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CIENCIA Y TECNOLOGíA

Hongos radiactivos de Chernóbil podrían servir como alimento en el espacio

A principios de 1990 científicos que estudiaban la zona de desastre de Chernóbil, principalmente en Pripyat, Ucrania, encontraron una serie de hongos particulares de principio a fin: se benefician de la radiación para completar su fotosíntesis.

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En el lugar del accidente nuclear los hongos se contaban por cientos, con lo que Nelli Zhdanova, microbióloga en el Instituto de Microbiología y Virología de Kiev, viajó a la zona para estudiar a los hongos que habían conquistado las paredes del reactor nuclear y áreas aledañas.

Zhdanova y su equipo se encontraron con más de 200 tipos distintos de hongos, de los cuales la mayoría contenían melanina, una sustancia conocida por dar color a la piel y al cabello humanos. La melanina no sólo coloreaba los hongos sino que también, absorbía la radiación y protegía al organismo de los efectos.

Aunque hongos con estas características no son únicos de Chernóbil, pues también se les ha encontrado en regiones de alta montaña y zonas polares, donde los nutrientes son pocos y la exposición a rayos ultravioleta es alta, Zhdanova se encontró con una pregunta: ¿se trataba de la radiosíntesis?

La radiosíntesis es un proceso teorizado por primera vez por el científico ruso S. I. Kuznetsov en 1956 y consiste en la captura y metabolización de la radiación ionizante de forma análoga a lo que hacen las plantas en la fotosíntesis.

El proceso fue por años una teoría, pero un equipo de la Facultad de Medicina Albert Einstein en Nueva York decidió seguir el tema más de cerca.

Así, Ekaterina Dadachova y Arturo Casdevall se preguntaron si en efecto, la melanina podía jugar un papel importante en las reacciones metabólicas de hongos.

En 2007, descubrieron que, efectivamente, el pigmento podía jugar una papel clave en la llamada radiosíntesis e indujeron a una colonia de hongos llamados C neoformans para que produjeran melanina y al exponerla a una fuente de radiación ionizante 500 veces por encima de lo normal, el crecimiento se disparó. Algo que también ocurrió con los hongos de Chérnobil.

El hongo C. neoformans, un hongo radiotrófico que aprovecha la radiación para su crecimiento. (Wikimedia Commons).

De esta forma, los hongos que contienen melanina también generan energía en estas condiciones, y desde entonces la ciencia ha estado intentando sacarle partido al hecho.

Al ser muchos de estos hongos comestibles, la idea de usarlos en largos viajes espaciales era prometedora. Por ello, hace unos meses se secuenció el genoma de un grupo de hongos cultivados en la Estación Espacial Internacional que darán claves fundamentales para entender un mundo que recién ha sido descubierto, y en su caso, utilizarlos como una posible fuente de alimento en el espacio.

Los hallazgos de la radiosíntesis en hongos y su posible uso abordo de naves espaciales se publican en páginas de la revista especializada Genome Announcements. Además, el hallazgo también supone un avance en la investigación del desarrollo de formas de vida en ambientes extremos como los restos de Chernóbil.

Con información de Xataka.