CRIMEN Y SEGURIDAD

Tres niños narran cómo y dónde comenzaron a consumir cristal y otras drogas

El Conadic informó que en México, del 2013 a la fecha, el consumo de cristal se ha incrementado en 500% y quienes lo hacen son cada vez más jóvenes, niños.

  • Tres menores narraron cómo se volvieron adictos.

La Comisión Nacional Contra las Adicciones (Conadic) dio a conocer un informe en el que destaca que en nuestro país, del 2013 a la fecha, el consumo de cristal, la metanfetamina, se ha incrementado en 500% y que las personas que lo consumen cada son cada vez más jóvenes, niños.

“Me siento enojado conmigo mismo porque pues yo me dedicaba a jugar canicas, tazos, trompo y pues ya cuando agarré el vicio pues ya dejé de jugar hasta trompo”, narró Matías, menor adicto de la CDMX.

Matías de nueve años de edad, originario de Iztapalapa, es adicto a las drogas. Recuerda que inició a los seis años oliendo gasolina.

“Un día me fui con mi tío a traer un carro. Me dijo que le empezara a oler, me empezó a gustar el olor. Los de la gasolinería no me la querían vender, pero les decía, es que es para mi moto, pero pues la moto pues era yo me la chingaba el puro olor”, compartió Matías.

Recuerda que el año pasado, en su propia familia, fue donde conoció su droga de impacto, el cristal.

“El cristal fue con mi hermanastro. Me enseñó cómo, ya después lo inhalé y me dolió la nariz. Nunca me hizo nada bueno porque pues me destruyó mi vida, dicen que si te drogas no vas a completar tu sueño y yo quiero ser piloto aviador”, aseguró Matías.

En México durante el periodo de pandemia, los Centros de Integración Juvenil reportaron que el consumo de drogas duras como el cristal aumentó un 450% en menores de edad.

En el caso del cristal es más barato que el crack, su poder adictivo es mayor y dura más tiempo el efecto”, apuntó Francisco Díaz, psicólogo del Centro de Integración Juvenil.

“Cuando hablamos de cualquier sustancia que se consume en la niñez o en la adolescencia estamos hablando de un riesgo para el sano desarrollo del cerebro”, señaló Nadia Robles, de la Comisión Nacional Contra las Adicciones.

“Yo empecé a la edad de los 8 o 9 porque de lo primero que probé fue el alcohol, porque fue de que en ese lapso tenía discusiones familiares y pues mi padre llegaba borracho, cuando dejaba la cerveza o lo que trajera pues agarraba y lo tomaba, después del activo me fui a la marihuana; de marihuana a los chochos, de los chochos a la piedra y de la piedra al cristal”, contó César, menor adicto.

César tiene 14 años de edad; cuenta que completaba para un gramo de cristal con los 40 pesos diarios que le daban sus padres para la escuela, en Tláhuac.

“Siempre vas a encontrar señores que te vendan; había veces que nada más tocaba o sea no me veía; sí perdí mi infancia, todo por no querer entender y no acatar órdenes”, destacó César, menor adicto en CDMX

Los expertos aseguran que hay señales de alerta que emiten los menores adictos para evitar ser descubiertos por su familiares o amigos.

“Se empiezan a perder autocuidados. Se empieza a perder el asombro, empieza a haber un decremento en su desarrollo intelectual, puede haber abandono de estudios”, dijo Mariano Rodríguez, del Centro de Formación y Restauración Casa de María, A.C.

Tadeo de 15 años de edad, recuerda que llegó a consumir hasta cinco gramos de cristal al día. Desde hace un mes se encuentra recibiendo atención en un Centro de Integración Juvenil.

“Yo me empiezo a dar cuenta que se empieza a aislar, que se le resecaba mucho la boca, se le contraen los músculos. No sabes de qué manera ayudarlos, yo me sentía en un hoyo profundo que yo decía cómo te saco”, apuntó Celia, mamá de Tadeo.

 “Antes de mi cumpleaños 15 yo empecé a consumir cristal. Yo conocía el punto, varias veces pasé por ahí y me ofrecían. Me lo regalaron al principio creía que todo era para arriba, pero después de unos meses como que me duelen los huesos. Ya estaba muy dañado, ya era de no dormir dos semanas, de no comer dos semanas completas, la piel se me fue secando”, dijo Tadeo, menor adicto.

Con información Víctor Valles Mata y Fernando Guillén.

LLH