Jannen Contreras, coordinadora del proyecto de intervención del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), aseguró que la restauración de la escultura ecuestre de Carlos IV, conocida como “El Caballito” “está siendo muy complicado”.
“Estamos trabajando en la recuperación de la pintura desde el primero de noviembre del 2016 hasta hoy y todavía no terminamos”, agregó.
Con escalpelo en mano, el equipo de restauradores del INAH que atiende la escultura ha ido eliminando el recubrimiento negro que revestía al jinete real y a su montura.
Se han encontrado los rastros de la capa pictórica verde con la que su escultor, Manuel Tolsá, matizó su volumetría y cubrió algunos parches que se observan en el percherón.
“Es el material original con las condiciones actuales; encima tenía capas de asfalto, de pintura, de cera coloreada, sin colorear, tierra, hollín y demás cosas que hemos estado retirando de forma muy cuidadosa a punta de bisturí”, detalló la coordinadora Contreras.
Los restauradores limpian de forma simultánea la obra escultórica que tiene 215 años de existencia; avanzan 20 centímetros por día, entre pliegues y ranuras.
Es “muy despacito, pero con mucha seguridad… limpiando como si fuera pintura de un caballete”, indicó Jannen Contreras.
El color verde original solo está en un 35% de la escultura; el 45% de la capa escultórica quedó afectada por el ácido nítrico que se usó en la intervención fallida que tuvo en 2013, que barrió el color y dejó una superficie parcialmente corroída, además, en los últimos tres años se le ha formado una capa de óxido.
Liliana Guioguli Chávez, coordinadora nacional de Conservación del Patrimonio Cultural del INAH, señaló que El Caballito “es una pieza pública, es patrimonio público y en esa percepción tampoco podemos dejar de reconocer el impacto que tiene en el público que la va a seguir disfrutando”.
También se está trabajando en identificar la cimentación hecha en 1979, cuando la pieza se trasladó de Bucareli a la plaza Tolsá.
Con información de Guadalupe Madrigal.
RMT
