ECOLOGíA

Crimen y corrupción, las otras redes que afectan a la vaquita marina

A lo largo de las últimas semanas, quizá meses, todos hemos oído hablar de la vaquita marina. Del esfuerzo de ambientalistas y del Gobierno para salvar una especie que está muy cerca de la extinción. En Despierta con Loret decidimos hacer un reportaje, creíamos que íbamos por una historia de corte ecologista, el relato épico de cómo se salva una especie, o no. Fuimos a las comunidades del Alto Golfo de California, lo que nos encontramos ahí es mucho más que eso. Crimen organizado, corrupción, pobreza, conflictos políticos, son las otras redes que tienen atrapada a la vaquita marina.

Este es el último esfuerzo por rescatar al único mamífero del mar cien por ciento mexicano, la vaquita marina. Si falla, la especie está condenada a la extinción. Desaparecerán las vaquitas marinas para siempre, quedan menos de 30.

Este es el cerebro de la operación, es el buque madre, el que dirige a más de 10 embarcaciones que participan en la identificación y captura de las vaquitas marinas. Hay lanchas rápidas con veterinarios, yates con especialistas. Un bote con delfines de Estados Unidos que buscan olfatearlas, se forman en escuadra, se hacen a la mar.

Hay gente de México, Estados Unidos, Dinamarca, Nueva Zelanda, Australia, Holanda, Irlanda, Reino Unido y Canadá, y los delfines son de la Marina americana. Todas las embarcaciones tienen binoculares, pero los del ‘María Cleofas’ son los de mayor alcance.

¿Cómo se encuentra a una vaquita? Peinando la zona donde se les ha visto y sobre todo, donde se les ha escuchado a través de unos hidrófonos.

Crimen y corrupción, las otras redes que afectan a la vaquita marina. (Noticieros Televisa)

Esas son las vaquitas. Así, por la intensidad de su sonido, con los años se ha calculado cuántas eran y cuántas quedan. Porque a la vaquita no le gusta el contacto humano. Prácticamente no sale a la superficie del mar y estas aguas son turbias, así que tampoco se puede bucear.

La única alternativa: detectar, en este mar interminable, una pequeña aleta de 17 centímetros que apenas se asoma sobre las aguas.

Ernesto Vázquez Morquecho, biólogo marino del proyecto ‘Vaquita CPR’, explica: “Cuando salen a la superficie, salen tres o cuatro veces a respirar. Es en esos momentos cuando nosotros podemos saber hacia dónde están nadando, es muy poquito el tiempo”.

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Son horas y horas en un pedazo de mar entre Baja California y Sonora. Desde que sale el sol hasta que se pone, unas doce horas diarias navegando despacito para no asustarlas. Todos los días, peinando el agua, con los ojos puestos en un mar que generalmente no ofrece novedades y no ofrece acción.

El Gobierno mexicano ha invertido 2 mil millones de pesos en salvar a la vaquita. Semarnat, Sagarpa, Marina, Ejército, Gendarmería, aclamados especialistas en mamíferos acuáticos de México y el mundo han diseñado un plan que quizá salve de la extinción a la especie, pero que también puede fracasar. Nadie de los que están aquí quiere verla desaparecer y menos ante sus ojos.

Un observador cree que acaba de ver una vaquita. En realidad tres, nadando juntas. Da las coordenadas.

“Acabamos de confirmar, las vimos pasar, definitivamente son vaquitas. Tres animales, arriba, a las nueve en punto”, se oye en el radio.

Las lanchas rápidas se acercan a ellas. El protocolo marca que las deben rodear y atrapar con una red para luego llevarlas al santuario que han construido para protegerlas. Pero dónde quedaron. Aparecieron atrás de los barcos. La formación tiene que virar, intentarlo de nuevo. Demasiado tarde, se escaparon.

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Hay días que ven tres, hay días que ven una, hay días en que ninguna.

Barbara Taylor, directora de ‘Expedición Vaquita’, dice: “De hecho es sorprendente que con 50 personas viendo el agua perdamos regularmente a las vaquitas. Son muy listas y escurridizas para los barcos”.

Y a todas estas, ¿por qué está en peligro de extinción la vaquita marina?.

Este es el YouTube chino. Lo que este hombre está manipulando es un buche de un pez llamado totoaba. Los chinos dicen que es afrodisiaco. El buche es la vejiga natatoria. Para obtenerlo se debe abrir por abajo la totoaba, desde las agallas.

