o las bibliotecas y que podrías encontrar leyendo en el metro o el camión.

El Quijote les causa repelús por su condición de “clásico”, por su fama de ser “difícil” y “profundo”. Por si fuera poco, su extensión puede ser intimidante; en la mayoría de las ediciones suele superar la mil páginas. Los lectores reacios asumen que leer El Quijote será una empresa fatigosa, llena de palabras y pasajes incomprensibles, de páginas soporíferas y de anécdotas que ya creen conocer.

Todo lo que te dijeron del Quijote es mentira

Lo peor de todo es que, en casi todos los casos, estas características que se suelen atribuir a El Quijote son o parcial o rotundamente falsas. Es cuando menos paradójico que El Quijote sea catalogado por muchos como un libro “aburrido” cuando en su día fue divertimento de masas. En la España del siglo XVIII El Quijote era tan popular que incluso fue objeto de continuaciones apócrifas como El Quijote de Avellaneda, escrito por un anónimo.

La gente disfrutaba oyéndolo. Su enorme popularidad queda reflejada en anécdotas donde, por ejemplo, el rey de España pasaba frente a una multitud muerta de la risa: “Han de estar leyendo El Quijote”, alegaba el rey para explicarse la carcajada colectiva: El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha era un libro comiquísimo, cuyas peripecias despertaban lo contrario al bostezo.

Tampoco es cierto que El Quijote sea un libro “difícil”. La prosa de Cervantes no es, contrario a lo que muchos piensan, imposible de entender. De hecho, como señala Margit Frenk en ¿Don Quijote muere cuerdo?, Cervantes mantiene una oralidad en su escritura que facilita la comprensión: “Cuando Cervantes escribe hablando, parece estarse dirigiendo a un público escucha, a manera de los narradores populares, que recitan sus cuentos ante grupos de oyentes”.

Es cierto que hay momentos propicios para la lectura y que, por ejemplo, leer a Cervantes por obligación escolar es una excelente forma de generar repulsión antes que regocijo. Sin embargo es perfectamente posible leer El Quijote en el siglo XXI y disfrutarlo, sin tener que ser un académico o un estudiante de Filología.

¿Cómo leer El Quijote?

Lo primero para acercarse al Quijote es deshacernos de los elevados prejuicios que nos han inculcado sobre él. El Quijote puede ser profundo, pero no inaccesible; puede ser exigente, pero no indescifrable. Y, eso sí, en ningún momento El Quijote será solemne y aburrido.

Empecemos por lo básico: el argumento. Como todos saben, Don Quijote era un lector desmesurado, un hombre que consumió tantas novelas de caballerías que “perdió el juicio”. Por aquel entonces, las novelas de caballerías eran obras populares que tenían, más o menos, el mismo prestigio cultural que hoy tendrían los cómics de superhéroes. Imaginemos que un adolescente “leyera tantos cómics que terminara por creerse un superhéroe”; ese sería, a grandes rasgos, el argumento del Quijote llevado a nuestros días.

Esculturas de Don Quijote y Sancho en Madrid. (Fuente: WikiCommons)

Como puede verse, no era una idea elevada sino cómica. Por desgracia, con los siglos, el personaje de Don Quijote empezó a ser tratado con solemnidad y cursilería. Dejó de ser un mero deschavetado para convertirse en una suerte de héroe romántico. En sus peores momentos, ya no se le entendió como un desadaptado sino como un representante del idealismo y, peor aún, del nacionalismo español.

He dicho que un símil actual de Don Quijote sería un lector de cómics que se cree Superman. Pero esta no sería la única lectura moderna que se puede hacer de él. En De eso se trata, Juan Villoro compara al personaje creado por Cervantes con los protagonistas de novelas como En el camino, de Jack Kerouac y Los detectives salvajes de Roberto Bolaño: personajes idealistas, sí, pero también marginales, repudiados por la sociedad.

Don Quijote como un lector desaforado, Don Quijote como un paria o un vagabundo; esos son dos puntos para acercarse al Quijote mucho más precisos y accesibles que Don Quijote como un genuino caballero. En realidad, es difícil encontrar momentos solemnes en El Quijote. Nuestro protagonista por momentos llega a ser violento, heroico, patético, cómico, pero nunca tiene este aire de superioridad moral que le atribuyen quienes no lo han leído.

Supongamos que nos hemos librado de los prejuicios que rondan al Quijote como personaje. ¿Qué pasa ahora con la prosa de Cervantes? ¿No es un libro difícil de leer? En realidad, no.

Cierto: El Quijote fue escrito en un tiempo ajeno al nuestro. No obstante, en él se emplea el mismo idioma que hablamos nosotros hoy en día.

Incluso, no pocos lingüistas coinciden en que la lectura de esta novela podría ser más sencilla para un mexicano que para un español, pues el idioma del primero es más cercano al castellano que habló Cervantes: expresiones como “luego, luego”, que ameritan una nota al pie para los lectores españoles, se entienden a la perfección en México.

Algunos consejos para leer El Quijote

Supongamos que te has decidido a leer El Quijote este año. ¿Qué hacer, por dónde empezar?

