Michel Temer, presidente de Brasil, desde que tomo su cargo vivía en el Palacio Jaburú, residencia oficial de la vicepresidencia, hasta hace unos días decidió irse a vivir al Palacio de Alvorada, residencia oficial presidencial del país, tenía la intención de volver el lugar cálido y familiar.
Sin embargo, Temer y su familia, no duraron más de una semana viviendo en el Palacio y decidieron regresar a Jaburú; el presidente declaró en la revista Veja que comenzaba a sentir cosas extrañas:
Sentí algo extraño allí. No conseguía dormir desde la primera noche. La energía no era buena. Marcela (Temer) sintió lo mismo. Solo le gustó a Michelziño, que corría de un lado para el otro. Llegamos a pensar: ¿Será que aquí hay fantasmas?
Estas declaraciones, en redes sociales, han comenzado a crear leyendas sobre la residencia presidencial e incluso sobre el propio presidente.
Pese a la juventud del palacio brasileño, con menos de 60 años de existencia, sus mitos ya pueden compararse a las de viejos castillos medievales europeos cargados de traiciones y de historias lúgubres, probablemente por las sórdidas tramas que se viven en esas cortas décadas en la disputada política brasileña.