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El problema es que la totoaba es del mismo tamaño que la vaquita marina. Y al igual que la vaquita, sólo existe en México, en el Alto Golfo de California. Así que si alguien pesca totoaba, la vaquita puede quedar atrapada en la misma red. Por eso se prohibió la pesca de totoaba, pero se siguió pescando y se creó un mercado ilegal. El precio del buche se disparó.

Un buche que pese un kilo, de totoaba hembra, porque son más grandes que los machos y se les atribuyen mayores poderes, llega a cotizarse en 4 mil dólares.

En la playa, en comunidades como San Felipe, Baja California, y Santa Clara, Sonora, eso es lo que ganan los pescadores por un solo buche. Compárelo con un kilo de camarón, que también pescan ahí, y por el que les dan 25 dólares.

Así que los pescadores se llevan 4 mil dólares aproximadamente. Pero si el buche logra pasar el retén del Ejército y llega a Tijuana o Mexicali, ciudades fronterizas, ya anda en 8 mil dólares.

Si cruza a Estados Unidos, las colonias de chinos en ese país pagan de 20 a 40 mil dólares por él. Y en ciudades de China, los ecologistas han denunciado ventas de hasta 100 mil dólares.

El buche de totoaba se volvió no sólo un potenciador sexual sino un símbolo de estatus. Por algo le dicen la cocaína del mar.

Un pescador ilegal de San Felipe, Baja California, señala: “A veces no sacas nada, pero a veces te topas con el pescado y te va bien. De un día, de la tarde a la mañana ya eres otra persona, porque agarras puro billete verde, aquí puro one dólar”.

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Este es un buchero. Así se les conoce a los que se dedican a sacar totoaba y luego venderla a los traficantes, el último eslabón de la millonaria cadena.

Un pescador ilegal de San Felipe, Baja California, narra su experiencia: “No cualquiera va, tienen miedo de que te agarre el Gobierno y no hombre, no te lo acabas. Para todo hay comunicación, para todo hay comunicación. Cuando estás vaqueado con diferente Gobierno pues ya te dicen qué onda, a qué hora puedes salir, en la madrugada, en la noche. Para todo hay maña, dijo el otro. Todos agarran dinero”.

Ramón Franco Díaz, representante de la Federación de Pescadores en San Felipe, Baja California dice que “mientras que no se acabe la corrupción, jamás se va a terminar la pesca ilegal de la totoaba, porque es un producto que vale mucho dinero y alcanza a corromper muchísimas conciencias”.

El almirante Romel Ledezma, de la Secretaría de Marina, desplegado en la Base Baja California, habla de la vaquita marina.

¿Corrupción?

“Es imposible que todo esto esté pasando y resulta que nadie se está dando cuenta. Bueno, pues, algunas autoridades hacen como que no ven. Actualmente, lo debo afirmar, la zona del Alto Golfo de California y la delta del río Colorado es el área más vigilada de todo México. Tenemos más de 300 elementos por tierra. Tenemos un control pleno, las 24 horas del día, de la zona núcleo y del Alto Golfo de California”.

¿A prueba de corrupción?

“A prueba de todo”.

En 2005 el Gobierno federal decretó un área de refugio de la vaquita marina, un polígono de 126 mil hectáreas en el Alto Golfo de California. Una superficie equivalente a la Ciudad de México.

En 2015, la actual administración la decretó todavía diez veces más grande. En esa zona nadie puede pescar nada, ni siquiera lo legal, ni curvina ni camarón ni sierra ni jaiba.

El objetivo es que no haya redes en el mar para que no quede atrapada la vaquita. Este es un cementerio de redes, 451 en dos años, todas las que han confiscado la Marina, Profepa y la Gendarmería.

Crimen y corrupción, las otras redes que afectan a la vaquita marina. (Noticieros Televisa)

Y este, un cementerio de lanchas. Lo mismo. Hay pescadores dedicados a la totoaba, vinculados a organizaciones criminales. También existen pescadores de otras especies no prohibidas, pescadores legales con permiso, que de cuando en cuando aprovechan la oportunidad. Y los hay, como siempre, que hacen todo en regla. El Gobierno no quiso correr riesgos.

Así que, desde hace casi tres años, los pescadores tienen prohibido pescar en todo ese mega-polígono. Primero les dijo que serían dos años fuera del mar, pero luego extendió la veda una vez, y otra, y otra.

