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TRáFICO

Prohibir los automóviles en las calles salvó a esta ciudad

Prohibir los automóviles en las calles salvó a esta ciudad llamada Pontevedra, en España.

Esta ciudad española intercambió el ruido de los frenos y el olor de los motores de combustión interna por el trino de las aves y el sonido de decenas de conversaciones entremezcladas.

Hace casi 20 años, la ciudad de Pontevedra tomó un rumbo radical al elegir a Miguel Anxo Fernández Lores, como su alcalde, ya que desde que estaba en campaña, él dejó claro que quería una ciudad sin automóviles.

Actualmente, las calles de esta urbe son ocupadas por decenas de niños, adultos mayores y familias que todos los días salen a transitarlas, a vivirlas.

La filosofía del alcalde Fernández Lores es sencilla: “tener un auto no te da el derecho de ocupar el espacio público” y por ello, todo el centro histórico de la ciudad es para peatones, mientras que los automóviles se mantienen en la periferia.

Para César Mosquera, jefe de infraestructura de Pontevedra, la premisa es la misma. Al ser entrevistado por medios internacionales, él pregunta porqué un auto, que es propiedad privada, tiene que robarle espacio a la gente, a los niños o a los adultos mayores, para transitar libremente por su propia ciudad.

Para las personas de Pontevedra no tiene sentido que cada día pasaran más de 14 mil automóviles por las calles de su ciudad y menos cuando había más vehículos que personas.

Pero prohibir el paso de automóviles en el centro no era solo cuestión de salvar el espacio público, sino toda la ciudad, ya que antes de que se tomara la decisión de volver peatonal todo el centro histórico, este era el epicentro del crimen, de la venta de droga y de los accidentes de tráfico.

Tomar la decisión que hoy caracteriza a Pontevedra como una ciudad para peatones, fue fácil cuando se tomó en cuenta que devolverle a sus ciudadanos el espacio público, era esencial para salvar a toda la ciudad.

Cabe mencionar que los automóviles no están prohibidos en esta urbe, pero se mantienen solo para salir de la ciudad, recorrer su periferia o dejarlos en estacionamientos subterráneos que sustituyeron todos los que había en la ciudad, a nivel de calle.

Adicionalmente, los semáforos fueron removidos y el límite de velocidad se fijó a solo 30 kilómetros por hora para evitar a sufrir otro accidente de tráfico más.

Así es la vida en la ciudad que prohibió los automóviles.