Las hormonas sexuales femeninas, o esteroides sexuales, son aquellas que tienen un papel vital en el desarrollo sexual, la reproducción y la salud en general. Los niveles de hormonas sexuales cambian con el tiempo, pero algunos de los cambios más significativos ocurren durante la pubertad, el embarazo y la menopausia.
Las hormonas funcionan como mensajeros químicos que las glándulas endocrinas producen y liberan al torrente sanguíneo, los cuales ayudan a regular muchos procesos corporales, como el apetito, el sueño y el crecimiento.
Por su parte, las hormonas sexuales son aquellas que juegan un papel fundamental en el desarrollo y la reproducción sexual. Las principales glándulas que producen hormonas sexuales son las glándulas suprarrenales y las gónadas, que incluyen los ovarios, en las mujeres, y los testículos, en los hombres.
¿Cuáles son las hormonas sexuales de la mujer?
En las mujeres, los ovarios y las glándulas suprarrenales son los principales productores de hormonas sexuales. Las hormonas sexuales de la mujer incluyen el estrógeno, la progesterona y pequeñas cantidades de testosterona.
Estrógeno. El estrógeno es probablemente la hormona sexual femenina más conocida y aunque la mayor parte de la producción de estrógeno se produce en los ovarios, las glándulas suprarrenales y las células grasas también producen pequeñas cantidades de estrógeno. El estrógeno juega un papel crucial en el desarrollo sexual y reproductivo, que comienza cuando una persona alcanza la pubertad.
Progesterona. Los ovarios, las glándulas suprarrenales y la placenta producen la hormona progesterona. Los niveles de progesterona aumentan durante la ovulación y aumentan durante el embarazo.
La progesterona ayuda a estabilizar los ciclos menstruales y prepara al cuerpo para el embarazo. Tener un nivel bajo de progesterona puede provocar ciclos menstruales irregulares, dificultad para concebir y un mayor riesgo de complicaciones durante el embarazo.
Testosterona. Aunque la testosterona es la principal hormona sexual en los hombres, también está presente en cantidades menores en las mujeres y tiene que ver con la fertilidad, el deseo sexual, la menstruación, el tejido y la masa ósea, y la producción de glóbulos rojos.