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Tiburones, delfines y peces, verdadero tesoro de Isla del Coco

Hubo una época donde los hombres se lanzaron al mar en busca de nuevas fronteras a bordo de barcos y fragatas, donde los piratas robaban por su cuenta y los corsarios también robaban con la patente de corso del imperio. Así, desde el siglo XVII nacieron mitos y leyendas de tesoros escondidos en las islas más remotas. “Cuando declararon Parque Nacional Isla del Coco crearon la ley de no búsqueda del tesoro, para evitar daños al medio ambiente. Entonces hay una ley que prohíbe la búsqueda del tesoro”, afirma Víctor Acuña, guardaparques de Isla del Coco.

Estas cuevas fueron cavadas para tratar de buscar el tesoro, pero pareciera como si la isla se hubiera tragado ese secreto.

Después de 200 años de exploraciones nadie ha encontrado nada. Lo verdaderamente importante es que el verdadero tesoro de la Isla del Coco no está aquí en estas cuevas, está allá afuera, en sus paisajes, en su ecosistema verde y en su vida marina, una de las más ricas del Pacífico. Ese es el verdadero tesoro de la Isla del Coco.

En su bosque nuboso, verde, tupido y denso crecen alrededor de 500 especies de plantas, muchas de ellas endémicas.

Nos llama la atención un puente colgante llamado “El Copey”, formado con instrumentos de artes de pesca como boyas, líneas de pesca, anzuelos. Representa la lucha de los guardaparques de la Isla del Coco contra la pesca ilegal.

“Este es el sitio más alejado que tenemos nosotros geopolíticamente en Costa Rica, lo cual nos permite, en su momento, haberla clasificado como patrimonio de Costa Rica, territorio tico”, afirma Géiner Golfin, administrador del Parque Nacional Isla del Coco.

Estamos en un lugar único, donde todo está por ocurrir.

En la toma aérea observamos una red de trasmayo. Bajo el agua se está formando lo que se conoce como “bait ball” o “bola de carnada”, que se produce cuando bancos de peces buscan protegerse ante las amenazas de sus predadores.

Aquí gobiernan los tiburones que, de vez en vez, se agrupan con otras especies pelágicas para un mismo propósito: cazar. Y no es bueno cruzarse en su camino.

“Entro al agua y soy un competidor más, lo primero que me encuentro es un tiburón sedoso que viene directo hacia mí, a hacerme a un lado”, explica Manuel Lazcano, director de fotografía submarina.

No es común ver a tiburones, delfines y atunes, que a veces se comen unos a otros, emboscando de manera conjunta a sus presas.

“Todos iban por la misma presa”, señala Manuel Lazcano, director de fotografía submarina.

Observe cómo los delfines “nariz de botella” acorralan al banco de peces. Mientras, los tiburones los obligan a subir a la superficie, donde no hay escape posible. Como si estuvieran coordinados, al momento de entrar por la presa al banco de peces, cada especie toma su turno.

Mañana, encuentros cercanos con el tiburón martillo.

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Con información de Alberto Tinoco/Por el Planeta

MLV