Así se puso en el Golfo la última vez que el Gobierno amplió la prohibición. Presuntos pescadores en protesta quemaron incluso vehículos oficiales.

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Desde un inicio el Gobierno ofreció compensaciones económicas a cambio de que los pescadores no salieran al mar.

La mayoría de los pescadores está inconforme. No sólo porque está siendo más tiempo del que dijeron sino porque aseguran que las compensaciones son insuficientes y no llegan a quienes deben llegar.

Francisco Valdés, pescador comercial, explica: “La mitad de la gente de los que vivimos de la pesca quedamos sin el apoyo”.

¿Y dónde quedó el apoyo?

“Se repartió mal repartido, mal repartido se repartió porque hay mucha gente que tiene las tarjetas que ni conocen ni saben a qué sabe el agua del mar”.

Rafael Pacchiano, secretario del Medio Ambiente, detalla las acciones del Gobierno: “Los censos no los definimos nosotros. Nosotros les hemos pedido a los líderes de todas las comunidades pesqueras tanto del Golfo de Santa Clara como de San Felipe que nos hagan llegar los padrones de beneficiarios. Incluso en estos meses donde se ha prorrogado esta compensación, son los mismos líderes y los mismos pescadores que nos dicen que no movamos los padrones”.

Conozca usted a Sunshine Rodríguez Peña, líder de pescadores en San Felipe, Baja California.

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En San Felipe, Sunshine resplandece. Le temen o le veneran. Él camina por la calle, acepta que él no es pescador, que es empresario inmobiliario, que su liderazgo surgió naturalmente. Cuando se le pregunta de la totoaba, él apunta hacia otro lado.

“Vienen los chinos, contratan gente aquí mismo. Llegan con gente y ¿sabes qué? Fulanito me dijo que tú puedes comprar buche, ahí están 100 mil dólares, compra lo que puedas.”, dice Sunshine.

Para los ambientalistas, Sunshine es el líder, pero de la mafia, la mafia de bucheros.

Sunshine sabe que las autoridades lo tienen en la mira, pero no como líder, sino como la cara visible de una organización de tráfico de buche de totoaba, encabezada presuntamente por este hombre: Oscar Parra. No es un pescador cualquiera, tampoco sus amigos.

De acuerdo con fuentes de inteligencia gubernamental consultadas por Despierta, Oscar Parra Aispuro alias “El Patrón”, “Tekle” o “Tekolin” es el líder de la organización criminal dedicada al tráfico de buche en San Felipe, Baja California.

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Su hermano, Gastón Eduardo Parra Aispuro, fue detenido el 12 de octubre pasado en un operativo de la Gendarmería y la Marina. Le decomisaron dinero, cartuchos, droga y 17 buches de totoaba.

Estas son imágenes de una libreta presuntamente de la organización. Aparecen columnas con el peso supuestamente de los buches y si son de hembra o macho, y el apodo del pescador que lo sacó: Coneja, Zakate, Noni, Paco, Pelakas, Mayo, Chato Aarón. O Antonio de Jesús, que hasta lo presume en Facebook. Él, un buche y la frase: Voy tras lo difícil porque en lo fácil siempre hay fila.

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Las áreas de inteligencia del Gobierno federal presumen que en el grupo están integrados unos 50 pescadores, al menos cuatro policías ministeriales y 10 municipales.

Rafael Pacchiano, secretario del Medio Ambiente, dice: “El tráfico de totoaba es un negocio incluso más rentable que lo que son las drogas. Entonces sí se ha reportado la presencia de grupos criminales, también lo ha dicho la Marina y por eso es que es algo tan difícil de combatir. La Secretaría de Marina y la Profepa han decomisado pangas donde se han encontrado armas de grueso calibre, drogas y donde se han encontrado por supuesto redes y totoabas”.

Ramón Franco Díaz, de la Federación de Pescadores en San Felipe, Baja California, afirma que “todos esos hechos son por la falta de autoridad, por la falta de mano dura para poner orden a esos ilegales”.

En el organigrama criminal, autoridades federales señalan a Sunshine Rodríguez Peña como uno de los principales operadores, como la cara visible y jefe de relaciones públicas del cartel.

“Cuando tengan una sola prueba de que yo me dedico o me he dedicado o que tengo el trasiego del buche de totoaba o que tengo en cuentas bancarias dinero ilícito, que vengan por mí”, responde Sunshine, que no se esconde. Y para su gente, como su nombre de pila, es un rayo de sol.

