“A mi edad, y aún a bastante menos que mi edad, uno quiere ser libre de escoger su muerte, cuando la muerte es a buen tiempo”, dijo el científico australiano David Goodall.
David Goodall, tenía 104 años y era el científico de mayor edad en Australia, no padecía ninguna enfermedad terminal, pero dijo que no tenía calidad de vida. La semana pasada llegó a Suiza, donde este jueves se sometió a la muerte asistida.
Sin ocultar su alegría, el doctor Goodall agradeció a los médicos y a la legislación suiza por hacer posible su deseo. “Es mi propia decisión poner fin a mi vida mañana, y lo espero con agrado y estoy agradecido con los profesionales médicos suizos por hacerlo posible”, señaló Goodall.
En la conferencia de prensa que ofreció en Basilea estuvo acompañado por miembros de la organización Exit International que le ayudó a realizar el viaje desde Australia y de la fundación Eternal Spirit que aceptó ayudarlo a morir.
“Lo que David encarna es la idea de que no solo se trata de una persona que padece de una enfermedad terminal, de que no solo es un privilegio para los enfermos. Lo que encarna es el hecho de que este es un derecho humano, que una decisión de elección de dar este paso pueda ser tomada por un adulto racional”, señaló Philip Nitschke, fundador de Exit International.
Este académico nacido en Londres en 1914 se especializó en ecología y botánica, vivía en la ciudad de Perth en Australia y se retiró de su trabajo de tiempo completo en 1979, sin embargo, nunca abandonó la investigación.
En 2016 acaparó la atención de los medios australianos cuando la Universidad Edith Cowan, en la que trabajó como investigador honorífico, le ordenó que dejara su oficina por considerarlo un riesgo para su propia seguridad.
A Goodall se le prohibió buscar ayuda para terminar su vida en Australia, por lo que tuvo que viajar a Suiza y señaló que el interés que despertó su caso sirva para que Australia y otros países revisen sus legislaciones.
“Oh, sí. Yo ciertamente espero que mi historia aumente la presión para que tengan puntos de vista más liberales sobre el tema, y yo pienso… yo pienso que es probable que haya un paso en la dirección correcta”, enfatizó David.
De acuerdo con la ley suiza, cualquier persona con buena salud mental que haya expresado su deseo constante de morir, puede pedir el suicidio asistido. La persona tiene que ser capaz de realizar el último acto. En este caso la fundación Eternal Spirit eligió una inyección intravenosa por lo que David tendrá que abrir la válvula que libere un sedante capaz de detener su ritmo cardiaco.
Cuando se le preguntó si eligió alguna melodía para escuchar en sus últimos momentos, David dejó el que quizá sea uno de los últimos recuerdos que se tendrán de él. “Si algo tuviera que escoger, yo creo que sería el movimiento final de la 9a sinfonía de Beethoven”, concluyó.
Con información de Emmanuel Rosalez
KAH