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HISTORIA

19S: el día en que la juventud mexicana levantó a su país

Quienes estaban más lejos tomaron las redes sociales, las aplicaciones digitales, la tecnología que era su más provechosa herramienta y levantaron su ciudad.

El 19 de septiembre de 2017, un sismo de magnitud 7.1 con epicentro en Axochiapan, Morelos, sacudió a la Ciudad de México a las 13:14 horas de la tarde. Según algunos testimonios, la alerta sísmica no sonó a tiempo.

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A pocos instantes de que la aterradora sorpresa cimbrara el piso de la capital y provocara la caída de decenas de edificios en diferentes alcaldías, cientos de personas salieron a la calle con el único propósito de ayudar: en su gran mayoría eran jóvenes.

Con la herencia de los relatos que sus padres y familiares les contaron luego de vivir el terror durante el terremoto de 1985, la juventud mexicana salió a recorrer los puntos más afectados de la ciudad para rescatar a los heridos y sopesar el trago amargo del nuevo sismo.

La franja abarca desde la delegación Gustavo A. Madero, pasa por Cuauhtémoc, Benito Juárez, Coyoacán, Iztapalapa y Xochimilco”.

Decían los medios de comunicación, y aunque en las calles había un polvo grisáceo oscureciendo el panorama, las manos de toda una generación se pusieron a la obra para reconstruir los daños.

Sin importar que el miedo y el caos estuvieran a su lado, la solidaridad se abrió paso rápidamente entre los jóvenes, quienes casi en automático cubrieron las avenidas principales donde ya se registraba un gran número de heridos.

“¿En qué puedo ayudar?” era la pregunta que se pronunciaba por todas partes y quienes las emitían lo hacían de una forma tan honesta que no había necesidad de cuestionar la intención dos veces.

“Los Millennials”, como eran llamados por las generaciones pasadas, tomaron bicicletas, cascos, botas y herramientas para levantar los escombros. Con el puño en alto guardaban silencio en cada cuadro de la ciudad y ponían toda su atención en la búsqueda de sobrevivientes.

La seriedad del asunto dejó de lado las brechas entre quienes se sumaban a las labores de rescate, ya que lo único importante era escuchar con atención la voz de las víctimas.

Los albergues se organizaron por toda la ciudad y los jóvenes montaron centros de acopio. (Getty Images/(Hector Vivas)

Quienes estaban más lejos tomaron las redes sociales, las aplicaciones digitales y la tecnología, que era su más provechosa herramienta, y comenzaron a crear hilos de información verificada que sirviera como guía para quienes estaban en las calles, albergues y refugios protegiendo a los heridos con el corazón palpitando en estado de alerta.

Ellas y ellos, quienes habían sido cuestionados por el futuro que construirían, fueron los primeros en recoger los cimientos caídos de una ciudad rota y herida. Los jóvenes formaron cadenas humanas, organizaron brigadas, se conectaron a través de WhatsApp, Twitter y Facebook, armaron rutas de transporte y donaron ropa, cobijas, juguetes y el dinero que tenían a la mano.

Los colectivos artísticos y culturales se manifestaron pocos días después. Éstos abrieron convocatorias y brigadas para entretener a los niños asustados en los deportivos que servían como refugio, y desde Azcapotzalco hasta Tlalpan, se brindó atención psicológica, revisión de edificios por arquitectos que sabían qué puntos débiles se debían vigilar y cobijo para quienes lo necesitaran.

La música tomó el dolor y lo convirtió en una forma de abrazo que calmó el pánico colectivo y el sufrimiento provocado por las incontables pérdidas que crecían minuto a minuto, y en la noche del primer día tras el sismo, sonó el Cielito Lindo como un himno inquebrantable.

Las colonias Roma y Condesa, así como las alcaldías de Tlalpan a Cuahutemoc fueron testigos de cómo mujeres y madres de casa prepararon grandes cantidades de comida caliente que sirvió de cena para las personas cansadas que habían recorrido la ciudad.

Ellas cubrieron los lamentos de una capital que desde siempre había sido suya, y juntando fuerzas de donde solo parecía haber un gran agotamiento físico, todas las formas de apoyo quedaron cubiertas.

Las personas preparaban comida para ayudar a los damnificados, rescatistas y voluntarios del 19S. (Getty Images/Hector Vivas)

Las inquebrantables preguntas “¿qué más falta?, ¿qué se necesita?, y ¿dónde hay que brindar ayuda?” nunca se agotaron, y más tarde estados como Oaxaca y Morelos, donde también hubo repercusiones por el sismo, fueron testigos de la empatía y cobijo de una juventud que no los olvidó y tomó las carreteras para llevar hasta ellos herramientas de construcción, víveres y alimento a los damnificados.

Por supuesto no importaron los nombres ni los reconocimientos, mucho menos las distancias.

Cientos de personas dan víveres a los damnificados por el sismo en Jojutla (NTX)

Sin considerar las diferencias de edad, los niveles socioeconómicos ni las ideologías, la solidaridad que cubrió al país en el Terremoto del 19S llevaría a la juventud mexicana a tomar su ciudad de entre los restos de un pasado para no volverla a soltar de nuevo.

Con información de Noticieros Televisa.

JCG