  • Consigue una buena edición

Esto no quiere decir que se tenga que tener a la mano la edición más exhaustiva o la más cara. Por supuesto, hay que evitar las ediciones con tipografías pequeñas y desagradables; consigan una edición con un tamaño de letra cómodo, que invite a continuar con la lectura en vez de dormir. En segundo lugar, es benéfico una edición con buenas notas al pie.

Si quieren no leer las notas, genial. Están en su derecho como lectores huir del “aparato ortopédico de la lectura”, como lo llamaba José Emilio Pacheco. Pero, en ocasiones, las notas serán útiles. La edición de Francisco Rico o la de Florencio Sevilla son más que recomendables.

Grafitti de Don Quijote en España. (Fuente: Getty Images)

  • Disfrutar es mejor que entender

Esto resultará contradictorio para algunos: es mejor disfrutar que “entender” El Quijote. No olvidemos que se trata de una novela, una que además hacía carcajear a las multitudes. Flaco favor hace quien se acerca al Quijote como a un libro de economía. El mejor ánimo para leer a Cervantes es el mismo que tendríamos para ver una película de, digamos, Spider-Man.

Habrá ocasiones en que sea indispensable entender un pasaje o una palabra, sin duda. Pero en estos casos el entendimiento será un paso hacia el disfrute. El Quijote debe leerse por diversión.

  • Ten a la mano un resumen

Si por casualidad llegas al final de un capítulo y sientes que algo se te escapa, no dudes en revisar una sinopsis del mismo. Internet está lleno de resúmenes pormenorizados donde se explican los principales hechos referentes a la trama.

No estoy invitando a hacer trampa porque no es pecado necesitar ayuda. Hay quienes ven Spider-Man en el cine y llegando a casa buscan en YouTube una “explicación” de la película. ¿Significa que “no entendieron” o que disfrutaron menos? Por supuesto que no.

Lo mismo puede decirse de quienes desean consultar el resumen de un capítulo. Si quieren la ayuda de un genio, pueden consultar el Curso sobre El Quijote de Vladimir Nabokov.

  • Sé constante

Hay dos formas de leer libros largos como El Quijote: de corrido, sin atender otras lecturas, o pausadamente, como quien un capítulo de la Biblia a la semana. La clave está en la constancia. Si quieres leerlo de una sola vez, no atiendas otras lecturas mientras te acompaña El Quijote ni caigas en la tentación de “dejarlo tantito” para leer otra cosa, pues no volverás a él.

La otra opción es leerlo forma dilatada. En muchos cursos universitarios se leen dos o tres capítulos del Quijote a la semana y, se crea o no, en más o menos un año se llega al capítulo final. En este caso es indispensable hacerle un espacio en nuestra rutina y no olvidarnos de él. Avanzando de a poco, sí, pero disfrutándolo con mucho cuidado.

  • Si te aburre, déjalo

Si has pasado una considerable cantidad de páginas y no has disfrutado la lectura, déjalo. Sin remordimientos. Tanto El Quijote como todos los demás libros que valen la pena en el mundo se hicieron para disfrutarse.

La novela extraordinaria de un hombre común

Cervantes fue, a decir de sus biógrafos, un hombre común con una vida extraordinaria. Con 23 años estuvo presente en la batalla de Lepanto. Aquel encuentro entre el Imperio Otomano y la coalición liderada por España tuvo en su día la misma importancia que tuvieron en el siglo XX la batalla de Pearl Harbor o la batalla de Stalingrado durante la Segunda Guerra Mundial.

Tras Lepanto, Miguel de Cervantes vivió cautivo en Argel. Tras su regreso a España tuvo, por así decirlo, una vida doble: escribió obras de teatro, poemas y relatos, pero también fue un cobrador de impuestos atribulado por la supervivencia cotidiana. Escribió El Quijote más preocupado por su situación económica que por su inmortalidad literaria y cuando llegó el éxito tras la publicación de la primera parte de su novela, vio cómo los editores se enriquecieron antes que él.

Busto de Miguel de Cervantes. (Fuente: Pexels)

En La conquista de la ironía, la biografía que publicó Jordi Gracia en 2016, Cervantes es presentado como un hombre acorralado por las circunstancias. Aunque era consiente de su talento y de la calidad de sus obras, Cervantes jamás concibió que su Quijote fuese a pasar a la historia como uno de los mejores libros de todos los tiempos. Antes creyó que la Galatea sería su obra más leída en el futuro.

Como Shakespeare con Hamlet, Cervantes fue capaz de crear un libro que cambió para siempre la historia de la literatura justamente porque no se lo propuso al momento de escribirlo. Nadie escribe obras maestras adrede. De forma análoga, para muchos leer El Quijote será una de las lecturas más intensas y emocionantes de sus vidas, pero es probable que no tengan eso en mente durante la lectura y solo se preocupen por divertirse.

Por último: al principio de su Curso, Nabokov pide no buscar en El Quijote “la vida real”. Para el autor de Lolita, la importancia de la novela de Cervantes está más allá del mundo en que se concibió o la realidad que pudo reflejar. Como Madame Bovary o Ana Karenina, El Quijote es mucho más que un retrato inexacto de la España del siglo XVI y XVII. A su parecer, todas estas novelas no son más que “cuentos de hadas”. Pero, como él mismo admite, “sin estos cuentos de hadas el mundo no sería real”.

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