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¿Qué debimos aprender de Tultepec para evitar accidentes pirotécnicos?

No hay más antigua o arraigada tradición de hacer fuegos artificiales que la que enorgullece a los habitantes de Tultepec y su mercado.

Todo mexicano tiene un viejo recuerdo grato con juegos pirotécnicos: correr inocentemente con luces de bengala en Navidad, prender cazuelitas y aventar buscapiés, observar las explosiones grandilocuentes del 15 de septiembre en cualquier plaza central del país o recordar algún torito, algún castillo, en celebraciones civiles o religiosas. La pirotecnia es, en efecto, una tradición muy vieja en nuestro país.

Los fuegos artificiales: la tradición

El arte de fabricar cohetes en México se remonta a remotos orígenes. Y no hay más antigua o arraigada tradición que la que enorgullece a los habitantes de Tultepec en el Estado de México. En este poblado, ahora ya casi integrado, más allá de Ecatepec, a la mancha urbana siempre creciente de la Ciudad de México, se han fabricado cohetes, como tradición familiar, desde el siglo XIX. Según la cronista del municipio, la historiadora Juana Antonieta Zúñiga, hay evidencia de accidentes y permisos en la región que datan desde 1850.

(AP Photo/Julio Cortez)

Así, esta tradición se arraigó profundamente en la vida de los pobladores de Tultepec convirtiendo un viejo arte que nació en China en una tradición familiar para el sustento local. Actualmente 1000 familias viven de esta actividad según los conteos oficiales. Y hay familias de tradición que han adquirido prestigio en la región por la innovación y la calidad de sus juegos pirotécnicos.

En el mercado de San Pablito, el principal centro de venta de la región, se vende el 80% de toda la pirotecnia del país. Actualmente, este mercado cuenta con alrededor de 300 puestos regulados por la SEDENA. Porque, en efecto, la Secretaría de la Defensa Nacional otorga diferentes permisos para la elaboración y venta de material pirotécnico. En México existen, así, tres mercados que tienen permisos oficiales: San Pablito, Zumpango y Chimalhuacán.

Pero San Pablito tiene un prestigio único. Es ahí en donde se monta la Feria Nacional de Pirotecnia en el día del santo patrono de los fabricantes de cohetes, San Juan de Dios, el 8 de marzo; es ahí en donde se celebra el enorme concurso de castillos; es ahí en donde se enciende la calurosa noche con demostraciones de todo tipo de juegos pirotécnicos.

En ese día de marzo, se hace gala, también, de la enorme variedad de productos que ahí se venden todo el año: desde las famosas y espectaculares bombas con luz de diamantina, cracker, flash o luz de flor que tanto lucen en las celebraciones patrias hasta los más pequeños fuegos de artificio hechos para niños, con luces y colores de todos tipos. Ahí, en el mercado en que trabaja casi la mitad de los artesanos de cohetes legales del país, se ofrecen nombres coloridos a cualquier comprador: mecheros, ollitas, varitas de silbato, mojigangas, toritos, palomas, chisperos, salseros, cometas, cohetes blancos, abejitas, conos con diamantina…

(AP Photo/Julio Cortez)

Pero los quince años de historia de este prestigioso mercado no han estado exentos de tragedia. Por más que los permisos de la SEDENA dependan de medidas estrictas de seguridad, siempre existe el riesgo de un accidente cuando se acumulan grandes cantidades de explosivos en un solo lugar. Y, por desgracia, este año que se acaba, estamos comprobando el enorme peligro de los mercados pirotécnicos.

Permisos y peligros

La SEDENA otorga diferentes permisos a comerciantes y compradores de pirotecnia según ciertas condiciones. Estos permisos pueden ser gratuitos o llegar a costar más de 11 mil pesos. En cualquier caso, la instancia militar permite la fabricación, la compra y la venta de cohetes de luz y de trueno a partir de cierto peso y en ciertas circunstancias. Así, los comerciantes del mercado de San Pablito han gozado de estos permisos por 15 años.

Pero la tragedia no se ahuyenta con papeles oficiales.

Poco tiempo antes de la fundación del mercado, ocurrió una terrible explosión en el barrio de San Rafael de Tultepec, el 14 de octubre de 1998, en la que fallecieron 10 personas y más de cincuenta resultaron heridas. Ese día, también desaparecieron 15 personas y dos cuadras enteras acabaron completamente destruidas. Después de una década de tranquilidad, volvió a golpear la tragedia en el municipio.

(AP Photo/Eduardo Verdugo)

El 16 de septiembre del 2005 una fuerte explosión dejó más de cincuenta heridos y destruyó todos los puestos del mercado. Después del terrible incidente, la SEDENA revocó todos los permisos a los artesanos del mercado de San Pablito. Sin embargo, el entonces gobernador Enrique Peña Nieto, instó a las autoridades correspondientes para volver a dar los permisos a los trabajadores de la pirotecnia. En ese momento, los gobiernos estatales y municipales invirtieron 5 millones de pesos para rehabilitar un mercado que sufrió pérdidas de hasta 50 mil pesos por cada local destruido. Y un año después de la reconstrucción, el 12 de septiembre de 2006, otra explosión destruyó por completo el renovado tianguis. Esta vez no hubo heridos de gravedad pero, nuevamente, la SEDENA retiró permisos y se frenó el principal motor de la economía de la región.

