Desde el viernes pasado, parte de las instalaciones del Instituto Tecnológico del Istmo, en Juchitán, es el albergue más grande de la región afectada por el sismo de la noche del 7 septiembre.
“Allá la casa es un desastre, le digo. Da miedo hasta de pasar cerca de ella”, dijo Silvia Luis Blas, afectada por el sismo.
Principalmente mujeres, niños y adultos mayores pasan el día en los jardines. Para las noches, las familias tienen a su disposición casas de campaña.
El gimnasio del ITI no puede ser usado, tiene daños que pondrían en riesgo a la gente si ocurriera otro temblor de magnitud considerable.
En la atención de los afectados participa personal de diferentes dependencias federales y locales.
La seguridad y la alimentación están a cargo de las Fuerzas Armadas.
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Las secretarías de Marina y de Defensa Nacional tienen instaladas dos cocinas comunitarias. Sirven más de mil 500 raciones calientes al día, entre desayunos, comidas y cenas.
“Para que yo regrese a mi casa, tengo mucho miedo. Por eso estamos acá todavía, la comida nos están dando, no nos está faltando nada”, indicó Esperanza Santiago Terán, afectada por el sismo.
Médicos militares, navales y del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) atienden a los afectados no sólo de lesiones que pudieron tener por el terremoto, sino por enfermedades cotidianas en vías respiratorias, digestivas, en piel, así como por hipertensión y diabetes.
Hay, de forma permanente, dos ambulancias de la Marina que atienden emergencias las 24 horas, como el traslado de una mujer embarazada ya próxima a dar a luz. Fue llevada al Auditorio del Instituto de Estudios Superiores del Istmo de Tehuantepec, habilitado como hospital con las diferentes especialidades. Y es que el principal hospital público de Juchitán quedó inservible por el terremoto.
En el albergue, un grupo vulnerable que recibe atención especial de parte de autoridades federales y de agrupaciones civiles son los niños.
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“Trabajar con los niños es esencial porque son quienes asumen todo el estrés de lo que está pasando en la familia ante una desgracia como la que pasó aquí. Pensamos que tenemos que dar esta contención emocional”, dijo Sara Herrerías, subprocuradora de Derechos Humanos de la Procuraduría General de la República (PGR).
Con información de Arturo Cerda
JLR