¿Y si llegan a hacerle algo se levanta esto?. “Claro que nos levantamos”, alza los brazos. “Si me hacen algo es porque el pueblo lo vamos a dejar”.

Alfonso Pita “El Bocón”, pescador del Golfo de Santa Clara, Sonora, explica: “Sí, la vaquita, la vaquita. No da leche, no se reproduce, ¿Cuál es el interés? Dicen que si se acaba la vaquita nos vamos a extinguir nosotros ¿o qué?”

Le gusta que le digan “El Bocón”, rápido queda claro por qué. Cuenta que está enojado, harto, cansado, que la compensación no le alcanza. Y que encima de todo, el Gobierno le ha hecho comprar nuevas redes o artes de pesca como les llaman, que no sean mortales para las vaquitas. Platica que los pescadores invirtieron y luego les dijeron que siempre no.

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“Es nuestra inconformidad, esa impotencia de no poder pescar, de ver tu que en un día de trabajo sacas para comer un mes o no sé cuántos días de lo que te da este mar, tan rico que está”, dice Alfonso Pita “El Bocón”, pescador del Golfo de Santa Clara, Sonora.

El hombre considerado el padre del rescate de la vaquita coincide en que la pesca debe ser con métodos sustentables. Conapesca debería haber definido cuáles son.

Lorenzo Rojas Bracho, presidente del Comité Internacional para el Rescate de la Vaquita Marina, dice: “En 20 años, el Instituto Nacional de Pesca ha sido incapaz de proporcionar un arte de pesca alternativa, incapaz, no pueden o no quieren. El caso es que una de las consecuencias de esta ineptitud es que hay que cerrar la pesca, problemas sociales y la vaquita se está extinguiendo”.

Al “Bocón” le preocupa el futuro. Que por conservar a la vaquita marina prohíban por completo la pesca para siempre o que se extinga y Estados Unidos cumpla la amenaza de castigar a los pescadores con un embargo: prohibiendo la compra del camarón del Alto Golfo de California.

Alfonso Pita “El Bocón”, pescador del Golfo de Santa Clara, en Sonora, pregunta “qué va a pasar el día de mañana que ya no nos den y que ya cierren el área. Nos vamos a pegar un tiro en la cabeza porque estamos acostumbrados a trabajar. El dinero que se lo den a la gente de Chiapas, de Oaxaca, que realmente lo necesitan. Este mar es como un cajero automático, que agarramos nuestra lancha, la metemos, y sacamos peces y camarones y los vendemos y sacamos dinero. Eso es un cajero para nosotros”.

El cajero está cerrado en Santa Clara. Esta es una procesadora de mariscos, ahora es una planta fantasma. Su dueño, Osvaldo Meraz cuenta que le invirtió dos millones de dólares. Pasillos sin trabajadores, cuartos refrigerados vacíos, equipo industrial en desuso.

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¿Qué pasaba aquí cuando esto estaba funcionando?

“Por la parte de allá se recibía producto, igual abajo cuando no nos dábamos abasto. Gente de un lado para otro, metiendo producto al congelador. El producto salía y entraba al congelador, había movimiento en el negocio”, afirma Oswaldo Meraz, de la procesadora de mariscos Las Brisas, en el Golfo de Santa Clara, Sonora.

“Tienes una inversión de dos y medio millones de dólares, una empresa de 35 años de antigüedad, tenías exportaciones a Asia, tenías exportaciones a África, recibías producto de 400 embarcaciones que salen al mar y la protección de la vaquita marina te tiene como un pueblo fantasma”, agrega Oswaldo Meraz.

¿Cómo te creo que estás a favor de la vaquita?

“Porque sí estamos en pro de cuidar la especie, pero queremos pruebas reales, queremos una prueba real, que el Gobierno nos demuestre y que nos permita, como fue un acuerdo, de no afectar a la población aplicando las medidas para salvar la vaquita, pero siempre y cuando el nivel de la población económicamente siguiera”.

El cajero automático está cerrado, pero no para todos. “El Bocón” lo quiere mostrar. Aborda su lancha, la dirige a un sitio donde la pesca no se ha detenido.

S ven hasta 43 barcos a 20 minutos en lancha rápida del Golfo de Santa Clara. Son barcos con red de arrastre. Levantan camarón, y mucho más. Tanto, que los ecologistas lo consideran una pesadilla.

