La matanza de Sabra y Chatila

CIUDAD DE MEXICO, México,  ene. 11, 2014.- La masacre de cientos de refugiados palestinos entre ancianos, mujeres y niños, en los campamentos de Sabra y Chatila, tuvo lugar en el oeste de Beirut, durante la Guerra del Líbano de 1982, a manos de la Falange Libanesa en respuesta a la matanza de “Damour”.

 

El 14 de septiembre de ese año, el líder maronita y mandatario electo libanés, Bashir Gemayel, murió al lado de cuarenta personas durante un atentado con explosivos en la sede central de las Fuerzas Libanesas en Beirut.

 

El hecho fue cometido por facciones pro-sirias y pro-palestinas al mando del agente sirio conocido como Chartouni.

 

Tras el atentado y como parte de su estrategia de seguridad en la frontera con la Republica Libanesa, el 15 de septiembre dos divisiones de las Fuerzas de Defensa israelíes al mando de Ariel Sharón ocuparon el oeste de Beirut, violando un acuerdo con Estados Unidos de no ocupar Beirut occidental.

 

Para el mediodía, las divisiones judías del Tsahal habían rodeado por completo el campamento de refugiados de Sabra y Chatila y controlaban todas las entradas y salidas, además de ocupar un buen número de edificios para usarlos como puestos de observación.

 

Ariel Sharon y Rafael Eitan, jefe del Estado Mayor de las Fuerzas de Seguridad israelíes, se reunieron con las unidades de la milicia cristiano-falangista libanesa para incitarlos a entrar en los campamentos de refugiados para detener a terroristas de la OLP (Organización para la Liberación Palestina) y entregarlos a las fuerzas de Sharón. La reunión terminó las 3:00 de la tarde del 16 de septiembre.

 

Una hora más después, 1,500 milicianos cristianos se reunieron en el Aeropuerto Internacional de Beirut, -ocupado por Israel-, bajo el mando de Elie Hobeika, sucesor del asesinado Gemayel para dirigirse a los campamentos de refugiados.

 

La primera unidad de falangistas, armados con pistolas, cuchillos y hachas, entró a las 6:00 de la tarde en los campamentos de Sabra y Chatila, situados en las afueras de Beirut. Su misión era localizar guerrilleros en retirada de la OLP y desarmarlos, pero lo que sucedió fue una matanza de palestinos, la inmensa mayoría ancianos, mujeres y niños, todos civiles indefensos, que se prolongó durante más de 30 horas en venganza por la muerte de Gemayel y la matanza de Damour de 1976 durante la Guerra Civil Libanesa. Aparte de las ejecuciones, también hubo violaciones de mujeres, torturas y mutilaciones.

 

Durante la noche, las fuerzas israelíes dispararon bengalas iluminando los campamentos. A las 11:00 de la mañana del día siguiente se envió un informe a la sede de las Fuerzas de Defensa Israelíes en el este de Beirut, informando del asesinato de 14 personas, incluidos civiles. El informe se remitió a las sedes de Tel Aviv y Jerusalén, donde fue visto por más de 20 oficiales israelíes de alto rango.

 

Durante las siguientes 36 a 48 horas, los falangistas libaneses masacraron a los habitantes de los campamentos con el consentimiento del gobierno de Israel, por lo que el periódico israelí Yedioth Ahronoth publicó: “Desde el jueves y el viernes por la mañana, los ministros y funcionarios de Israel ya sabían acerca de la matanza, y nada hicieron para detenerla. El gobierno lo sabía desde la noche del jueves y no movió un dedo ni hizo nada para impedirla”.

 

La cifra precisa de muertos ha sido siempre objeto de disputas y oscila entre varios centenares, pero la Cruz Roja afirmó que fueron 2,400 víctimas.

 

El hecho provocó un gran escándalo internacional, conmovió a la opinión pública israelí y causó una profunda crisis política. Una semana después de la tragedia, el 25 de septiembre de 1982, 400,000 personas movilizadas por la oposición se manifestaron en Tel Aviv contra la matanza exigiendo la renuncia de los responsables por lo que el Primer Ministro Menahem Begin accedió a realizar una investigación independiente a fondo.

 

El informe final de la Comisión Kahan se hizo público en febrero de 1983. Señaló a los cristianos falangistas como autores materiales de las muertes, criticó la indiferencia e imprudencia de algunos ministros y mandos militares israelíes y calificó negligencia grave la conducta del jefe del Estado Mayor, el general Rafael Eytan. Además consideró que Ariel Sharon faltó a sus obligaciones, por lo que recomendó su dimisión o cese como ministro de Defensa.

 

La conclusión fue que las Fuerzas de Defensa de Israel, apostadas en el Líbano, fueron indirectamente responsables de los hechos por no evitar las matanzas, por lo que Sharon tuvo que dimitir.

 

La masacre de Sabra y Chatila mereció la calificación de genocidio por parte de una resolución de la Asamblea General de Naciones Unidas.

 

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