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América vs Cruz Azul: Se reavivó la rivalidad, pero el clásico joven está muriendo

América vs. Cruz Azul: La historia del clásico joven del futbol mexicano.

La lluvia se apoderó de los rostros y la melancolía cubrió el inmueble. El Estadio Azteca quedó atónito la noche del 26 de mayo de 2013. En el futbol alguien tiene que perder, la cuestión es que una vez más le tocó arrodillarse a Cruz Azul ante la supremacía de su odiado rival, el América. Los aficionados de ‘La Máquina’ estaban incrédulos porque la suerte les hizo pasar otra mala noche, pero de lo que no se percataron es que aquella serie revivió la rivalidad del ‘clásico joven’.

La final del Torneo Clausura 2013 estará presente por siempre; ese duelo ya entró a los libros de historia. El gol del ‘Chaco’ en la ida, la falla de Teófilo Gutiérrez sin portero, el cabezazo de Moisés Muñoz y el desvío de Alejandro Castro son imágenes imborrables, casi estocadas en el corazón para la afición celeste.

Los jóvenes que cimentaron la rivalidad

Recordemos que antes de ser llamado clásico joven era un simple partido que solo arrancaba sonrisas y descargaba toda la adrenalina acumulada.

En la década de los sesenta no había lujos ni grandes pagos, solo veintidós jugadores que dejaban el alma por ganar. No existía la tecnología ni muchos menos las redes sociales. El 90 por ciento de los estadios estaba hecho de puro cemento, los asientos de concreto representaban dos cosas: que la palabra “comodidad” no tenía cabida y que la felicidad por ver al amor de tu vida hacía que todo valiera la pena. En muchos casos se utilizaban gradas de metal que eran removibles. La pintura era lo más moderno que se tenía, cualquier desperfecto se arreglaba con pasar la brocha unas cuantas veces.

América vs. Cruz Azul, 1963.

El primer América contra Cruz Azul tiene registro del 23 de junio de 1963. Se trató de un juego amistoso, pero ya mostraba tintes de ser especial. En ese entonces, La Máquina estaba en segunda división. El pronóstico pintaba para una victoria “fácil” de los azulcremas y así fue. Los azules se llevaron cuatro goles a casa, sin marcar uno solo. Menos de un año después, los cementeros subieron al máximo circuito y dieron paso al primer encuentro oficial, mismo que se llevaron los de Coapa con un marcador de 2-1.

Se volvió recurrente y hasta normal que en cada enfrentamiento hubieran goles y emociones. Esto creció tanto que se llegó a una instancia final, ahí vino el primer detonante de esta rivalidad.

Muchos no tuvimos el privilegio de presenciarla, pero la final de 1971-1972 representó una de las primera alegrías para la gente del Cruz Azul y un rotundo fracaso para el América. Se esperaba un partido reñido, pero los de azul sacaron la casta y le pintaron cara a unos cremas que fueron goleados 4-1.

A partir de ahí, nombres como Miguel Marín, Javier “Kalimán” Guzmán, Alberto Quintano, Carlos Reinoso y Enrique Borja eran vistos como jóvenes promesas. Sus actuaciones denotaban algo más que los jugadores promedio. Hoy son considerados leyendas por sus grandes trayectorias, pero su legado fue ser pioneros de esta enemistad.

El 24 de mayo de 1980 es la gran fecha. Fue cuando por fin se le dio nombre a un enfrentamiento que representaba algo más que solo tres puntos. El sudor de los jugadores, la garra con la que se peleaba cada balón, la forma en que se festejaban los goles y la satisfacción de ver al contrario derrotado y cabizbajo de camino a casa dieron paso al clásico joven.

La inconfundible voz del cronista mexicano, Gerardo Peña Kegel, fue la encargada de denominar así al juego entre América y Cruz Azul. Tal y como lo dijo en su momento, todo fue obra de la casualidad, no existe un porqué. Por su mente pasaron los nombres de aquellos jóvenes que cimentaron la base y los que en ese momento (década de los ochenta) empezaban a salir a la luz. Entonces de repente lo soltó, sin pensar que este punto de quiebre daría paso a grandes hazañas.

“Nada más puse el adjetivo, punto. Y fue una ocurrencia, ni lo pensé, ni lo estudié, los clásicos, este clásico, lo hicieron los Marín, los Flores, los Quintano, los Cárdenas, que fue campeón con los dos; Carlos Reinoso, Enrique Borja, ellos son verdaderamente los clásicos y quienes los robustecen son los aficionados al fútbol”, confesó Peña Kegel en una entrevista.

Los mejores momentos

El clásico joven no era como hoy en día lo conocemos; estaba catalogado como uno de los partidos de la temporada. Como si se tratara del nuevo capítulo de la serie más popular, nadie quería perdérselo.

