Tillerson llega a Kuwait para solucionar la crisis de Catar

El secretario de Estado de Estados Unidos, Rex Tillerson, comenzó este lunes su misión más delicada desde que llegó al cargo, una semana de reuniones para desbloquear la crisis de Catar que supone una prueba clave tanto para la estabilidad en el Golfo Pérsico como para el prestigio del nuevo titular de Exteriores.

Después de un mes de infructuosas negociaciones telefónicas sobre Catar, Tillerson ha decidido iniciarse en el arte preferido de muchos de sus predecesores: la llamada “diplomacia de trayectos” (“shuttle diplomacy”), consistente en desplazarse entre los puntos calientes de una determinada crisis para acelerar su solución.

El secretario de Estado aterrizó en Kuwait y tiene previsto permanecer al menos hasta el jueves en la región, con visitas previstas -pero aún no anunciadas formalmente- a Catar y Arabia Saudita y reuniones con los principales actores en la crisis que enfrenta al pequeño emirato con varios de sus vecinos.

“El objetivo de este viaje es explorar el arte de lo posible, ver dónde puede encontrarse una resolución” de la crisis, dijo hoy a los periodistas un asesor de Tillerson, R.C. Hammond.

Estados Unidos quiere trabajar con Kuwait, el principal mediador en la crisis, para encontrar una estrategia alternativa que convenza tanto a Catar como al cuarteto árabe formado por Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Egipto y Baréin, según Hammond.

Esos cuatro países rompieron el 5 de junio sus relaciones diplomáticas con Catar y, además, ordenaron el cierre de las fronteras terrestres y del espacio aéreo y marítimo a los medios de transporte cataríes, debido al supuesto apoyo de Doha al terrorismo.

El cuarteto árabe presentó una lista de trece exigencias, rebajadas luego a seis, para normalizar las relaciones, pero Catar se negó a aceptarlas, y parte del objetivo de Tillerson es dejar atrás ese esquema de reclamaciones y encontrar otra fórmula.

La mediación de Estados Unidos es, en teoría, una buena idea, dado que “todas las partes implicadas valoran su relación” con Washington y podrían “estar dispuestas a llegar a nuevos acuerdos” con el gobierno estadounidense a cambio de relajar su postura, aseguró un experto en el Golfo Pérsico, Hussein Ibish.

“Estados Unidos es el único país poderoso con la capacidad e intereses para influir en todos los países implicados en la disputa con el fin de que se reconcilien”, añadió Ibish, analista del centro de estudios Instituto de Estados Árabes del Golfo, en Washington.

Pero hay un obstáculo importante para la credibilidad de Tillerson, y está en la aparente contradicción entre sus declaraciones sobre la crisis y las del presidente estadounidense, Donald Trump.

Al comienzo de la crisis, Trump se solidarizó con la postura de Arabia Saudita y sus aliados, e instó a Catar a dejar de financiar el terrorismo y volver “a la comunidad de naciones responsables”.

Esas declaraciones entorpecieron el delicado equilibrio diplomático que trataba de tejer Tillerson, preocupado por el efecto de la disputa en la lucha contra el Estado Islámico (EI) y decidido a mantener las buenas relaciones con Catar, que alberga la mayor base militar estadounidense en la región.

Al menos en público, Tillerson ha presionado más al cuarteto árabe que a Catar, al pedirles que suavizaran su bloqueo e insinuar que la trifulca tiene menos que ver con el supuesto apoyo catarí al terrorismo que con otros roces entre los vecinos del Golfo.

Para ser eficaz esta semana, Tillerson deberá demostrar que su brecha con Trump no es tal y que tiene “el completo apoyo de la Casa Blanca”, algo que por ahora no está claro, según Ibish.

La gira es, además, una ocasión para que Tillerson, un exempresario sin experiencia previa en el sector público, reivindique su valor tanto ante la Casa Blanca como ante el Departamento de Estado, en un momento de tensiones en ambos frentes.

Los medios estadounidenses han revelado discusiones de Tillerson con dos funcionarios de la Casa Blanca debido a la reticencia del titular de Exteriores a ser más duro en temas migratorios y su frustración por la lentitud de Trump a la hora de nominar funcionarios para puestos clave en el Departamento de Estado.

Mientras, muchos empleados del Departamento de Estado están nerviosos y desmotivados ante los planes de Tillerson de eliminar 2 mil 300 puestos de trabajo, y algunos describen al neófito jefe de la diplomacia como aislado, accesible únicamente para su pequeño grupo de asesores de confianza.

“Este viaje será una prueba muy importante de la habilidad personal de Tillerson, su capacidad de liderazgo institucional y su influencia dentro de la Administración, y de la fuerza del Departamento de Estado en la era de Donald Trump“, opinó Ibish.

FJMM