El 8 de agosto de 1879 nace, en San Miguel Anenecuilco, Morelos, “El Caudillo del Sur”, Emiliano Zapata. De extracción humilde, el hijo de Cleofas Salazar y el terrateniente Gabriel Zapata, creció en el campo. De pequeño, cuenta la leyenda, observó el despojo de tierras a los campesinos de su comunidad por parte de los grandes terratenientes cercanos a la dictadura porfirista. El mito también cuenta que, al ver llorar a su padre frente al despojo, Zapata prometió vengar estas injusticias.
En todos los detalles biográficos de Emiliano Zapata Salazar encontraremos mitos y leyendas, frases grandilocuentes y anécdotas exageradas. Y, es verdad, la figura inmensa de Zapata ha trascendido el reino de la historia para colarse en el de la leyenda. Figura carismática que, a diferencia de Doroteo Arango, mejor conocido como Pancho Villa, guarda una imagen de repudio a la violencia y humildad; figura que sostuvo siempre sus ideales revolucionarios sin sentirse tentado por el poder; figura que, con un grito de justicia social para el campesinado, sigue cautivando, un siglo después de su muerte, el imaginario de las revueltas sociales.
Por supuesto, mucho tiene que ver la precariedad en la que vivían los campesinos mexicanos en la época más cruda de la dictadura porfirista. El movimiento zapatista tomó un enorme auge en la reivindicaciones campesinas que no estaban al centro de las preocupaciones, por ejemplo, de los ejércitos del norte. Así lo explica el politólogo Arnaldo Córdova:
“Los trabajadores rurales (campesinos, pequeños poseedores de tierras, trabajadores asalariados, peones acasillados, aparceros y comuneros) formaban la mayoría aplastante de la población total del país, ciertamente más del 80%; sus condiciones de vida se volvieron terribles y no puede caber la menor duda de que en 1910 la cuestión de la tierra era el mayor problema nacional, un problema que hacía de México la sociedad latinoamericana más conflictiva y explosiva. Todo mundo concuerda en que ésa fue la causa directa y principal de la revolución. Los trabajadores rurales mexicanos, además, habían sido desde siempre un sector social en permanente revuelta, si no nacionalmente por lo menos sí localmente, incluso ya desde la época colonial; ningún campesinado ni ningún proletariado agrícola tenía en América Latina una tradición de insurgencia como los mexicanos.”
Es por eso que Zapata vive en el imaginario político de este continente y del mundo: desde los revolucionarios rusos que, en 1917, comprendían su importancia a la luz de León Tolstoi y sus reclamos por el campesinado, hasta los revolucionarios cubanos que derrocaron a Batista en 1957, pasando por los nuevos íconos de la izquierda latinoamericana como Evo Morales en Bolivia o Hugo Chávez en Venezuela. Y, por supuesto, para no ir más lejos, Zapata estaba al centro de las reivindicaciones del levantamiento armado de 1994 por parte del Ejército Zapatista de Liberación Nacional…
Es por eso que resulta interesante observar, más allá de su icónica figura, las fotografías que relatan, furtivamente, la vida apasionante y fugaz de este revolucionario esencial para la historia de México.
Los retratos de Zapata lo muestran frecuentemente en la época de su actividad revolucionaria: desde 1911, después de firmar el plan de Ayala y durante los años que llevaron a su trágica muerte en una emboscada el 10 de abril de 1919.
También hay retratos más íntimos del líder revolucionario, como éste en el que posa junto a su hermano, Eufemio Zapata y las esposas de ambos.
Entre los retratos de Zapata encontramos algunas referencias a sus primeros triunfos, como esta fotografía tomada en 1911 y en la que están entregando a Zapata la ciudad de Cuernavaca.
Y esta caricatura en la que se evidencia su distanciamiento con Madero y el miedo de los terratenientes morelenses que lo representaban como un asesino despiadado.
También hay retratos en los que aparece al lado de su estado mayor y más fieles allegados:
Entre los retratos de allegados de Zapata, encontramos esta fotografía que muestra al Tuerto Morales, uno de los capataces de Zapata, junto a su asistente:
Y, en esta otra, vemos a dos de sus generales, Polanco Araujo y Teodoro Rodriguez tomando café en el Sanborns de los Azulejos en 1914.
Esta fotografía fue tomada después de la entrada triunfal de Zapata con Villa a la Ciudad de México; entrada que marcó la derrota de Victoriano Huerta. De ese momento icónico encontramos fotografías de los dos generales cabalgando en la Ciudad de México y una de las fotos más representativas de ambos, en Palacio Nacional, sentados en la silla presidencial.
Aquí podemos observar también a los dos caudillos junto al presidente provisional (noviembre 1914 – enero 1915), Eulalio Gutiérrez en una comida en la Ciudad de México.
Y a Zapata en la mesa de negociación para que le entreguen una gran suma de dinero para salir de la Ciudad de México en 1915.
En estos retratos podemos ver el tamaño de las fuerzas que seguían al Caudillo del Sur en sus épocas revolucionarias.
Y, finalmente, la fotografía que muestra el cadáver de Zapata después de ser emboscado por tiradores en los techos de la Hacienda de Chinameca, Morelos.
75 años después de su muerte, en 1994, el EZLN se levantó en Chiapas. La imagen de Zapata se convirtió en un estandarte y los reclamos del Plan de Ayala regresaron para oponerse a la nueva visión tecnocrática del eterno partido en el poder. En el levantamiento Zapatista y en las leyendas de la izquierda latinoamericana, el misticismo del Caudillo del Sur sigue hoy más vivo que nunca… y su imagen todavía respira en nuestros muros.