Inicio  /  Historias
ARTE Y CULTURA

Elena Poniatowska revela que Juan José Arreola abusó de ella y la dejó embarazada

La familia Arreola salió en defensa del escritor contra las acusaciones de maltrato y abuso sexual

En 1955, el escritor Juan José Arreola abusó sexualmente de Elena Poniatowska y como consecuencia de este acto, quedó embarazada, según El amante polaco, una novela autobiográfica de reciente publicación, donde el personaje de Arreola es identificado simplemente como ‘el Maestro’.

Te recomendamos: Elena Poniatowska reitera apoyo a AMLO tras ‘primer año muy difícil’

En entrevista con Excelsior, la autora de La noche de Tlatelolco confirmó que este personaje es, en efecto, Juan José Arreola, a quien admiraba y respetaba como uno de los grandes hombres de letras de México, hasta que un día, abusó de su confianza y de su intimidad.

Ya se sabía, muchos lo saben. Pero no hay que decirlo, para qué. Arreola era un adulto, un hombre casado, con tres hijos, 20 años mayor que yo.

Aunque se dice que esta historia era un rumor que circulaba en círculos literarios, la señora Poniatowska reveló por primera vez la historia detrás del nacimiento de Emmanuel Haro Poniatowski, su primogénito, y todas las dificultades por las que tuvo que pasar como madre soltera.

Tras este acontecimiento, la joven escritora se fue a Italia, donde tuvo a su primer hijo, ‘Mane’. Ante el desafío de criarlo sola, mucha gente le sugirió que lo diera en adopción, pero ella decidió quedarse con el niño. “Le pareció bien que lo publicara”, dijo Poniatowska luego de mostrarle su más reciente obra a su hijo.

Después de dar a luz, la señora Poniatowska afirmó que el autor de Confabulario nunca la volvió a contactar. Quién la ayudó con la crianza del niño fue su esposo, Guillermo Haro, con quien contrajo matrimonio en 1968.

La entrevista con Elena Poniatowska fue publicada el 23 de noviembre. Unos días después, otra escritora optó por revivir un trauma de su pasado. Se trataba de la también pianista Tita Valencia, quien reveló a El País que también tuvo una relación con el señor Arreola, una relación plagada de maltrato psicológico, a tal grado de que terminó internada en un sanatorio por un tiempo.

Siempre tenía un coro de aquellas jóvenes alrededor. A todo ello se agregaba el maltrato verbal en términos de crueldad, que no de grosería. La crueldad de la que son capaces los hombres que dominan el lenguaje.

La señora Valencia conoció al ‘maestro’ por un taller de escritura que él impartía, una clase que compartía con otras alumnas, “aspirantes a escritoras”. Ante la pregunta de si se acuerda de sus compañeras, ella dijo “Sí, claro, hay dos que son famosas, pero precisamente por eso, prefiero no dar sus nombres. Eran jóvenes igual que yo”.

En 1976, Valencia publicó su libro más conocido, por el cual ganó el prestigioso premio Xavier Villaurrutia, Minotauromaquia. En esta novela, la escritora relata la tormentosa relación que sostuvo con un hombre cuya identidad nunca fue revelada al público. A pesar del reconocimiento, la novela fue el fin de su carrera literaria.

Casi enseguida, los escritores varones se me echaron encima en todos los periódicos y publicaciones. Ferozmente. En solidaridad con el Minotauro.

Ante la polémica revelación de estas dos autoras, los hijos y nietos de Juan José Arreola salieron en defensa del escritor, fallecido en 2001. La familia Arreola envió una réplica a Excelsior, la cual incluye copias de misivas escritas por Poniatowska y Valencia y enviadas a Arreola, documentos que conserva la familia, para mostrar la complejidad de las relaciones sentimentales de Arreola.

La carta íntegra dice lo siguiente:

Con tristeza y molestia hemos leído las recientes declaraciones de dos conocidas autoras que, efectivamente, sostuvieron relaciones sentimentales con nuestro querido padre y abuelo. Por respeto a ellas y a él —ausente para defenderse—, habíamos decidido mantenernos en silencio. Sin embargo, la verdad de los hechos de aquellos años se ha transformado hoy en una injusta narrativa de falsedades que no podemos soslayar.

En abono a la verdad, sin enconos personales y entendiendo la discusión actual en torno a los derechos de la mujer, adjuntamos un grupo de cartas y mensajes (sin edición alguna) de dichas autoras cuyo contenido hace evidente una versión histórica distinta a la difundida, y que conocimos directamente. En ambos casos — no entendemos el porqué— el tiempo parece haber afectado a la memoria (nos rehusamos a creer que se trate de vender libros). De cualquier manera, es una lástima que el querido Juan José no esté aquí para desahogar su derecho de audiencia.

