CRIMEN Y SEGURIDAD

Musulmán ayuda a víctimas de masacre en Barcelona

Badreddine mira los mensajes y las ofrendas que se acumulan como muestra de solidaridad con las víctimas. Pasea en su día libre por La Rambla, mientras pregunta si todos están bien. El día del atentado estaba descargando fruta para uno de sus clientes, este puesto de jugos en el corazón de Barcelona, desde donde presenció la masacre.

Entonces nos metemos dentro de la parada yo mi compañera y mi otro compañero y fue en ese momento que pasó el coche volando al lado, pero por lo menos iba a unos 90 kilómetros por hora o así porque llevaba a toda la gente por delante”, aseguró Badreddine el Badri, vendedor de fruta.

Cerraron el puesto para poner a salvo a las mujeres y volvió a salir junto a su compañero a la calle. La imagen no podía ser más cruel.

El marido tenía la pierna partida justo en dos. O sea, le colgaba la pierna. La mujer sí que estaba fatal. Tenía varias fracturas. Sobre la rodilla. La cabeza la tenía abierta. Lloraba gritaba quería moverse (…) El marido estaba llorando todo el rato que quería ver a su mujer no le dejamos ver a su mujer. Yo le tranquilizaba le decía que estaba bien. Que no puedes decirle que tu mujer está muy mal. Entonces hasta que cogimos el marido con una camilla, con la policía y tal y lo bajamos abajo que allí había más heridos, había más muertos por todos lados”, recordó Badreddine el Badri, vendedor fruta.

Badreddine llegó hace 15 años a Barcelona. Es marroquí y musulmán, como los 12 integrantes de la célula yihadista que planeó los ataques en la capital catalana. Él mostró la otra cara del Islam, la que huye del fanatismo religioso.

Porque yo soy musulmán soy practicante y en ningún momento ni tengo ganas de matar a gente inocente, ni a niños, ni ver gente muerta. Todo lo contrario. Encima en el islam dice; si matas a una persona es como si hubieras matado a toda la humanidad. Una persona imagínate llevarse media Rambla contigo”, destacó Badreddine el Badri, vendedor fruta.

Estuvo ayudando hasta que la policía le dijo que debía protegerse en uno de los muchos comercios, que como esta farmacia que acogió en su interior a todo el que pudo antes de cerrar las puertas y bajar las persianas.

Estuvimos seis horas encerrados, ellos han pasado preguntando cómo estábamos, si teníamos heridos, les hemos dicho que no y todo eso”, dijo Iris Rivera, auxiliar de farmacia.

Rajid estaba en el interior de la joyería donde trabaja cuando vio una avalancha de personas salir corriendo.

“Yo he salido, voy fuera y mucha gente, las calles con sangre. Pregunto qué pasa y todo el mundo corriendo”, mencionó Rajid Amarsarnani, dependiente de una joyería.

Unos días después del atentado este establecimiento recibe otra visita. Son voluntarios del servicio psicológico que el ayuntamiento de Barcelona pone a disposición de cualquier ciudadano incapaz de sobreponerse a la tragedia.

Y es que, si ya es difícil aceptar que alguien sea capaz de arrollar a la multitud con una camioneta a gran velocidad, menos comprensible resulta que podría haber sido peor si hubieran logrado su objetivo inicial: estallar tres furgonetas cargadas de explosivos en los tres puntos más concurridos de la ciudad.

Entre sus objetivos, este templo cristiano, la Sagrada Familia diseñado por Gaudí. Uno de los monumentos más visitados en la capital catalana y en cuyos alrededores circulan anualmente 20 millones de personas.

Con información de Yolanda Fernández

HVI