Papa pide justicia y reconciliación para Colombia en emotiva jornada

Colombia vivió este viernes una tercera y emotiva jornada de visita papal en la que el obispo de Roma pidió verdad, justicia y reconciliación para el país rodeado de víctimas que compartieron su historia ante un Francisco compungido.

El día comenzó con una gran misa campal ante unas 650 mil personas, pero el acto más emotivo llegó por la tarde, cuando el papa arribó en un sencillo carro eléctrico hasta un recinto habilitado en el Parque de las Malocas de la ciudad de Villavicencio.

La elección de la ciudad no era casual, allí en plenos Llanos Orientales y donde confluyen las entradas de la Orinoquía y de la selva Amazónica, el conflicto armado colombiano escribió algunas de sus páginas más sangrientas.

La ciudad es la cabeza de un territorio prácticamente virgen, inhóspito y selvático que se transformó en bastión guerrillero y paramilitar. Toda la región que lo circunda supone casi el 40 % del territorio colombiano y es prácticamente un desierto demográfico que hoy se llenó de gente para ver y aclamar al papa.

Ante ese territorio, mitad llanura, mitad selva y con tintes de sabana, el papa se erigió como un padre que pide a sus hijos que se reconcilien y les exige que no olviden lo que ha sucedido.

Verdad es contar a las familias desgarradas por el dolor lo que ha ocurrido con sus parientes desaparecidos. Verdad es confesar qué pasó con los menores de edad reclutados por los actores violentos. Verdad es reconocer el dolor de las mujeres víctimas de violencia y de abusos”, dijo el papa ante seis mil víctimas del conflicto armado dispuestas a perdonar, pero no a olvidar.

Antes había escuchado los testimonios, desgarradores como su dolor, de dos de esas víctimas que detallaron al papa el camino de sangre al que se vieron sometidos durante el conflicto armado de más de medio siglo.

Ahora, que Colombia comienza a ver la luz al final del túnel de la guerra, Francisco escuchó con atención a Luz Dary Landázuri y Pastora Mira García, víctimas de la violencia, así como a Juan Carlos Murcia Perdomo, exguerrillero de las FARC, y a Deisy Sánchez Rey, excombatiente de las paramilitares Autodefensas Unidas de Colombia (AUC).

Con gesto serio, rostro atribulado y apesadumbrado que en ocasiones parecía al borde del llanto, el obispo de Roma no perdió detalle de sus relatos.

Tampoco de los dos excombatientes, ambos también víctimas del conflicto armado pues fueron reclutados mientras eran menores de edad y se convirtieron en niños de la guerra.

A cada uno de ellos les respondió con cariño: “Después de más de dos años de cárcel quería cambiar de vida, pero las AUC me obligaron a entrar nuevamente en sus filas”, dijo Sánchez; a lo que Francisco le dijo: “comprendiste que tú misma habías sido una víctima y tenías necesidad de que se te concediera una oportunidad”.

Después de poco tiempo perdí la mano izquierda, manipulando explosivos. Al inicio colaboré con convicción en la causa de la revolución”, le explicó Murcia.

En todo este proceso, largo, difícil, pero esperanzador de la reconciliación, resulta indispensable también asumir la verdad”, le replicó el jerarca católico como un padre que le habla a su hijo.

El momento más emotivo llegó con el crudo relato de Pastora Mira, cuyo padre, marido y dos hijos fueron asesinados por diferentes grupos armados ilegales.

La generosidad y fe de esta mujer le hicieron cuidar al asesino de su padre y al de uno de sus hijos, que llegó a su casa herido y tras identificarlo por las fotos confesó haber participado en el crimen.

Fue en ese momento cuando el papa pareció al borde del llanto, pero lo contuvo y en su discurso le dijo: “Tienes razón: la violencia engendra más violencia, el odio más odio, y la muerte más muerte. Tenemos que romper esa cadena”.

Tú, querida Pastora, y tantos otros como tú, nos han demostrado que es posible”, dijo el obispo de Roma acerca de como esa mujer es ejemplo de cómo se puede romper el círculo de la violencia.

Por último, Luz Dary Landázuri encogió el corazón de los asistentes cuando detalló como un explosivo guerrillero le amputó su pierna pero subrayó que sintió “como si hubiera estallado también” dentro de su corazón.

Las heridas del corazón son más profundas y difíciles de curar que las del cuerpo. Así es”, le aseguró Francisco.

Los testimonios y sus réplicas papales tenían dos ojos impávidos sobre ellos, los del “Cristo Mutilado de Bojayá”, también testigo y víctima del conflicto.

En su Bojayá natal, otra región asolada por la guerra, la imagen fue testigo de la muerte de al menos 79 de los vecinos de su localidad que se habían refugiado en la iglesia local y que vieron como un explosivo guerrillero segaba su vida.

Ahora, sin piernas ni brazos, pero convertido en un símbolo de reconciliación “es más Cristo aún, porque nos muestra una vez más que Él vino para sufrir por su pueblo y con su pueblo. Y para enseñarnos también que el odio no tiene la última palabra, que el amor es más fuerte”, según dijo el papa.

Ese fue el penúltimo mensaje de esperanza en medio del dolor de Francisco. Al concluir el acto recibió a dos niñas vestidas con trajes folclóricos de la región que le pidieron bendecir los árboles que plantarán en un bosque de reconciliación y paz.

Ya benditos, los árboles partieron rumbo al parque donde crecerán. Igual que la “nueva Colombia” sin sangre.

 

 

Con información de EFE.

LLH