Sabemos quién fue nuestro padre y abuelo. Acompañándolo en la vida conocimos muy de cerca de lo que era y no capaz. Su personalidad bondadosa siempre lo mantuvo lejos de cualquier forma de violencia. Lo suyo fue, desde luego, la discusión apasionada. Finalmente y como se recordó el año pasado durante su centenario, la generosidad que Juan José Arreola ofreció a discípulos y amistades —hombres y mujeres— fue enorme. Así lo manifestaron incontables de sus contemporáneos. Por ello protegemos su memoria con esta Fe de Erratas, con la cual esperamos abandonar toda discusión ulterior. Por su atención, gracias.

Orso Arreola, hijo del escritor, dijo a El Occidental que espera “una disculpa pública” de ambas mujeres. “Aunque es difícil porque en el caso de Elena Poniatowska ya publicó libro y ya está en circulación, pero es un libro lamentable”.

En una réplica publicada por el diario Reforma, la señora Poniatowska lamenta la postura de la familia Arreola:

Son las 4:37 de la tarde del domingo 8 de diciembre de 2019 y leo estupefacta la carta de la familia del escritor Juan José Arreola. Jamás, en 64 años, he hecho declaración alguna acerca de Arreola y su entorno.

En mi novela, El amante polaco que Planeta lanzó en la Feria del Libro de Guadalajara el miércoles 4 de diciembre, sólo hablo de “El maestro”.

Mi hijo nació en un convento de monjas en Monte Mario, Roma, el 7 de julio de 1955. Cuando conocí a Arreola en 1954 (nací en 1932 y cumpliré 88 años el 19 de mayo del 2020), era una jovencita totalmente dispuesta al deslumbramiento. En esa época, las niñas que se educaban en colegio de monjas salían del convento igual que entraban, más niñas que nunca, páginas en blanco, sin ninguna preparación para la vida.

Arreola era un adulto, un hombre casado, con tres hijos, 20 años mayor que yo.

Mi relación no fue una de las “relaciones sentimentales” del “padre y abuelo Arreola”, sino un suceso fundamental en mi vida que habría de cambiar no sólo mi destino, sino el de mi hijo; fue la relación de un adulto casado que sabía lo que hacía con una joven inexperta e ingenua en todos los sentidos.

Aunque la familia de Arreola habla de respeto, la respetuosa fui yo, la que nunca pidió nada fui yo, la que no volvió a verlo nunca fui yo, la que guardó silencio fui yo.

Arreola jamás vio a mi hijo, jamás lo conoció, jamás lo mantuvo. Pudo enviarle un libro, jamás lo hizo. En cambio, si mi hijo hubiera manifestado el deseo de conocerlo, por respeto, habría cumplido su voluntad. Ya adulto, Mane jamás buscó verlo. Los verdaderos padres de mi hijo, doctor Emmanuel Haro Poniatowski, son su abuelo Juan. E. Poniatowski y el astrofísico Guillermo Haro.

Por lo visto, el “querido padre y abuelo” de los Arreola quién siempre se ufanó de sus conquistas, también lo hizo frente a su familia, puesto que ahora las festejan.

Como consta en la carta a máquina (escrita desde Roma, Italia, en 1955, y reproducida por Reforma el domingo 8 de diciembre de 2019), me preocupé por sus hijas, a diferencia suya que jamás lo hizo por mí o por mi hijo.

El silencio y el respeto del que habla la familia Arreola han sido de mi familia y míos durante 64 años.

¿En qué se basa el silencio y el respeto de la familia Arreola si ahora trae a la luz un asunto del que nunca hablé?

Supe desde un principio que Arreola jamás viajaría a Italia puesto que no podía cruzar una calle en la Ciudad de México. Mi carta de 1955, por lo tanto, es la de una incauta que intenta protegerlo. Cuando uno es joven, protege o camina al borde del abismo.

¿Alguna vez fue Arreola responsable de sí mismo? Su talento y su inteligencia lo enseñaron a usar a los demás.

Arreola nunca fue capaz de poner en orden su vida y eso lo sabe su familia. Sólo pudo “echar a perder quien sabe qué de muy bello que tenía”, como lo escribo en la carta de 1955, que reproduce Reforma.

Es desafortunado el caso de Tita Valencia que destapa una situación distinta a la mía, aunque tenga en común al mismo personaje.

Mi vida no se reduce a la frase final del capítulo 20 de El amante polaco, página 333 (la única vez en que expongo la acción de “el maestro”), y nada tiene que ver con “una injusta narrativa de falsedades imposible de soslayar”. A lo largo de 405 páginas, jamás aparece el nombre del “querido padre y abuelo”.