El acoso sexual callejero no cuenta con una definición estandarizada, sin embargo, puede describirse como comentarios, gestos y acciones no deseados que se imponen a un extraño en un lugar público sin su consentimiento y está dirigido a ellos debido a su sexo, género, expresión de género u orientación sexual real o percibida.
En términos prácticos, el acoso callejero puede incluir silbidos no deseados, miradas lascivas, insultos sexistas, homofóbicos o transfóbicos; solicitudes del nombre, número o destino persistentes de alguien después de haber dicho que no; nombres o apodos, comentarios y demandas sexuales, seguimiento, exhibición de partes sexuales, masturbación pública, manoseos, agresión sexual y hasta violación.
El acoso callejero es una cuestión de derechos humanos porque limita la capacidad de estar en público de las personas acosadas, en especial de las mujeres y de la comunidad LGBQT.
El acoso sexual callejero suele comenzar alrededor de la pubertad y algunas encuestas señalan que la mitad de las personas acosadas lo vivieron antes de los 17 años. Otros datos sobre el acoso callejero incluyen que casi 1 de cada 4 mujeres ha experimentado acoso callejero a los 12 años y casi 90% (de un total de 811 mujeres consultadas) a los 19 años.
Si bien el acoso sexual callejero ocurre con mayor frecuencia entre adolescentes y mujeres de 20 años, la posibilidad de que ocurra nunca desaparece e incluso mujeres de 80 años han vivido historias sobre acoso.
En México, más del 66% de las mujeres lo han sufrido y empiezan a vivirlo entre los 13 y los 15 años de edad. Muchas de ellas deciden cambiar rutinas, costumbres, horarios y hasta vestimenta para evitarlo.
Aunque muchas mujeres deciden no denunciarlo, sí pueden tomarse acciones si se acude a un oficial o a cualquier autoridad oficial de la justicia para levantar una denuncia. Lo mejor es no quedarse callada y hacerlo público, y buscar ayuda con la autoridad lo más pronto posible, ya sea un policía o un trabajador de servicio de transporte público.