Una pareja de turistas descubrió algo increíble en un parque estatal de Arkansas: un diamante amarillo de 4.38 quilates. Por supuesto, sí se pudieron llevar a casa la piedra preciosa.
Te recomendamos: Mujer recibe 100 millones de pesos por muerte de su hijo y los usa para comprar armas para su otro hijo
Noreen y Michael Wredberg, originarios de California, viajaron a Arkansas en septiembre para admirar las maravillas naturales de esta zona sureña y boscosa de Estados Unidos.
Una de sus últimas paradas fue el parque estatal Crater of Diamonds, donde los visitantes pueden pagar una cuota de 10 dólares para participar en la búsqueda de diamantes, una actividad popular en este destino turístico.
No es del todo raro que alguien se tope con diamantes diminutos en este famoso parque, aunque es un suceso digno de celebrar. Desde 1906 hasta la fecha, cerca de 75 mil diamantes han sido hallados.
Noreen Wredberg se topó con algo insólito después de 40 minutos de mover tierra: una extraña piedra amarilla del tamaño de una muela. Pero era demasiado grande y peculiar para ser un diamante típico de la zona.
“Entonces no sabía que era un diamante, pero estaba limpio y brillante, así que lo recogí”, dijo la señora Wredberg a los funcionarios del parque, según un comunicado de prensa. “Realmente no pensamos que encontraríamos uno, y mucho menos algo tan grande”.
Sin pensarlo demasiado, la mujer le dio la piedra a su esposo para llevarlo a la oficina central del parque, donde trabajan expertos que se encargan de analizar las piezas que dejan los visitantes. Caleb Howell, superintendente del parque, dijo a los medios:
“Cuando vi este diamante por primera vez bajo el microscopio, pensé, ‘¡Guau, qué forma y color tan hermosos’. El diamante de la señora Wredberg pesa más de cuatro quilates y es aproximadamente del tamaño de una gomita, con forma de pera y un color amarillo limonada”.
En lo que va del año, los visitantes de este parque han encontrado 258 diamantes, pero la pieza de la señora Wredberg es por mucho la más grande.
Por el momento, la pareja no tiene planes de vender el diamante; ni siquiera han calculado su precio. Lo que sí ha hecho la señora Wredberg es ponerle un nombre: Lucy’s Diamond, es decir, el Diamante de Lucy.