A raíz de estos incidentes, los comerciantes de San Pablito decidieron plantear mejores medidas de seguridad en la reconstrucción de sus puestos. Se cambiaron los tubos y lonas que daban forma y sombra al área del mercado por locales de 4 metros cuadrados, de concreto, separados por una distancia segura. Se alejaron los estacionamientos del mercado y se pusieron carteles de no fumar, botes de arena contra incendios y recipientes de agua.

Además, se estableció que cada local podía contener un máximo de 40 kg de pólvora y que cada visitante podía comprar hasta 10 kg de pólvora. Hay que considerar, sin embargo, que cada cohetes como el R15 contiene, apenas, 1 gramo de pólvora: las restricciones eran cautelares pero permisivas. En los años que siguieron, estas restricciones se volvieron más estrictas: para 2012, el artículo 60 de la Ley de Fuegos y Explosivos del estado especificaba que los locales no podían contener más de 25 kg de pólvora y que cada consumidor sólo podía comprar hasta 2 kg. Y, sin embargo, las medidas resultaron, nuevamente, insuficientes para evitar la tragedia.

(AP Photo/Eduardo Verdugo)

El último dolor

Pasaron diez años de prosperidad para el mercado en los que sólo se registraron incidentes aislados de menor gravedad. La máxima preocupación de los artesanos pirotécnicos se convirtió, entonces, en la baja considerable que estaba sufriendo el mercado. La competencia con China, que es el productor del 80% de los juegos pirotécnicos que se consumen en todo el mundo, se convirtió en un problema real que se aunaba a la importación casi nula de productos a grandes consumidores como Estados Unidos.

Además, el mercado de San Pablito comenzó a sufrir del hostigamiento de las autoridades y de la proliferación de polvorines clandestinos. Los usuarios dejaron de frecuentar, como antes, el mercado; la policía esperaba a los clientes en diversos puntos para extorsionarlos y quitarles sus compras; muchas personas desconocían de la protección que les brindaba el artículo 60 de la Ley de Fuegos y Explosivos del Estado de México; muchos otros comenzaron a tener miedo de posibles detenciones. Mientras, los talleres clandestinos comenzaron a vender productos más baratos al ignorar medidas de seguridad básicas y evitar el costo de los permisos. Así, en 2014, hubo 15 accidentes en polvorines clandestinos que dejaron un saldo de 12 personas muertas.

A pesar de este panorama cada vez más desalentador, desde el mes de agosto, se esperaban miles de visitantes en el mercado de San Pablito. Hace poco más de una semana, en un comunicado para instigar la venta de cohetes en la región, las autoridades de la pirotecnia y los funcionarios locales hablaron elogiosamente de la seguridad de los locales.

Se planteó, incluso, que éste era el mercado más seguro de toda América Latina con “puestos perfectamente diseñados, con espacios suficientes para que no se dé una conflagración en cadena en caso de un chispazo”. También se dijo que “los visitantes al lugar, cuentan con la certeza de que encontrarán un lugar seguro y con medidas de seguridad necesarias como extintores, agua, arena, pico, pala y personal calificado que sabe actuar en caso de algún incidente”.

(AP Photo/Eduardo Verdugo)

Sin embargo, a pesar de todas las medidas de seguridad, hace unas horas ocurrió uno de los peores accidentes del que se tenga registro en la historia de los desastres con pirotecnia. Fallecieron 26 personas en el mercado de San Pablito por una explosión que destruyó, completamente, los 300 puestos que lo conforman. Decenas de heridos se dirigen a diferentes hospitales especializados para tratamientos de quemaduras severas y, todavía, los servicios forenses y de rescate investigan la zona de los hechos.

La tragedia que golpeó a Tultepec pudo, tal vez, ser evitada. Éste no es, como vimos, un tianguis clandestino, los locatarios de estos locales pagaron sumas considerables de dinero para tener permisos y las autoridades debieron exigir mayores medidas de seguridad. El gobernador del estado, Eruviel Ávila, habló de la importancia de una tradición con más de 200 años en la economía local. Y, ciertamente, éste es el sustento de numerosas familias y un recurso necesario en la infraestructura económica local.

Pero los beneficios necesarios de la economía no pueden pasar encima de la seguridad de las personas. Este accidente marca una fecha oscura en la vieja tradición pirotécnica de nuestro país. Porque éste era un mercado oficial, consignado, aprobado por la SEDENA, con todos los permisos oficiales. Si son peligrosas las fábricas clandestinas y no son confiables las medidas de seguridad oficiales, ¿qué nos queda?

Como toda tragedia, nos queda la posibilidad de aprender dolorosas lecciones. Tal vez sea hora, entonces, de hacernos preguntas difíciles: ¿pueden las autoridades fomentar el comercio local y, al mismo tiempo, garantizar la seguridad de sus ciudadanos? ¿Puede la gente subsistir en la profesión de sus padres sin tener que arriesgar la vida propia y de otros?

¿Quiénes son responsables de este terrible incidente?

¿Podremos evitar futuras tragedias?

¿Se pudo evitar la desolación?

(Pro Tultepec via APTN)

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