CLIMA Y FENóMENOS NATURALES

A una semana del terremoto, la CDMX se pone de pie

La Ciudad de México sigue de pie, pero aún se mueve despacio. Un poco en silencio, con la mirada perdida, con el rostro adusto, porque el golpe vino desde adentro. Es muy pronto para cerrar la herida, pero la resiliencia es compañera íntima del dolor. Es la una de la tarde con 14 minutos, martes 26 de septiembre. Han pasado 168 horas. Se cumple una semana. 333 muertos y contando.

Sólo queda el recuerdo de lo que estaba y lo que ya no está.

Como decía el poeta José Emilio Pacheco: “El día se vuelve noche, el polvo es el sol y el estruendo lo llena todo”.

Jorge Santillán, voluntario tras el sismo del 19 de septiembre en la CDMX, dice: “Es una experiencia la cual nos ayuda valorar a las personas. Porque está, al otro día ya no está, igual el hogar, el trabajo”.

Hay luto en las casas por los que se fueron. Hay desesperación por los que no aparecen.

Pero también hay esperanza por los que podrían seguir con vida y por los que no los dejarán atrás.

El sismo nos derrumbó un poco a cada uno, pero dejó en pie lo mejor de todos.

Altar con velas e imágenes religiosas en zona de derrumbe del edificio en Amsterdam, colonia Condesa (AP)

Hoy sabemos que somos mucho más que dos, que podemos hacer nuestro el sufrimiento del otro, que somos comunidad.

Frida, una joven voluntaria tras el sismo del 19 de septiembre en la CDMX, dice: “Mucha gente se unió y está aquí ayudando, aunque ha pasado mucho tiempo y están haciendo un lado su vida por estar aquí o su familia, entonces creo que es algo positivo que podemos sacar de la situación”.

Reencontramos algo que parecía perdido, que nació hace 32 años, pero con nuevo rostro.

Ilse Therán, voluntaria tras el sismo del 19 de septiembre, señala: “Tenían una idea de la generación de ahora, que no ayudamos, que estamos dormidos, pero creo que tanto, sobre todo los de la UNAM, estamos aquí dándolo todo”.

Algunas colonias están fracturadas. Una fisura, una grieta, un muro vencido, un edificio caído. Desastre con nombre y apellido.

Voluntario carga escalera en zona de derrumbe de la CDMX (AP)

Patricia Rossiter, afectada por el sismo, opina: “Tenemos que estar preparados, que lo más importante es estar unidos en la vida, que le doy gracias al Ejército, que desde un soldado a un general nos abrazaban, que nos decían que íbamos a estar bien y que hay que cortar la burocracia”.

Sobre la calle de Ámsterdan dos mujeres permanecen en espera de algo. Su edificio se cimbró porque el edificio de al lado se cayó.

“Mucha frustración, mucho dolor, este olor a desesperanza por nuestro sistema. Yo no hubiera perdido mi casa si no hubiera sido por la corrupción de esta casa de junto, que desde el 85 tenían que haber tumbado y no. Tenemos que entender que la corrupción mata”, dice Patricia Rossiter.

En la Roma, en la Condesa, en la Narvarte, en la Del Valle, calles acordonadas y escombros que señalan la ruta del desastre.

Pero también hay mensajes que simplemente revelan lo mejor de nosotros mismos. Sobre la Glorieta de la Cibeles, un centro de acopio muestra el cansancio, pero ahí sigue.

En la calle de San Luis, los edificios de oficinas están vacíos. Ya no hay rescatistas. Sólo escombros y el polvo que nunca se destruye.

Decía el filósofo alemán Heidegger que “la angustia es la disposición fundamental que nos coloca ante la nada”.

Hoy sabemos que 7.1 grados Richter de angustia nos pueden dejar en la nada. Así, sin avisar, completamente rotos.

Porque pudo ser cualquiera. Yo, tú, el de al lado, el de enfrente, el de atrás.

Zona del derrumbe de una fábrica textil en Chimalpopoca, tras sismo CDMX (AP)

Pero septiembre cuenta sus días. Y del puño levantado pasamos al himno nacional en señal de duelo.

Quizá mañana volveremos a ser los mismos desconocidos de siempre. Quizá nuestras miradas se perderán en la indiferencia cotidiana. Quizá ya no, nos tomaremos de la mano.

Pero también, quizá, ya nada volverá a ser igual.

Encima de los escombros que dejaron los buitres inmobiliarios quedaron ellos, que no se conformaron con cerrar los ojos y salieron a tomar las calles simplemente para ayudar.

Porque como decía el escritor Eduardo Galeano: “Al fin y al cabo somos lo que hacemos para cambiar lo que somos”.

Con información de Alberto Tinoco

MLV