RACISMO

Migrantes centroamericanos ya trabajan en restaurante de Baja California

El restaurantero de Rosarito, Baja California, que acudió al albergue Benito Juárez el fin de semana para a reclutar a migrantes centroamericanos y emplearlos en su negocio familiar, se dijo contento con el trabajo de los jóvenes a quienes les ha otorgado techo, comida y un sueldo.

“Estoy muy contento de mi decisión que tomé, de traerlos a trabajar conmigo. Han salido muy excelentes trabajadores, y hago la invitación a ciertas personas, empresarios, restauranteros a que hagan lo mismo”, apuntó Rubén Torres, restaurantero.

Lo que lo motivó a ayudarlos, afirma, es su propia historia.

“Provengo de una familia humilde, yo soy del estado de Guerrero, de un pueblo que se llama El Km 30, crecí entre carencias, yo trabajé a la edad de 12 años lavando platos y siempre decía a mi o a mis compañeros que un día iba a tener mi propio restaurante”, señaló Rubén Torres, restaurantero.

Lo cumplió y ese restaurante, ubicado entre Rosarito y Ensenada, Baja California, es hoy fuente de trabajo de alrededor de 20 personas, entre ellos cinco hondureños, integrantes de la Caravana Migrante.

Aprenden cocina mexicana

Javier, huérfano desde los 10 meses de edad, fue de los primeros en ser reclutados por Rubén para laborar en el restaurante.

“Le doy gracias a Dios y a algunas personas que me han apoyado y que no me dejaron fracasar y que no busqué los malos caminos. Me dediqué a estudiar, trabajando y estudiando, vendiendo mangos en las carreteras para darme el estudio”, recordó Javier Casco, migrante hondureño.

Hoy, esos estudios le permitieron obtener el empleo como asistente de cocinero. Sueña, cómo lo hizo Rubén, con tener su propio restaurante. Ya no le importa, dice, si en Estados Unidos o México. Y por si es lo segundo está aprendiendo la gastronomía nacional.

“Es una salsa ranchera para echarles a los chiles rellenos encima, a los tacos mexicanos y aquí es una sopita de frijoles para darle como de primera al cliente cuando viene a comer: que se le echa ajito picadito, tocino. Esto es comida mexicana, estamos aprendiendo al estilo mexicano”, explicó Javier Casco, migrante hondureño.

Con el rostro medianamente cubierto, porque no quiere que en Honduras sepan dónde está, César nos explicó cuáles son algunas de las reglas que su jefe les puso al llegar al restaurante.

“Respetar y trabajar, echarle ganas y no consumir drogas y portarse bien para estar bien”, indicó César Matute, migrante hondureño.

El reto al que se enfrenta como ayudante de cocina, e incluso como comensal, es el picante de la comida mexicana.

“Es muy buena, muy excelente, sí, me gusta bastante, los tacos. Todo lo que preparan: los caldos, las sopas”, señaló César Matute, migrante hondureño.

– ¿El picante?

“El picante no me gusta, pero a alguna gente sí”, reconoció César Matute.

Pasante de Contaduría y Finanzas y técnico en Electricidad, Dany se encargará de asistir en diversas áreas.

“Yo soy como el comodín, dicen, yo estoy para todo: ayudante de cocina, estoy de mesero, me encargo de que todo esté en orden, que todo esté muy limpio, que los clientes estén satisfechos”, compartió Dany Morán, migrante hondureño.

Lo que busca es llegar a Estados Unidos de forma legal y para lograrlo, dice, trabajará arduamente, enviará dinero a su esposa a fin de que viaje a México con su hijo de dos años y medio y buscarán el asilo.

“El restaurante es muy cool, como dicen, llega mucha gente y casi gente turista de los Estados Unidos casi la mayor parte. Me siento como que estuviera ya en los Estados”, añadió Dany Morán.

La vista lo hace sentir como en casa. No es el Caribe de Honduras, es el Pacifico mexicano: al final, mar.

Con información de Sarahí Méndez.

LLH