Nuestro organismo no está adaptado a ciertas características de la vida moderna; por ejemplo, la vida nocturna.
La aclimatación a los ciclos de luz-oscuridad dependen de nuestro sistema circadiano, una especie de reloj localizado en el cerebro, específicamente en el núcleo supraquiasmático (NSQ), de acuerdo con los investigadores Buijs y Kalsbeek.
El sistema circadiano transmite ritmos de 24 horas a todos los tejidos del cuerpo por medio de señales neurales (melatonina) y señales hormonales (corticosterona).
Realizar actividades nocturnas puede entrar en conflicto con nuestro reloj biológico. Al encender la luz en la noche ocurre una desincronización circadiana y se envían señales a través de células 1 de la retina hacia al NSQ, lo que trastorna el funcionamiento del organismo.
También los cambios de temperatura, sonidos producidos por actividades humanas y el consumo de alimentos afectan el sistema circadiano.
De modo que la luz artificial durante la noche puede resultar perdjudicial, provoca la pérdida de una alternancia del ciclo día-noche, un factor de riesgo para nuestro reloj biológico interno.
Las afectaciones del sistema circadiano se presentan por actividades como trabajar de noche, viajar a lugares con distintos husos horarios y comer alimentos a horas tardías.
A largo plazo, la afectación del sistema circadiano puede tener como consecuencia enfermedades metabólicas, alteraciones del estado de ánimo y hasta cáncer.
Vía UNAM Global
