CONFLICTOS ARMADOS

Voluntarios del proyecto Fratelli ayudan a refugiados sirios en Líbano

“Vi cuando mataron a mi mamá en la guerra. A mí me dieron un balazo en el hombro. Llegué aquí y no tengo manera de curar el problema de mi espalda”.

El testimonio de Abdelkader es tan sólo uno de los miles de casos que comúnmente se escuchan entre los refugiados sirios que viven en Líbano. Como Sidra, que llegó aquí hace dos años sin saber el paradero de su padre y es huérfana de madre. O Momina, que junto con su familia escapó de la guerra y viven con menos de 3 dólares al día. Relatos que cuentan la crudeza de la guerra, del éxodo, del llegar al vecino país con apenas lo suficiente y sin saber qué pasará en el futuro. Lo dejaron todo y ahora viven hacinados en donde encontraron y se los permitieron.

“Algunas de las personas que viven aquí pueden ir a trabajar y regresan, y los niños que pueden van a la escuela. Viven aquí el tiempo que necesitan aunque no dejamos de recibir refugiados”, explica Zaher Chabaneh, responsable del centro de refugiados.

No lejos de su vivienda, en la localidad de el Rmaileh, a 40 kilómetros al sur de Beirut, se encuentra el proyecto Fratelli, el cual surgió por dos congregaciones: Lasallistas y Maristas, quienes llegaron a Líbano en el año 2015, con el propósito de empezar a ayudar a los niños de la guerra. Volvieron a ocupar este campus escolar, que fuera la escuela marista más importante en la región antes de la guerra civil para recibir en la actualidad a 600 niños día a día, de los 2500 que pretenden llegar a atender, sin importar el credo que prediquen.

“Nosotros como una organización cristiana no nos ha generado ningún problema. Tal vez al principio si había algunas familias que sospechaban porque no nos conocían y nos llegó al oído a lo mejor que tal familia no envió a sus niños porque como somos cristianos pensaron que nuestra intención es convertirlos. Claro que a los otros dos o tres días se dieron cuenta que no era cierto y los niños regresaron…. es una forma también de construir la paz, el que los niños al haber salido de su país descubran que la gente que es diferente, que cree o piensa de una manera diferente, se puede dar una convivencia normal”, explica por su parte Andrés Porras, hermano lasallista.

Se les ayuda con materias en otros idiomas como inglés o francés, conocen las tradiciones de otros países dependiendo del origen de los hermanos o voluntarios que imparten las clases, realizan manualidades y cultura cívica. Una manera lúdica de aprender y de sacarlos de su realidad.

Sara Amarillas, voluntaria mexicana, dice: “Hace poquito tuvimos el festival del día de las madres, entonces fue muy emotivo porque muchos o no tienen a sus mamás o viven con sus primos, sus tíos, entonces hubo un momento en donde los niños estaban cantando en árabe y sacaron fotos de ellos con sus mamás…  entonces, claro, lágrimas de aquí al infinito y al mismo tiempo pensar yo en familia que está lejos y ellos que ya no tienen a su familia”.

Por su parte Laura Gonzalvo, voluntaria española, destaca: “Yo al menos desde donde yo pueda aportar, lo que les intento transmitir es cariño, esperanza, que aunque sé que han vivido cosas duras, sobretodo pues para la edad que tienen, pues transmitirles eso, esperanza, cariño y que hay gente muy buena en el mundo y que tienen un futuro por delante”.

Para mantener el proyecto Fratelli, los hermanos lasallistas y maristas reciben apoyo de sus congregaciones y de distintas ONG’s internacionales. Fratelli es sin duda, una opción que brinda ayuda a los más pobres, a los más necesitados de la guerra, en un ambiente educativo y lleno de fraternidad.

“Los niños a las 7 de la mañana ya vienen aquí y no vienen solamente a decir ‘voy a estudiar’. No, vienen, y lo primero que dicen es: Frere, hermano, el ablon, o hermano. Te saludan enseguida, y lo que quieren es disfrutar del entorno, de la oportunidad, que se les da. Ciertamente pasa después por estudiar, pasa por aprender a leer, por aprender a escribir, tal vez pasa porque sea el único recurso educativo que tengan. Pero yo creo que la educación aquí va más allá de la instrucción que también es necesaria”, narra Miquel Cubeles Bielsa, hermano marista.

Son 20 personas las que realizan esta labor día a día, atendiendo a lo largo de la jornada, refugiados de todas las edades en distintos horarios. Un granito de arena que busca dar respuesta a la gran crisis humanitaria que se vive en las fronteras libanesas. Así es como lasallistas y maristas suman fuerzas, consiguiendo que por unas horas la visión del mundo sea otra para los miles de refugiados que la guerra deja a su paso.

 

Con información de José Luis Arévalo y Felipe Rangel, enviados especiales, Noticieros Televisa

AAE