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POLíTICA

Cuando Estados Unidos buscaba y rogaba por trabajadores mexicanos

Mientras el gobierno de Donald Trump amenaza con cerrar la frontera con México y con cambiar las reglas de solicitud de asilo político, resulta difícil imaginar que alguna vez existió en Estados Unidos una política de reclutamiento de trabajadores mexicanos.

Pero así fue y este caso insólito se presentó durante la Segunda Guerra Mundial. Ante la ausencia de mano de obra en el sector agrícola y en la industria ferroviaria, el gobierno de Estados Unidos se vio en la necesidad de campesinos y ferrocarrileros experimentados, por lo que tuvo que firmar un acuerdo laboral con México en 1942, apenas iniciada la participación de los estadounidenses en la guerra.

En los primeros años del llamado Programa Bracero, el gobierno estadounidense apenas permitió cerca de 40 mil trabajadores mexicanos al año, aunque eso ya abarcaba el 10% de la fuerza laboral en los campos. Sin embargo, el programa fue tan exitoso y bien recibido por el mercado que el número de migrantes temporales se disparó tras el final de la guerra. De 1948 a 1964, Estados Unidos abrió sus fronteras a un promedio de 200 mil jornaleros al año.

A pesar de los beneficios económicos que los braceros obtenían del trabajo en el exterior, el programa no estaba exento de conflictos. Los trabajadores a menudo se quejaban de tratos discriminatorios y de racismo, no obstante las promesas de las entidades federales que supuestamente garantizaban sus derechos. También eran notorias las condiciones deplorables de trabajo en los campos, así como en los alojamientos.

A lo largo de la década de los 40 se registraron numerosas huelgas de braceros por diversos motivos, pero sobre todo por pagos miserables e impuntuales, así como por desigualdad de salarios con los trabajadores locales. Aunque el conflicto más grande que surgió de esta época es uno que todavía tiene ramificaciones en la actualidad, 70 años después.

Se trata de una promesa incumplida en los contratos que firmaron los trabajadores durante los primeros años del programa. De acuerdo a los reclamos, los trabajadores y sus familias exigen que se les devuelva el dinero correspondiente a los fondos de ahorro. Estos fondos se crearon a partir de una deducción obligatoria del 10% a sus salarios. Al calcular los intereses, estos exbraceros estiman que se les debe alrededor de 500 millones de dólares.

Ex-Braceros exigen el pago de dinero que los bancos les deben, Los Ángeles, 2002 (AP Photo/Damian Dovarganes)

Aunque el Programa Bracero llegó a su fin de manera oficial en 1964, estos trabajadores “huéspedes” originarios de México marcaron profundamente el rostro de la industria agropecuaria en Estados Unidos, particularmente en los estados del oeste. En los márgenes del programa proliferó la migración indocumentada y las prácticas de corrupción, ya que los empresarios agrícolas a menudo tenían dificultades para ocupar los puestos que los trabajadores estadounidenses no querían realizar.

Una queja común entre los trabajadores estadounidenses es que los braceros ponían un tope sobre los salarios a un nivel demasiado bajo. Sin embargo, el fin del programa no tuvo un impacto real sobre los ingresos de los ciudadanos estadounidenses dedicados a este sector.

Ya sin el amparo de los gobiernos de Estados Unidos y México, activistas de derechos civiles y líderes sindicales como César Chavez, Dolores Huerta y Gilbert Padilla organizaron a los trabajadores latinos para protegerse de los abusos de los empresarios. A medio de los 60, se fundó United Farm Workers, un movimiento campesino que logró satisfacer las demandas de los trabajadores, entre ellas, el derecho a organizarse y el aumento de salarios.

(AP Photo/Eric Risberg)

Para más información sobre el Programa Bracero consulta Bracero History Archive.