Durante la década de los setenta, Cruz Azul no solo dominó a placer el futbol mexicano, sino que también se adueñó del nido. Consiguió ocho títulos de liga y se vio las caras contra los azulcremas en tres ocasiones; se alzó victorioso en dos de ellas —incluida la final 1971-1972—. El Estadio Azteca se pintó de celeste por más de veinticinco años y atestiguó los mejores momentos del club. La Máquina le arrebató su casa al acérrimo rival y lo llegó a humillar muchas veces ahí. Su poderío era evidente, uno tenía que arrodillarse o sucumbir ante su poder. Hasta que vino la revancha.

En los años ochenta, el América vivió una etapa inolvidable. Levantaron ochos veces el trofeo nacional y en fases de eliminación directa dejaron en el camino al Cruz Azul en dos ocasiones (semifinales de 1983-84 y cuartos de final del Torneo México 1986).

En 1989 llegó la ansiada venganza. No era suficiente con eliminar a la escuadra celeste, había que saldar cuentas en una final. Fue en esa fecha cuando cementeros y águilas se enfrentaron por un nuevo campeonato. El Coloso de Santa Úrsula fue sede de los juegos de ida y vuelta. En el primero lo ganaron los de Coapa 2-3 y en el segundo empataron a dos tantos. Ese duelo cerró con broche de oro la mejor época del América en su historia.

Tiempo después, el dominio se alternó. La rivalidad se asentó con triunfos de ambos lados. Dar un pronóstico era casi como empeñar tu casa a sabiendas de que había una probabilidad alta de fallar.

En 1999 el Cruz Azul le dio la vuelta a las águilas, ya era momento de inclinar la balanza. Para ese entonces el Estadio Azul era la nueva casa de los cruzazulinos, pero el Coloso de Santa Úrsula aún era su fortaleza. Durante siete partidos consecutivos de fase regular, los de la Noria derrotaron a los azulcremas en su cancha. Eso fue un golpe sobre la mesa. Tiempo después llegó una nueva venganza, solo que esta dio paso al deterioro del clásico joven.

¿Se perdió el interés?

Toda esa mística, garra y ganas de triunfar se fueron a la basura. La primera década del siglo XXI tuvo nombre y apellido. América se quitó de encima la paternidad de Cruz Azul en 2004 y la revirtió a su favor. El resultado, siete años de La Máquina sin obtener una victoria en el clásico joven.

Este hecho no solo hablaba de superioridad, sino de una pérdida de interés. Ya daba igual ver o no el partido, ya se sabía cómo iba a terminar. Las caras largas en la afición celeste predominaron por varios años, hasta que en 2011, gracias a un solitario gol del Chaco Giménez, se terminó la racha negativa.

Después vino la tragedia del 2013, una goleada de Cruz Azul 4-0 y un partido que nos volvió locos a todos. Si creen que la palabra “extraño” la conocían del todo, en el Apertura 2016 se dio una voltereta pocas veces vista en el futbol profesional.

El Estadio Azul fue sede del clásico joven de la fase regular de aquel certamen. Al medio tiempo los locales iban arriba en el marcador, 3-0, gracias a un doblete del Chaco Giménez y un tanto más de Francisco Silva. El partido lucía liquidado. El segundo tiempo debió ser de trámite, pero Oribe Peralta, Pablo Aguilar y Silvio Romero en dos ocasiones, finiquitaron la voltereta en favor del América.

El 3-4 volvió a dejar clara una cosa, aquella final del 2013 reavivó la rivalidad, pero mostró el camino hacia la extinción del clásico joven.

Hay que ser honestos, hoy América ve con mayor peligro a Tigres que a Cruz Azul. Debe quedar claro que no basta con la historia para mantener viva la llama de la pasión. La Máquina perdió esa lucha y esas ganas de humillar al odiado rival; se achicó en el terreno de juego. Así como en el pasado los azulcremas aprovecharon sus segundas oportunidades para cobrar revancha y cumplieron, los celestes tuvieron la suya en el Apertura 2018. Tras una final de ida en empate a cero, la vuelta pronosticaba, la novena estrella de los cementeros.

Cerraron la fase regular como líderes y el Estadio Azteca era su casa de nueva cuenta; era el escenario perfecto. La ilusión del cuadro de la Noria se desbordó en las gradas y Edson Álvarez se encargó de devolverlos a su realidad actual. No hubo venganza, al contrario, solo se acrecentó la superioridad del América.

Así como en su momento no existió un porqué concreto para llamar “joven” a este “clásico”, hoy nos preguntamos si debería seguir siendo reconocido como tal.

Ilustración: José Carlos Aguilar

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