ECONOMíA

Doña Rosa, una historia del empleo informal en México

El empleo informal afecta a un gran porcentaje de la población en México. Del crujir de una gordita de chicharrón a la salsa picante de un pambazo, o quizá el inigualable sabor de una quesadilla recién hecha sobre el comal, así son los antojitos de Rosa Rico, una mujer que desde hace 30 años decidió autoemplearse alimentando a los vecinos de la colonia Paraje San Juan, en la Ciudad de México. “La necesidad me hizo trabajar por mi cuenta, no depender de otra persona sino depender de mi misma”, dice doña Rosa.

En la década de los ochenta el fallecimiento de su esposo la orilló a dejar su empleo como cocinera en un restaurante y emigrar a los Estados Unidos en búsqueda generar más recursos para mantener a sus cinco hijos.

“No me gustó, tuve que regresarme otra vez aquí, como no tenía otro medio de mantener a mis hijos, me puse a trabajar esto”, dice doña Rosa.

Cincuenta y siete por ciento de la población mexicana que se ha ocupado en el empleo informal trabaja 5 días a la semana, más de ocho horas diarias, distribuidas en preparar todos los guisados, colocar su puesto y vender los antojitos.

“Se cae bien como jefa, pues aunque no me caiga, la necesidad”, dice doña Rosa.

-¿Qué pasa cuando se enferma?

“Le salgo al toro, así salgo a trabajar porque de esto me mantengo, obviamente tengo que trabajar”.

Sandra Ramírez, cliente de doña Rosa, dice: “Nos gusta cómo hace las cosas, hemos ido a otros lados, pero su sazón está rico”.

Desde hace más de dos décadas, Lourdes Ramos es clienta de doña Rosa. “Es muy rico su sazón de doña Rosa y nadie guisa como ella”, dice.

Tres décadas de ofrecer gorditas de chicarrón, sopes, quesadillas, tostadas y postres, el secreto de su éxito, asegura doña Rosa, va más allá del sazón. “Si vienen con un mal carácter pues los hago reír, ese es el sabor, el secreto”.

Con información de Arely Melo

MLV