Este domingo 30 de octubre se realizará la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Brasil, contienda electoral que confronta al presidente Jair Bolsonaro con Luiz Inácio Lula da Silva. El siguiente perfil busca retratar la trayectoria política del mandatario brasileño.
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Jair Messias Bolsonaro es el presidente número 38 en la historia de la República Federativa de Brasil. Su primer mandato inició el 1 de enero de 2019 luego de su triunfo electoral en 2018, al obtener el 55 por ciento de los votos en la segunda vuelta contra el candidato del Partido de los Trabajadores, Fernando Haddad.
Antes de asumir la presidencia del país con el mayor Producto Interno Bruto de América Latina, Bolsonaro fue un legislador en la Cámara de Diputados, de 1991 a 2018. Como diputado federal en representación de Río de Janeiro, Bolsonaro se dio a conocer por una postura nacionalista y conservadora, opositor constante de propuestas progresistas como el aborto, el matrimonio igualitario o la legalización de las drogas. En sus 27 años en el Congreso de Brasil, de las 171 iniciativas de ley que propuso, solo dos fueron aprobadas.
Bolsonaro estableció su reputación por expresiones calificadas como racistas, misóginas y homófobas por la prensa, lo que derivó en que fuera etiquetado como un político de extrema derecha. Entre sus opiniones más polémicas destaca su añoranza por la dictadura militar que gobernó al país de 1964 a 1985, tras el golpe de Estado efectuado contra el gobierno democrático de João Goulart, opinión que se volvía más enervante al proceder de un exmilitar.
Antes de emprender una carrera política en 1988, Bolsonaro se formó en las filas castrenses. En 1973, cuando tenía 18 años, ingresó a la Escuela Preparatoria de Cadetes del Ejército y luego a la Academia Militar das Agulhas Negras, egresando en 1977. Sirvió como artillero un par de años y luego se integró a la Brigada de Infantería Paracaidista de Río de Janeiro. El máximo rango que alcanzó Bolsonaro fue el de capitán.
Bolsonaro, un viraje radical a la derecha
Luego de 13 años de gobiernos de izquierda, la destitución de Dilma Rousseff y el encarcelamiento de Lula da Silva, buena parte de la población brasileña estaba lista para un cambio. Bolsonaro surgió como ese candidato marginal que no encajaba en el perfil de un político tradicional.
Si bien su discurso no dejaba de ser visto como deplorable, los electores simpatizaron por su manera tan directa de dirigirse a la población. Bolsonaro prometió echar a la clase política corrupta que desencadenó una serie de crisis económicas y sociales en medio de un país con registros alarmantes de violencia.
Bolsonaro inició su mandato de manera positiva, enfocándose en mayor medida en combatir la inseguridad y frenar los efectos de la crisis económica de 2014. Su gobierno obtuvo logros destacables en estos rubros, lo que le permitió alcanzar el 50% de aprobación en 2020. Pero eso fue antes de que la pandemia de COVID-19 hiciera estragos en Brasil.
Así como su amigo Donald Trump, Bolsonaro menospreció los efectos del covid, por lo que su gobierno adoptó medidas demasiado flexibles para enfrentar una crisis sanitaria de este tamaño. El resultado fue desastroso. Según cifras oficiales, Brasil ha registrado 687 mil muertes a causa del covid, colocándolo en el segundo lugar a nivel mundial en defunciones totales (3,193 por cada millón de habitantes).
La pandemia fue uno de los golpes más fuertes a la popularidad de Bolsonaro, pero su gobierno también se vio afectado por las críticas domésticas e internacionales a la deforestación explosiva del Amazonas, la marginación de la población indígena, así como las acusaciones de corrupción que han plagado a su gabinete en los últimos años.
Bolsonaro se acerca al final de su primer y tal vez único mandato con un nivel de aprobación que se aproxima al 38 por ciento.
