Alejandra y David se hablan por unas horas en la malla fronteriza, apenas pueden verse a través de los huequitos.
Ellos se conocieron y se casaron en Tijuana, Baja California, y tienen dos hijos pequeños; él pone en riesgo su permanencia en Estados Unidos si cruza a México, por eso prefiere viajar a ese punto de la frontera entre Tijuana y San Diego, California, para verlos.
Se ven cada sábado y domingo; a David le dan permiso en su trabajo de ver a su familia por cuatro horas, de 10 a 14:00 horas.
David, quien nació en Estados Unidos, recorre media hora en carro y camina una hora para llegar a la frontera entre Estados Unidos y México.
Asegura que vale la pena el tiempo que invierte en traslado para ver a su esposa y a su hija, para platicar, aunque no se puedan tocar.
Él tiene papeles para trabajar en San Diego; anteriormente entraba y salía diariamente a México, pero por temor a que le nieguen la entrada a Estados Unidos, ha decidido quedarse del lado estadounidense.
A unos metros de la reunión entre David y Alejandra está Luz Beatriz Robles Chávez, quien vivió en Estados Unidos desde los 15 años de edad y fue deportada a los 48; sus seis hijos se quedaron en Escondido, California.
A las 14:00 horas en punto, los oficiales de Migración estadunidense se acercan para retirar a las personas que se encuentran en la reja fronteriza hablando con amigos o familiares.
Luz Beatriz dice que seguirá asistiendo a la reja, cada domingo, con la esperanza de que algún día su hija, Cynthia, quien ahora tiene 28 años de edad, se entere a través de otras familias, que su madre la busca.
“Mi corazón de madre me dice que ella va a venir un día, que va a venir aquí y me va a ver”, afirma Luz Beatriz.
Mientras que David se despide de su esposa y de su hija, a quienes verá el próximo fin de semana.
Con información de Adriana Valasis.
RMT