CRIMEN Y SEGURIDAD

Enfrentamientos a unas horas de la cumbre del G20 en Hamburgo, Alemania

Las manifestaciones contra la cumbre del G20 derivaron en disturbios violentos protagonizados por grupos de la izquierda radical y antisistema, en un Hamburgo asfixiado por el cúmulo de protestas convocadas ante la cita de los líderes de los países más poderosos del mundo, que se abre formalmente mañana.

La presencia de un millar de encapuchados en el grueso de la marcha bautizada como “Welcome to Hell” -“Bienvenido al infierno”- decidió a los efectivos antidisturbios a detener la manifestación y hacer uso de cañones de agua a presión para dispersarlos.

Los primeros incidentes ocurrieron poco después de arrancar la marcha, en la que participaban unos 12,000 manifestantes que llevaban concentrados en una popular plaza del barrio de St Pauli desde primera hora de la tarde, a la espera de iniciar su recorrido e intentar llegar a 300 metros del centro de congresos donde se celebrará la cumbre.

Se produjeron los primeros lanzamientos de objetos contra los antidisturbios, que actuaron para deslindar a los grupos de violentos del resto de manifestantes, en su mayoría pacíficos.

La policía informó a continuación de la quema de un automóvil y de la agresión sufrida por su portavoz, Timo Zill, cuando realizaba unas declaraciones a un medio, pero poco después comenzaron los incidentes más graves, con ataques a los agentes, barricadas y la rotura de escaparates y mobiliario urbano.

En un radio de 43 kilómetros cuadrados de casco urbano, entre el centro de congresos y los lugares donde se alojan las 36 delegaciones asistentes a la cumbre, además de las rutas previstas para sus desplazamientos, impera el veto a toda manifestación y sólo se permite el acceso a los vecinos acreditados como tales.

La manifestación ha sido denominada ‘G20, bienvenido al infierno’. (Reuters)

“Tienen secuestrados los derechos ciudadanos por un grupo que no representa a nadie, más que al capital”, comentaba poco antes de empezar la marcha, Andreas Blechschmidt, miembro del colectivo “Rote Flora”, una casa ocupada desde hace una década, en el corazón de Hamburgo, epicentro de la protesta de los antisistema.

 

Al lugar marcado, a orillas del Elba, habían empezado a llegar los primeros manifestantes sobre las 14:00 GMT con pancartas recordando el “Bienvenidos al infierno” y otras llamando literalmente a “atacar” el G20.

“Es verdad, no nos contentamos con protestar contra el G20: queremos impedir que se celebre”, admitió Blechsmidt, el rostro más mediático del colectivo, que explicaba sin tapujos ante los medios nacionales o extranjeros los objetivos de su marcha.

Hasta 8,000 manifestantes dispuestos a la violencia estimaban los servicios de seguridad alemanes que podían desplazarse a Hamburgo con motivo de la cumbre de los poderosos y emergentes, con Angela Merkel como anfitriona y el estadounidense Donald Trump y el ruso Vladímir Putin entre sus asistentes.

Más de 19,000 agentes forman el dispositivo policial desplegado en esta ciudad hanseática alemana con el objetivo de proteger la cumbre, sea de ataques terrorista o de alborotadores.

La crítica al G20 “es bienvenida” y el derecho a la libertad de expresión está garantizado, había advertido reiteradamente el ministro del Interior, Thomas de Maizière, respecto a la veintena de actos de protesta de diversa índole convocados contra la cumbre.

“Es absurdo que la única manifestación a la que se ha autorizado a llegar hasta las puertas del recinto ferial sea ‘Welcome to Hell’ y que en cambio se haya prohibido nuestra acampada”, protestaba Werner Rätz, del movimiento ATTAC, un veterano en acciones de protesta contra las citas de los poderosos.

Rätz recurrió a todas las instancias para que se autorizase la llamada “acampada anticapitalista” que debía alojar a las decenas de miles de manifestantes que espera su organización para el próximo sábado, pero las autoridades lo vetaron ante el riesgo de que se infiltraran elementos violentos.

El centro de la ciudad, de 1,7 millones de habitantes, aparecía en la víspera de la cumbre prácticamente desierta: quien podía permitírselo había optado por irse a pasar un par de días fuera.

En todo el barrio de St Pauli, el corazón combativo y rebelde de Hamburgo, por donde iba a discurrir la marcha, solo se veía policía, manifestantes o periodistas.

AAE/RAMG