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POLíTICA

La Era Xi

La construcción de terrazas en las colinas y el establecimiento del primer pozo de generación de metano de la provincia de Shaanxi  eran preludios de la visión de desarrollo que habría de llevar a China al liderazgo mundial de innovación y a revertir el ritmo de emisiones contaminantes.

  • Su objetivo es topar el máximo de emisiones antes del 2030 y lograr la neutralidad de carbono tres décadas después.

Xi Jinping cumple una década al frente del Gobierno de China. El líder del Partido Comunista y cabeza de la transformación histórica que ha llevado a ese país a consolidarse como una potencia económica mundial, reivindicó su promesa de “revitalización nacional”. Fue esa misma promesa la que hizo en 2012, cuando por primera vez fue elegido secretario general del Comité Central del PCCh con la consigna de tomar las riendas de esa nación de más de mil 400 millones de habitantes.

Tras la ratificación de su cargo en el partido, el domingo pasado, Jinping anticipó los objetivos de su nuevo ciclo como dirigente. “Una vía china de modernización” fue el camino que propuso el artífice de un régimen de un peculiar socialismo, cuyas políticas han duplicado la economía de ese país y la han convertido en la segunda más grande del mundo, con una valoración que ronda los 16 billones de dólares y representa una contribución de más del 30 por ciento en el crecimiento mundial en los años recientes. La economía china fue la primera que mostró crecimiento después de la pandemia.

“El viaje que tenemos por delante es largo y arduo, pero con pasos decididos llegaremos a nuestro destino”, dijo el líder de la China moderna. El destino del que habla ya se advierte en los pronósticos hacia el año 2035, cuando se estima que China consolide su proceso y pase a la historia de la humanidad como la primera población de más de mil millones de personas que logra un proceso de modernización en conjunto.

En esta última década, al líder de 69 años se le reconocen avances en la erradicación de la pobreza absoluta en su país, en el fomento de una prosperidad moderada y en la lucha contra la corrupción. Y lo ha logrado en medio de situaciones desafiantes como la crisis climática global, la guerra comercial con EUA, el conflicto con Taiwán, las presiones económicas globales y la pandemia de COVID-19, en la que su país le marcó el paso al mundo.

Para varios especialistas, la gran contribución de la era Xi es su visión contemporánea del desarrollo, algo que el execonomista del Banco Mundial, Peter Koenig, ha calificado como “Xiconomics”.

Esta concepción también pasa por la política y el singular socialismo chino, a través del planteamiento de “democracia popular de proceso entero”. Xi Jinping, quien por cierto fue el primer presidente chino en jurar lealtad ante la Constitución, rechaza esa formalidad en la que pueblo solo despierta en el momento de la elección para después entrar en un proceso de hibernación.

El dirigente chino reconoce que sus dotes políticas son un legado de su padre, Xi Zhongxun, quien fuera un reconocido líder del PCCh con vocación revolucionaria.

También admite que su preocupación por las condiciones de vida de la población tiene sus raíces en los siete años en los que vivió y convivió con las comunidades campesinas en la aldea de Liangjiahe, antes de convertirse en líder del Partido Comunista en esa aldea noroccidental.

La construcción de terrazas en las colinas y el establecimiento del primer pozo de generación de metano de la provincia de Shaanxi (a la que pertenece Liangjiahe) eran preludios de la visión de desarrollo que habría de llevar a China al liderazgo mundial de innovación y a revertir el ritmo de emisiones contaminantes. Su objetivo es topar el máximo de emisiones antes del 2030 y lograr la neutralidad de carbono tres décadas después.

Xi Jinping ha mostrado originales habilidades para mantener el contacto con sus gobernados, a través de visitas personales o intercambio de cartas, al tiempo que
diseña importantes macropolíticas nacionales, alguna de ellas de impacto global.

Recientemente, en una sesión de la Asamblea General de la ONU, se refirió así a su visión de nación frente al mundo: “China es “un grandote”, pero no es
Mefistófeles.

“Todos los países son bienvenidos a bordo del tren rápido del desarrollo de China”, dijo entonces quien para muchos ya es el hombre más poderoso del mundo.

Con Información de FOROtv y Xinhua

KAH