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Las autoridades dicen que, si bien estas redes son polémicas, no afectan directamente a la vaquita y los barcos que las usan están fuera del perímetro de veda.

Este barco sí está en el perímetro. Es de la organización defensora del medio ambiente Sea Shepherd, pastor de los mares. Persiguen bucheros. Y al igual que algunos pescadores locales y organizaciones mexicanas, buscan redes para sacarlas del mar.

Son redes abandonadas por años o dejadas hace unos días para que los pescadores ilegales regresen furtivamente por ellas y se lleven lo que haya caído.

Las redes no se ven en la superficie, las viejas están hundidas y los pescadores marcan con GPS la localización de las nuevas.

Diego Ruiz, del Museo de la Ballena, en Baja California Sur, dice: “Llevan unos tipo ancla en el fondo que van rastrillando, si se permite la palabra, van rastrillando el fondo el mar para detectar redes fantasma que están abandonadas en el fondo”.

Muchas veces, con restos de animales enmallados.

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Jean Paul, de la organización Sea Shepherd, explica: “El récord más grande que tenemos fue de una red con 66 totoabas”.

¿Y dónde las ponen?

“Esas se entregan a las autoridades, todo lo que ves acá fue llenada con totoabas, ya después pasaron a Profepa. También lamentablemente hemos encontrado vaquitas muertas. Yo, las únicas vaquitas que he logrado ver han sido todas muertas, fueron tres las que encontré. El año pasado en total se encontraron cinco vaquitas muertas”.

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Sea Shepherd no está de acuerdo con el programa que ha establecido el Gobierno federal mexicano para rescatar a la vaquita marina. Aunque reconocen el interés de las autoridades por conservar la especie, ellos se oponen a que los animales estén en cautiverio, sea cual sea el motivo.

¿Y cuál es el plan del Gobierno? Volvamos a ‘María Cleofas’ y a su formación de escuadra.

Todos los días, Barbara Taylor, quien comanda la búsqueda, recibe el registro de los lugares donde los hidrófonos captaron sonidos de vaquita y ahí van tras ellas.

Si ubican una vaquita, avisan, las embarcaciones la rodean, echan una red, atrapan al animal en peligro de extinción y lo suben a la lancha con los veterinarios donde lo espera una camilla acolchonada.

Ricardo Rebolledo, del proyecto Vaquita CPR, explica el proceso.

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¿Le van echando agua o qué?

“Claro, aquí funciona como. Esto lleva agua, va”.

¿La vas a cargar con tus manos, entre varios?

“La sacamos del mar, la ponemos aquí, lleva agua, va cubriendo los ojitos”.

¿A qué nos ayuda el agua, las esponjas?

“Acuérdate que este tipo de animales jamás han sentido su propio peso, entonces no quieres que se colapsen, que sientan su propio peso, va a ir muy tranquilo”.

De ahí es trasladada al centro construido especialmente para la conservación, protección y rescate de la especie.

Ricardo Rebolledo, del proyecto Vaquita CPR, dice: “Esto es el Vaquita Care Center, esto sería el support system source, es una alberca comercial. ¿Qué tenemos aquí adentro? Es agua salada que ha sido filtrada, tenemos un ciclo de filtración, cada 35 minutos esta cantidad de agua se está filtrando, cada 35 minutos, es una temperatura controlada”.

¿Aquí cuántas vaquitas caben?

“Pueden haber hasta 4 o 5 vaquitas, son muy pequeñas”.

Si responde bien, la sacan al “nido”, una extensión de 40 metros de diámetro dentro del mar, cerca de la playa, con mallas, para evitar que se vayan las vaquitas. Ahí podrían reproducirse.

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Hasta hoy, dos vaquitas han sido capturadas. Una la soltaron porque era demasiado joven, la otra murió. Por ello, las operaciones de búsqueda y captura se han suspendido.

Hoy, todos miran al mar. El Gobierno, que quiere una historia de éxito. Los ambientalistas, que desean navegar para encontrar vaquitas, Los pescadores, que añoran volver a lo suyo. Las fuerzas federales que vigilan que nadie pesque. Los bucheros que quieren seguir el negocio y la vaquita, que se juega el último aliento de vida.

Con información de Carlos Loret de Mola y Ana Lucía Hernández

MLV